A 50 MINUTOS de Cartagena, en la hermosa pero abandonada zona de Barú —donde la cobertura de acueducto es parcial—, existe un santuario de conservación para 170 especies de aves: Allí, ante el apacible chocar de las olas con la península, está el Aviario Nacional de Colombia, un espacio destinado al reconocimiento y manejo responsable de la avifauna colombiana, lo cual incluye su reproducción.
El sueño comenzó con Rafael Viera, biólogo y fundador del aviario, quien, según su hijo, Martín Pescador Viera, siempre ha estado “perdidamente enamorado de las aves”. En un terreno privado de siete hectáreas, dispone de tres ambientes concebidos como representación del hábitat natural de su población aviar: uno es de selva húmeda tropical, otro emula los litorales y el tercero, el desierto. Además, su ubicación ofrece, de manera natural, el bosque seco tropical.
En los recorridos, que duran dos horas, se pueden avistar más de 1.700 ejemplares de diferentes especies, algunas endémicas y otras provenientes de otros ecosistemas, pero que se encuentran en peligro crítico de extinción, como Aymara, una cóndor nacida en el aviario. Asimismo, la garza blanca, la grulla coronada cuelligris —que es africana, pero que llegó rescatada del tráfico ilegal—, el loro real amazónico, el carpintero real, el águila harpía y muchos más.