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Es el día 16 del mes 2 del año 1430. Un hombre recorre a la sombra los doscientos metros que separan su casa de la mezquita Omar Ibn Al Khattab. Arrastra sus chanclas de cuero por una de las pocas calles del pueblo que la arena del desierto y el viento del mar no han horadado. Va murmurando algo en voz baja. Viste una túnica gris y en la mano izquierda lleva un collar de cuentas.
No me acordaba muy bien de su cara, pero sí de su nombre. Cuando yo era niño, Hernando Segura le dictaba clases de contrabajo a mi papá. Por esos tiempos, el paisaje estudiantil de la facultad de música de la Universidad Nacional era sobrio y místico. Después de veinte años, la cosa no ha cambiado mucho.
De puertas para afuera
De puertas para afuera
Hablemos de Verónica. Digamos que viaja sola en su automóvil por la carretera. No entremos todavía en detalles sobre su aspecto, pero convengamos en que se trata de una mujer atractiva. Y supongamos que se le pincha una llanta o que su carro sufre algún otro tipo de daño que no sabe cómo reparar.
Como todas las niñas, la barranquillera Nina García (Ninochtka, reza su fe de bautismo) acechaba el momento en que el guardarropa de su madre se abría para descubrir un tesoro deslumbrante de zapatos, finas prendas, accesorios, joyas de ensueño, que ella se probaba con un deleite desmedido e inusual en una muchachita de tan escasos años.
Si es verdad, como dice el filósofo Daniel Pecaut, que antes que nada a Colombia le hace falta un relato nacional, también es cierto que buena parte del mismo estaría marcado por las narrativas de la violencia; y más o menos en los últimos 30 años, de la sicaresca, que es como se ha dado en llamar al relato omnipresente del narcotráfico en las industrias culturales.
Juan Esteban Constain, escritor: 10 idiomas
Su madre es italiana; su padre, colombiano. Más que un interés consiente, Constain tuvo un contacto cotidiano con dos estructuras y realidades lingüistas diferentes. Con el pasar del tiempo, fue descubriendo que las lenguas se habían convertido en su goce. “Fui encontrando el placer que significaba estar en varios universos a la vez”, afirma.
De frente
Mitt Romney parece un hombre intachable, el americano ejemplar. Blanco, maduro, con apenas unas canas que engalanan sus sienes y un bronceado que permite advertir que pasa buen tiempo al aire libre, ni flaco ni gordo, con una sonrisa de cartel y un corte de pelo a prueba de ventarrones. Porta unas limpias credenciales familiares: su padre fue presidente de General Motors, gobernador de Michigan y precandidato republicano en las elecciones de 1968; su tatarabuelo fue uno de los primeros americanos que se convirtieron a la fe mormona.
“¡Azúca!”. Este grito de la famosa y recordada cantante Celia Cruz se constituye en una de las palabras que mejor simboliza el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Colombia y Estados Unidos. El producto será uno de los que marcará las nuevas relaciones comerciales entre los dos países. Junto a las confecciones, los textiles y las flores, el azúcar entra por la puerta grande al mercado más grande del mundo.