“Yo he debido estudiar filosofía, pero no se me ocurrió”: Antonio Caballero
El columnista de revista Semana, uno de los periodistas más escépticos del país, anda escribiendo una historia de Colombia para la Biblioteca Nacional, que la está publicando capítulo tras capítulo, desde la llegada de Colón a América, en formato digital. Por estos días aparecerá en la página web de la institución el cuarto capítulo, que se puede leer sin pagar un peso. A propósito de este proyecto, que llegará hasta la firma de la paz con las Farc, conversamos con él para que hablara, entre otras cosas, de sus años de formación y de su gusto por la pintura y la tauromaquia.
Ismael Enrique Arciniegas escribió que la casa de Tipacoque parecía construida por Cervantes y habitada por el Quijote. ¿Qué recuerda de Tipacoque?
No es que recuerde. Sigo teniendo la casa de Tipacoque y voy muy a menudo. Es una casa que fue la casa de mi padre y la de un montón de abuelos y bisabuelos y sigue siendo la misma, la casa misma rodeada por un pueblo. Fuera de eso no es mucho lo que ha cambiado.
¿Cómo fue su preparación intelectual?
Yo soy hijo de Eduardo Caballero Calderón, que era un escritor, y crecí en su biblioteca, que era muy grande, y yo no tenía ninguna prohibición con respecto a los libros que quisiera coger y leer. Para mí la lectura fue una cosa natural. En mi casa todo el mundo leía. Yo soy mucho más autodidacta que otra cosa porque yo estudié un año de derecho y luego estudié, asistí más bien, vagamente a clase de ciencias políticas en París, pero nunca tuve una educación formal seria universitaria. Y la educación en el colegio siempre me pareció bastante mala, no solo en historia. Yo salí del colegio sin saber prácticamente nada.
¿Tuvo educación católica?
Sí. Mis padres eran católicos. Mi madre, especialmente, era, pero ninguno fue clerical. No les gustaba mucho la iglesia. Y nunca trataron de imponérmela. Yo dejé de ir a misa a los 10 u 11 años y a mi mamá no se le ocurrió imponerme ir a misa salvo a los entierros y cosas de esas.
¿Y sigue siendo católico?
Claro, yo fui educado como católico y he vivido en un país católico y en países católicos siempre. Yo no creo que uno pueda escapar al catolicismo, salvo que haya nacido en Siria o en Iraq.
Usted dijo que en principio quería estudiar derecho…
No, yo estudié un año de derecho, pero no es que quisiera. Realmente yo he debido estudiar filosofía, pero en ese momento no se me ocurrió.
Y luego de un año de derecho tomó cursos de ciencia política, pero su pasión era la pintura. ¿Llegó al periodismo por descarte?
Sí, un poco. Yo tenía un hermano, Luis, que después fue pintor. Cuando éramos niños los dos competíamos en el dibujo, digamos. Y yo dibujaba mejor que él. Cuando él empezó a dibujar mejor que yo, abandoné. Yo era muy malo para las técnicas de la pintura. Yo podía dibujar pero no colorear, digámoslo así. Sucedió como a los 11 años. Abandoné la pintura.
Pero luego vivió en París de hacer dibujos…
Dibujitos, pero no se me ocurrió volverme pintor. También me gustaba escribir. Pero también un poco por azar. Yo empecé a hacer periodismo en Europa en una revista que montó el Economist, que se llamaba The Economist para América Latina, que publicaban en español. Y necesitaban un traductor y yo me presenté y al cabo de dos o tres meses también empecé a escribir artículos. La revista duró poco, tal vez un año. Y empecé a ser periodista de todo: empecé a hacer radio en la BBC en español; y luego en España en Cambio 16, que se estaba montando en ese momento. Quedé atrapado en el periodismo.
Usted ha escrito de todo, yo creo que hasta de ajedrez, o al menos sobre Bobby Fischer, el más grande de todos los ajedrecistas. Ha escrito de pintura, tauromaquia, gastronomía. ¿Empezó en Cambio como periodista cultural?
Hay un libro que recopila mis artículos culturales, pero no quiere decir que me dedicara exclusivamente a eso. Yo llegué a Cambio 16 a escribir temas de política internacional, antes de la muerte de Franco. Cambio 16 fue la primera revista antifranquista dentro del franquismo muribundo, pero para hacer ese antifranquismo había que hablar de cosas ajenas a España. No se podía criticar la dictadura de Franco, por supuesto, pero entonces había que inventarse la manera de criticar la dictadura de Haile Selassie en Etiopía. O después, cuando vino la revolución de los claveles, en Portugal, pues Cambio 16 se dedicó a cubrir la Revolución de los claveles porque no se podía cubrir España. Había que hablar metafóricamente de países extranjeros. Y yo lo que hacía era eso, fundamentalmente.
>>Lea aquí la entrevista al Premio Nacional de Novela 2016
¿Sobre qué temas le gusta escribir?
Sobre arte y sobre toros. Tengo varios libros de toros publicados. Y escribo mucho sobre política, que no me gusta. En el fondo también me gusta, aunque sea para criticar a los políticos y la política, pero prefiero escribir sobre arte.
¿Pero no ha duda de que le gusta picar donde duele en la política?
Es divertido escribir de política, aunque es deprimente a la vez. El periodismo obliga a escribir sobre muchas cosas. Yo no creo en los periodistas especializados, salvo los científicos, los vulgarizadores; pero si no, un periodista tiene que escribir más o menos sobre todo. Debe estar informado sobre todo porque su papel consiste en informar.
¿Tiene una rutina particular para escribir sus columnas?
Varían mucho. Hay columnas que escribo en un par de horas y hay otras que me toman tres o cuatro días. Depende del tema. No tengo rutinas para escribir. Depende de qué tanto tiempo tengo desde que se me ocurre un tema hasta el cierre. El cierre es lo que condiciona.
¿Se toma el plazo que le den?
Exactamente.
¿Cómo terminó de aficionado a los toros?
Yo siempre fui a los toros. Iba un par de veces al año. Era una entretención. Pero, viviendo en España, ya viejo –debía tener 40 años–, descubrí, viendo a Rafael de Paula, que los toros eran una cosa más profunda y más seria de lo que yo había creído siempre. No son simplemente un espectáculo entretenido sino que hay una profundidad filosófica. Entendí que los toros eran un arte a partir de ver torear a Rafael de Paula. Y empecé a descubrir a otros toreros y otras formas del toreo. Entendí en qué consistía el toreo. No es un juego, aunque también es un juego, sino que es muchísimas cosas más a la vez: es una tragedia, es un arte, es una diversión, es una fiesta y una técnica, naturalmente, y algo muy complejo y rico de significados.
¿Pero qué fue lo que vio en De Paula?
Vi en qué consistía la cosa. Antes entendía que consistía en jugar. Y es un juego. Sino que es muchas más cosas. Paula me transmitió una emoción que yo no había conocido hasta ese momento en los toros. Solo la había conocido en el arte y en la poesía.
Pero de pronto el arte no son los toros sino lo que usted escribe de toros. El arte es ese, no las corridas.
Sí, naturalmente que también hay arte en muchos escritores taurinos que yo he leído. Pero es otro arte. Es toda la discusión sobre el crítico como artista. Eso lo planteó Oscar Wild hace mucho tiempo y hoy creo que es perfectamente reconocido: que todo crítico es (o puede) ser un artista, dependiendo de su calidad. Eso es cierto con los toros, pero también con la música y el ajedrez. Hay escritores de ajedrez que son fascinantes para sus lectores. Lo que pasa es que yo no sé ajedrez lo bastante como para apreciarlo.
Y ya que habla de arte, ¿qué opinión le merece el arte contemporáneo?
En el arte contemporáneo, como en toda la historia del arte, lo que se produce es fundamentalmente basura. Lo que pasa es que del arte más antiguo no nos queda todo lo que se ha producido sino solo el de calidad. En el arte inmediatamente contemporáneo lo que vemos es esa marejada de basura, de lo cual no quedará sino el uno por mil, como ha quedado en el arte universal desde hace 30.000 años, desde las cuevas de Altamira. Lo que pasa es que también, como en todo (la ciencia, la literatura), actualmente el exceso de población hace que se produzcan más y más y más cosas, más basura, naturalmente. Siete mil millones de habitantes, como somos ahora, producimos más basura que los mil millones que éramos hace 400 años.
>>Lea aquí la entrevista a la crítica mexicana Avelina Lésper
Si le entendí bien, ¿no es que ahora se haga peor arte? ¿Es la historia la que va a depurar el arte contemporáneo?
Siempre se ha hecho mal arte y buen arte, pero ahora lo que pasa es que es más fácil engañar con la farsa del arte porque para el arte actual no se requieren capacidades técnicas. El arte conceptual, digamos, consiste en tener una ocurrencia y decir (también el arte griego era una ocurrencia: voy a esculpir un discóbolo, pero había que esculpirlo): voy a esculpir un discóbolo y exhibir la idea. Son ocurrencias de opinadores, no de artistas, no llegan a la conclusión de la obra porque simplemente se dedican a sugerirla. Es muy fácil. Por eso hay tanta farsa.
Dicen que es más importante el curador.
Es cierto. Es mucho más importante lo que diga el curador que lo que haga el artista. Entre otras cosas porque como se ha dado por hecho que todo el mundo es un artista sin necesidad de demostrarlo, pues quien filtra eso son los curadores. No se puede exhibir lo que todos los habitantes del mundo producen, que en muchos casos es mierda literalmente. Es famoso el caso del italiano que vendía frasquitos de mierda de artista y se hizo muy rico vendiendo su propia mierda, ante la imbecilidad de la gente que la compraba. Si no la compraran no se habría hecho rico.
Y compran tiburones disecados…
Ese es Hirst (Damien), que es uno de los grandes fraudes del arte contemporáneo. Pero él mismo lo reconoce: hace muchos años dijo: necesito llegar a ser tan rico que pueda ser verdaderamente porquerías y las tomen por arte. Efectivamente, es la relación que existe entre el dinero y el arte y la mierda. La mierda del demonio…
Bueno, pero Hirst sirve para poner en evidencia eso. O sea, no es un fraude…
Sí, pero a la vez lo consideran un gran artista, y él mismo supongo que se considera un gran artista.
¿Cuáles son sus artistas preferidos?
Eso depende de las épocas: ¿Fidias, o Velásquez, o Picasso? Depende. Muchos. Y si le digo, serán distintos pasado mañana. Esas preguntas de a quién quieres más: ¿a tu papá o a tu mamá?, pues depende. Esa lista cambia todos los días. Si me pregunta por la mañana, será distinto de por la tarde.
>>Lea también la entrevista publicada en la edición impresa de septiembre, en la que Antonio Caballero habla sobre historia, política y el proceso de paz con las Farc.