Carolina Borrero Cobijo II (2023). Textil de tejidos vasculares, viruta de madera contrachapada y gasa. 35 x 35 cm.
Wilson Guerrero Análisis de suelo (2024). Pintura sobre raíz de bubinga. 100 x 28 cm.
Lía García Estratigrafía de Casa Luz (2022). Grafito sobre cascarilla de pared. 94 x 87 cm.
Exposición Diálogos, de 2024. Ocre Galería queda en la calle 70A #5-67, en Bogotá
Patricia Chica. Dos de la serie Hojas (2019). Cerámica en relieve. 55 x 33 cm.
Jairo Manzano. Frailejón del Dorado (2024). Escultura en papel. 21,5 x 12,5 x12,5 cm.
Cuando el refinamiento es amable
Ocre Galería está cumpliendo un rol clave en Bogotá. Allí, las obras de arte apelan a la belleza formal y despliegan su encanto por sí mismas, independiente del prestigio o juventud del artista.
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ESTE LUGAR ES como una cantera de talentos de probada maestría y profundidad, pero que aún están por descubrir en el “gran” mercado del arte. Un espacio en el que no es usual que se exhiban nombres archiconocidos de la historia ni tampoco, necesariamente, los consolidados por décadas entre “marchantes”. Asimismo, está lejos de ser una plataforma inicial para artistas excesivamente jóvenes o primerizos, si bien, a veces, sí se encuentra allí arte emergente.
No: las piezas que han tenido el privilegio de disponerse en las paredes de esta casa de Chapinero son, en su mayoría, elaboradas por una franja de creadores, digamos, intermedia: la de los artistas plásticos colombianos que, conocidos o no, dominan su oficio a la perfección y ponen dicha mística en el frente material al servicio de necesidades creativas personales. Personales, pero muchas veces conectadas con debates relevantes en el espacio social. Además, lo logran con cierto refinamiento y sobriedad en los códigos visuales; algo que, en muchos casos, resulta en un “más con menos”, sin mensajes bruscamente dispuestos ni obviedades innecesarias.
El foco, más que el prestigio o el nombre del artista, es la calidad objetiva de su obra, cosa que —admitámoslo— no es tan común en el circuito de galerías tradicionales.
El resultado es que los nombres y piezas artísticas allí exhibidas son capaces de decorar espacios —sí, “decorar”—, sin dejar de ofrecer una que otra reflexión clave o múltiples lecturas más allá de lo meramente formal. “Las exposiciones curadas de Ocre Galería presentan obras que desafían las perspectivas convencionales, invitan a deliberar e inspiran diálogo. Asimismo, buscan ofrecer un ambiente cálido que rompa con los esquemas tradicionales, en el que sus visitantes se sientan siempre bienvenidos y el arte sea para todos”, reza en su página web esta iniciativa, dirigida por la curadora Elsa Pombo en compañía de Alelí Home Decor —un negocio adjunto, en la misma casa—, y abierta al público en 2021.
“Queremos democratizar el arte. Este suele ser un nicho pequeño para pocos que, por los precios que usualmente se manejan, tienen acceso a él. Eso hace que sea un poco excluyente”, le explicó Pombo a REVISTA CREDENCIAL. “Nosotros queremos romper ese paradigma. Si llegas aquí y no sabes nada de arte, no importa: te van a recibir con cordialidad y vas a aprender. Y si tu presupuesto es limitado, también puedes conseguir una buena obra de arte por un valor que se adecúe a él”. Y hay que decirlo: no son tantos los lugares que le apuntan a lo anterior —a esa horizontalidad añorada entre galería y visitante— y que, al mismo tiempo, garantizan albergar piezas que son completas: llamativas —bellas, cada cual a su manera— y conceptualmente sólidas.
En estas páginas, curadas por la misma Elsa Pombo, se despliega una selección de obras que describe el carácter de la Galería Ocre.