21 de noviembre del 2024
13 de Abril de 2015
Por:
Kesmira Zarur Latorre, Carlos Sandoval Jaramillo

¿Cómo se hace uno de los espectáculos más maravillosos del planeta? Estuvimos en su laboratorio y nos encontramos con los detalles secretos de su preparación.

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Entretelones del Circo del Sol

 

Como todo en el Circo del Sol, la imaginación juega uno de los papeles protagónicos más importantes, no solo a la hora de crear las obras y ponerlas en escena, sino también cuando la historia se propone viajar al pasado para hacer una revisión de los orígenes de esta inagotable fábrica de sueños y entretenimiento.
Ahí es cuando las páginas se devuelven 30 años y se detienen en la bahía de San Pablo (Baie Saint Paul), una encantadora población canadiense en el norte de la provincia de Quebec, punto de encuentro de artistas, músicos y soñadores.
En esa ciudad histórica, bohemia y cultural, ubicada a 400 kilómetros de Montreal, germinó la primera semilla de lo que hoy se conoce como el Circo del Sol. El gestor: Guy Laliberté.
Él, un adolescente acordeonista, lanza fuegos y zanquero, que soñaba con romper la rutina de la vida tranquila que le ofrecían sus padres, convenció a sus compañeros de calles y plazas públicas de unir sus talentos para montar entre todos un solo espectáculo.
Fue el primer paso de un sueño, que se hizo realidad cuando logró que el naciente Circo del Sol participara en la conmemoración de los 450 años del descubrimiento de Canadá, lo que le permitió presentarse en once ciudades, frente a unos 8.000 espectadores. Era junio de 1984.
Hoy el Circo es una gran familia de 4.000 soñadores que lleva su magia a los cuatro rincones del planeta, con cerca de diez espectáculos fijos en Las Vegas, Orlando y en la Riviera Maya mexicana, y ocho itinerantes que, coordinados todos desde su cuartel general en Montreal, hacen realidad mundos imaginarios como los de Quidam, Varekai o Corteo.
Este cuartel general, un gran complejo de 75.000 metros cuadrados emplazados en uno de los sectores más vulnerables de la ciudad, es el punto de encuentro, de génesis, de desarrollo y de preparación de todos los espectáculos y proyectos que llevan el sello y los colores azul y dorado del Circo del Sol.
En aquel ‘estudio de creación’, como ellos llaman a esta gran fábrica de sueños, han nacido, desde 1997, 34 montajes y otros tantos espectáculos privados ‘hechos a la medida’ de clientes como Ubisoft (productora de juegos de video), Xbox, Bell o los Juegos Panamericanos de Toronto 2015.
Eventos que, desde el nacimiento del Circo del Sol, han sido aplaudidos por cerca de 150 millones de espectadores, en 300 ciudades de 40 países, según cifras entregadas por la misma dirección, que agrega que solo en el 2014 “cerca de 15 millones de personas alrededor del mundo vieron sus presentaciones”.

 

Del edificio a la carpa

 

Los encargados de hacer realidad los espectáculos son artistas de 50 nacionalidades diferentes, quienes después de semanas, e inclusive meses, de ensayo en la sede de Montreal viven un momento especial al saltar al verdadero escenario, a la gran carpa.
Música, saltimbanquis, malabaristas, maquillajes, fantasía… Así comienza una noche de espectáculo. Los artistas se mezclan con el público, hacen bromas, distienden el ambiente mientras otros trepan por los andamios para comenzar sus números descolgándose desde lo alto.
Nadie en el público se imagina que entre aquellos acróbatas se hablan unas 25 lenguas diferentes, muchos de ellos no dominan ni siquiera el inglés, prácticamente la lengua oficial, y deben apoyarse en los buenos oficios de un traductor para comprender las indicaciones básicas de sus directores artísticos.
Las luces se apagan para dar paso a los reflectores. La música cambia de tono y en ese momento se constata que la orquesta que está ahí, en vivo, no es una banda como las de las fanfarrias tradicionales de circo, sino un actor de primer orden dentro del engranaje de la obra, con identidad propia. El compositor de varios de los montajes del Circo del Sol, René Dupéré, lo decía: “Que la música sea la voz y la narración de un espectáculo”.
Definitivamente no es un circo convencional, es una obra de teatro con acrobacias, efectos especiales y unos artistas integrales entre quienes hay acróbatas, actores e inclusive atletas olímpicos.
“Su familia son sus colegas del circo”, como ellos mismos lo reconocen. Algunos tienen esposa (o) e hijos, quienes muy ocasionalmente los acompañan en las giras o los visitan, por ejemplo, durante las temporadas de vacaciones escolares.
Chantal Coté, gerente corporativa de Relaciones Públicas del Circo del Sol, explica que cuando el Circo está de viaje, el departamento de logística se encarga de los trámites administrativos para cada obra (visas, permisos de trabajo, aduanas), transporte, hospedaje y alimentación. “En cuanto al alojamiento, se separan varias habitaciones de hotel. Todo depende de la ciudad, del tiempo de estadía en cada plaza”.

El nacimiento de una obra

Todo comienza cuando Guy Laliberté o los directivos del Circo consideran que es hora de crear un montaje para sumarlo a la lista de los 34 que han presentado en estos 30 años. Se reúnen para exponer lo que les gustaría y lo que no quisieran ver en escena y, de este modo, fijar las bases de una primera idea general.
Es el paso inicial de un proceso de creación, que puede durar hasta tres años, en el que los responsables de cada departamento (vestuario, maquillaje, luces, sonido, coreografía y composición musical, entre otros) nutren la idea desde sus respectivos campos para darle forma al proyecto.
En ese momento, ya se puede hablar de los primeros ingredientes de una receta especial. Allí entra en escena el departamento de casting, un equipo de “cazadores de talentos que viajan por el mundo en busca de músicos, payasos, atletas, cirqueros y artistas”, agrega Coté.
El equipo de casting se encarga también de evaluar todos los videos y ‘demos’, que llegan a los cuarteles generales de Montreal, enviados desde los cinco continentes por quienes creen tener algo para mostrar y que sueñan con hacer parte de alguna de las creaciones del Circo del Sol.
Si alguien les interesa, lo contactan y, de acuerdo con las necesidades de las nuevas obras o las ya existentes (siempre hay algún artista que debe ser reemplazado, por cualquier motivo), lo inscriben en una formación intensiva que permita “ponerlo a punto” para que encaje en el engranaje de todo el sistema.
“Ellos tienen ya su talento. Lo que se hace en la formación es enseñarles a proyectar esa habilidad al resto del equipo y hacia el público”, afirma la gerente.

El Circo por dentro

 

Los escogidos comienzan su entrenamiento integral, que puede durar algunas semanas o varios meses, en los cuarteles generales de Montreal. Allí le asignan una habitación en la residencia para artistas, un edificio adecuado especialmente para alojarlos, que fue construido en el mismo terreno.
La formación incluye no solo la parte escénica (manejo de público, coreografía, movimientos, acrobacias), sino también el aspecto estético. Como la mayoría son atletas y acróbatas, no artistas, “los motivamos a sacar esa gracia especial que cautiva a los asistentes, una sonrisa, un movimiento corporal agradable, el ‘toque’ característico del Circo del Sol”, continúa.
Desde el momento en que se crea el personaje, se piensa también en el vestuario y los accesorios, para subrayar aquel aspecto estético que se ha convertido en el sello y la imagen de las puestas en escena.
Como en un libro de recetas, en la sala de maquillaje existe el ‘cómo hacer’ cada personaje, paso a paso, de manera que pueda perdurar el mayor tiempo posible con las obras, aun si el actor no es el mismo. “Una copia de este ‘manual de instrucciones’ se le entrega al artista. Él debe ser capaz de maquillarse solo cada vez que el circo sale de gira”, explica Coté.
El vestuario también tiene sus códigos y su ‘hágalo usted mismo’. El Circo compra rollos de tela blanca y los estampa, dependiendo de las características y la imagen que se desea proyectar de cada personaje, de acuerdo con el concepto creado por el diseñador.
Así, si el traje se desgasta por el uso –hay obras que están de gira desde hace unos 10 años, como Corteo– o si se necesita hacer otro a la medida de un actor que reemplaza al tradicional, el departamento de vestuario comienza de ceros con el rollo de tela.
“Evitamos el riesgo de que pasen de moda o se acaben las existencias en el mercado de telas estampadas o de ciertos materiales. Las hacemos nosotros mismos para que no se afecte la obra en su concepción original”, agrega.
Para este efecto, en la sede central los talleres textiles y de marroquinería ocupan un piso donde cerca de 300 especialistas se encargan del diseño de las telas, de la creación y la confección de los trajes, sombreros, pelucas y zapatos de los 1.300 personajes que le dan la vuelta al mundo.
Todo es creación en el Circo del Sol. Así lo demuestra cada uno de los empleados y artistas de esta fábrica de ideas donde, según su lema, “no hay límites, todo es posible si se tiene el coraje de seguir los sueños y la imaginación”.