'Better Things', bajo su apariencia de heterodoxia, termina siendo poco más que una glorificación de la comodidad
En la versión de Netflix a la que se tiene acceso desde Colombia, el contenido de películas es realmente pobre. La sección de “Clásicos” es particularmente flaca, y también lo es la de películas producidas en el último par de décadas. La cartelera de Netflix en Colombia está llena de comedias y filmes de terror de tercer nivel, y la diferencia de contenidos con respecto a Norteamérica es realmente apabullante. Me pregunto cómo se escogen las películas que se ponen a disposición del público colombiano: si se parte del supuesto de que se destinan a una población que exige menos calidad y variedad, que ve cualquier cosa para pasar el tiempo, pues tiene un criterio menos formado que el de los norteamericanos y sabe menos ─y necesita saber menos─, o que tiene suficiente con las series y no está interesada en el cine. Me pregunto si los ejecutivos de Netflix reservan para el Tercer Mundo las sobras de su acopio, y si no incluyen en su selección películas importantes en la historia del cine puesto que de esta, después de todo, los tercermundistas hemos participado en menor medida.
Si un colombiano quiere ver buenas películas que no estén actualmente en teatros ─ya sea porque quiere educarse, o simplemente porque quiere disfrutar de lo mejor que ha producido el arte en un mundo del que también Colombia forma parte─ no le queda más remedio que comprarlas, lo cual además de caro suele ser aquí difícil, o hacerse consumidor de contenidos pirateados por Internet. Parecería, para algunos, que el delito de la piratería está justificado en estas tierras por la afirmación de la igualdad ante el derecho a la cultura.
En cuanto a series Netflix no está mal, aunque falten en ella muchas de gran calidad, no ya por discriminación geocomercial, sino porque pertenecen a otros canales: es el caso de quizás la mejor serie que se ha producido en la última década en el mundo, la francesa Les Revenants ─por mencionar tan solo una gran cosa de la que nos perdemos─ y de otras que no son tan buenas ─pero sí culturalmente interesantes─, como Better Things, una comedia de dos temporadas, que se puede ver en FX, ideada por Pamela Adlon y Louis C.K.
La comedia sigue el mismo mecanismo que Louie, la magnífica serie de Louis C.K. (que tampoco está en Netflix): el recuento de episodios de la realidad autobiográfica de su protagonista. Tiene un impecable barniz de feminismo: gira en torno a la cotidianidad de una actriz que vive con sus tres hijas y cerca de su madre. La diferencia entre Louie y Better Things es que, mientras en la primera el protagonista y autor hace un estudio complejo, arduo e inteligente de sí mismo, que deriva en una furiosa autoironía, en la segunda la protagonista (Pamela Adlon) sucumbe a un narcisismo fácil e impúdico. Parece empeñada en hacer de sí misma el personaje más cool que pueda imaginarse, y también el más feliz y equilibrado dentro de los nimios problemas de su mundo (la desafiante adolescencia de su hija mayor, la búsqueda frustrante de sexo, los achaques de su madre, etc.).
La comedia, cuya escritura es precisa y astuta, tiene algunas escenas graciosas, otras ocurrentes y otras ─pocas─ conmovedoras. Sin embargo, bajo su apariencia de heterodoxia, termina siendo poco más que una glorificación de la comodidad. Exhibe un moralismo de la concordia ─de la tranquilidad que dan los bienes materiales─, y erige la armonía familiar por sobre todas las cosas. El personaje, que al principio promete ser contradictorio y complejo, termina siendo un estandarte del ideal femenino de la estadounidense liberal: la “mamá” comprensiva y trabajadora (pero no demasiado trabajadora), bienpensante, bienhaciente y, por supuesto, muy adinerada.
*Publicado en la edición impresa de marzo de 2018.