Los androides de la salud
La película Yo, Robot, protagonizada por Will Smith y Bridget Moynahan, muestra un mundo en el cual los androides están diseñados para ayudar al hombre. Incluso están regidos por leyes inquebrantables para jamás hacerles daño a los humanos.
En el mundo real existe una científica –a quien comparan con la doctora Calvin, interpretada por Moynahan en la película–, que es una suerte de psicóloga de robots. Se trata de Maja Mataric, directora, entre otros muchos cargos, del Robotics and Autonomous Systems Center (RASC), con sede en California. Mataric está convencida de que los robots pueden ayudarle a la gente a interactuar mejor con las máquinas, e incluso a relacionarse de forma más idónea con sus pares humanos.
La ingeniera explica que muchas de las dudas de las personas sobre los robots con forma humanoide e inteligencia artificial avanzada tienen que ver con que Hollywood típicamente ha vendido la idea de robots que matan o que se salen de control, incluso cuando están programados para no errar, como el de la cinta de Proyas, basada en hipótesis formuladas por el propio Isaac Asimov. Mataric señala que es demasiado complicado incluir un código con tales leyes en un robot.
La científica dice que es incluso difícil hacer que un robot cruce una calle congestionada o que recoja un objeto del piso de forma segura, mientras que en cambio sí se le puede programar para que realice tareas específicas.
Mucho bandido
En 2008, Mataric y su equipo crearon el robot Bandit (Bandido), un torso de aspecto humanoide que se movía sobre una plataforma con ruedas, diseñado para que jugara con ancianos con la enfermedad de Alzheimer en un centro para adultos mayores en Estados Unidos.
La tarea del robot era ponerles el reto de adivinar canciones a partir de una pequeña pista sonora que el mismo androide reproducía. Con este sencillo desafío, los pacientes fueron aceptando la presencia de la máquina en sus vidas, al punto que lo llamaban “mi amigo”. La doctora dice que el tamaño del robot era el de un niño pequeño, por lo cual muchas de las personas en el centro geriátrico lo asociaban con sus propios nietos, y eso les ayudaba a encariñarse con este.
Desde el punto de vista médico, la tarea propuesta por el robot les ejercitaba la memoria y les traía emotividad a sus vidas, pues la lista de canciones estaba basada en éxitos de la época de juventud de la mayoría de pacientes. La interacción con la máquina era total, pues era necesario presionar los botones correctos para adivinar y emparejar la clave musical inicial con la canción correcta, que sonaba completa a manera de recompensa cuando la tarea se ejecutaba correctamente.
La salud en laboratorio
En el campo de la medicina, ya existen robots capaces de tomar muestras de sangre del brazo de un paciente. Otros asisten con gran precisión a los cirujanos en el quirófano y unos más pueden suturar una herida. Pero esos no son los robots humanoides que la gente asocia con lo que verdaderamente es un androide. El aspecto es importante, sobre todo en la salud, porque le brinda al paciente más confianza. La compañía Anybots Inc. fabrica máquinas robotizadas con apariencia humana que están en capacidad de cuidar pacientes, llevarles comida, objetos o medicinas, y asistirlos en tareas sencillas. Ante todo, tienen la capacidad de servir de compañía, como lo haría una mascota.
Tales avances suponen un alivio para pacientes y profesionales de la salud por igual, aunque falta elevar los niveles de seguridad de los robots, especialmente en garantizar que nadie pueda alterarlos o manipularlos sin la debida autorización.
Estos son algunos de los robots que ya se usan para asistencia médica y el cuidado a personas:
Robear. Su nombre es una combinación entre ‘robot’ y ‘bear’ (oso, en inglés). Tiene la capacidad de levantar a una persona y cargarla en sus brazos, por lo cual es muy útil para ayudar a individuos con movilidad reducida a subirse y bajarse de la cama, a pasarlos de la cama a una silla de ruedas, y viceversa, y asistirlos a entrar y salir de la bañera.
El robot humanoide, con cara de caricatura, podría aliviarle el trabajo a una enfermera, que a diario tiene que lidiar con acostar y levantar a pacientes por lo menos 40 veces, con las consecuencias que el exceso de peso tiene sobre el cuerpo del profesional de la salud.
Tug. Aunque este robot no tiene forma humanoide, ayuda en hospitales a cargar bandejas con medicamentos o comida para los pacientes. Lo hace sin intervención humana y tiene la capacidad de llevar a cuestas casi media tonelada de peso, lo que también resulta beneficioso para la calidad de vida de enfermeras y asistentes humanos.
El robot se recarga de energía en una estación en la que un operario le asigna su misión de entregas mediante una pantalla de contacto. Cuando termina, el robot vuelve solo a tomar un poco de energía eléctrica y a que le asignen otra tarea.
Mabu. Este robot es un acompañante de pacientes que, mediante sonrisas y caras tiernas, les recuerda a estos los horarios de las medicinas. Tiene la facultad de conectarse de inmediato con un médico o una enfermera, en caso de emergencia. Mediante una tableta que lleva en el pecho, el paciente puede interactuar mejor con el androide.
Xenex. Es un robot de hospital que se encarga de desinfectar todos los rincones mediante luz ultravioleta de alta intensidad, con el fin de reducir la posibilidad de que bacterias hospitalarias afecten a empleados y pacientes. La diferencia con cualquier otro aparato es que no necesita que un humano esté operándolo o supervisándolo todo el tiempo.
Asimo. Este robot, creado en el 2000 por el fabricante japonés Honda, se ha convertido en el símbolo de los robots humanoides y tiene muchas aplicaciones de asistencia en la vida diaria y en hospitales. Ya es estrella de cine, pues una de sus versiones aparece en la cinta Robot & Frank, del 2012.
Ellie. Aunque no tiene cuerpo físico, este psiquiatra virtual, creado por el Instituto de Tecnologías Creativas de la Universidad de Santiago de Compostela, España, interactúa con sus pacientes mediante un avatar en el sitio web de la universidad. Ellie hace preguntas, escucha y puede reconocer el estado de ánimo de su interlocutor mediante sensores que ‘leen’ el rostro de la persona. El usuario puede escoger entre hombre y mujer, y es capaz de detectar las inflecciones de la voz para afinar su forma de enfocar sus ademanes y asentimientos. Ellie no puede diagnosticar pero, por lo pronto, escuchar es su principal valor agregado. Este es un servicio por suscripción.
*Publicado en la edición impresa de mayo de 2018.