22 de noviembre del 2024

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Me atrevería a decir que existen pocos artistas escultores de gran formato en el país. Sobre todo de esos que han dejado de lado los materiales comunes y se han decidido por aquella materia mágica, esa que sólo sale del fondo de la tierra, de las costas y de las alturas de las montañas: un material tan difícil de trabajar como es la piedra.

A comienzos de 1931, un futbolista llamado Luis Monti, y quien lo tenía todo en su patria, tuvo que abandonar la Argentina en silencio, de incógnito. Había sido ídolo y referente antes del Mundial del 30: el eje del seleccionado que perdió la final de aquel torneo ante Uruguay. Su vida cambió en menos de 24 horas por una extraña visita. El 29 de junio de aquel 1930, Monti fue abordado por dos sujetos oscuros que intentaban hablar español, de apellidos Scaglia y Benneti.

Nació en Cali en 1975, pero gran parte de su vida la ha pasado en Bucaramanga. Estudió Diseño Industrial con énfasis en Artes Plásticas en la Universidad de los Andes y más adelante se fue para Pietrasanta (Italia), en donde encontró la pasión por la escultura. Hace unos meses fue el ganador de la Bienal Internacional de escultura de Chaco, realizada entre el 21 y 28 de julio en Argentina.

Andrés Pastrana nunca lo supo. No supo que por allá, en un apartado rincón del primer clóset de la Nación, en la casa privada del Palacio de Nariño, yacía, arrugada y sin olor, una vieja guayabera que alguna vez perteneció a su antecesor Ernesto Samper.

El debate político ha comenzado a girar sobre las posibilidades de progreso y bienestar que la paz abrirá a Colombia. Más allá de que semejante discusión tiene algo de temerario cuando ni siquiera se han sentado a la mesa los negociadores, lo cierto es que los planteamientos sobre el futuro del país después de la desmovilización de la guerrilla han estado dominados más por los buenos deseos que por una evaluación cuidadosa del escenario que crearía la disolución del grupo armado.

Vino al país por primera vez en 1964. Pécaut, sociólogo y filósofo, por aquellos días empezaba a interesarse por la complejidad de la violencia colombiana. Qué iba a imaginar que aquel tema lo ataría por siempre a nuestro país. “Desde esa fecha casi no paso un año sin que regrese a Colombia por una duración variable”, asegura. Entre sus obras sobresalen Orden y violencia en Colombia y Guerra contra la sociedad. 

Este historiador, autor de clásicos como Intercambios violentos y Dos ensayos especulativos sobre la violencia en Colombia, vino por primera vez en 1963. Ahora vive entre Londres y Bogotá, pues sigue en su propósito de entender nuestro país. 

 

En el corto plazo (un año)

Una paz negociada le sirve de inmediato a Santos, que querrá reelegirse. La negociación comenzará en octubre, pocos meses antes de que el presidente decida si se postula o no a un segundo período. Para que la paz le aporte a su campaña presidencial, tendrá que obtener un logro palpable en la mesa. Las Farc harán un gesto para que Santos se reelija y la negociación continúe. Pero ¿a qué precio?

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