El colombiano Luis Miguel Bermúdez, entre los mejores 10 profesores del mundo
A inicios de 2010, Luis Miguel Bermúdez comenzó a trabajar en el Colegio Gerardo Paredes, sede A, una institución pública en el barrio Rincón de la localidad de Suba, en Bogotá, en donde encontró que los comportamientos de los 5.150 estudiantes reflejaban la problemática colombiana a pequeña escala. “La violencia estaba presente en el juego, el saludo y el lenguaje. Las mujeres peleaban porque les quitaban el novio; los hombres, porque los tildaban de homosexuales”. Un panorama al que se le sumaba un promedio de ocho embarazos por curso entre los grados séptimo y once.
El profesor recibió la dirección de uno de los cursos de séptimo. Durante ese año procuró solucionar los problemas de sus estudiantes y apoyarlos para que cumplieran con sus logros académicos. Por eso se desmoronó cuando supo que una de sus niñas –sus alumnos tenían 11,12 y 13 años– había sido violada. Esta sensación se profundizó al año siguiente, cuando descubrió que otra de sus alumnas, durante las vacaciones, había tenido gemelos. “Vi a la niña, de 14 años, criando a los niños como muñecos. Eso, sumado a lo que le pasó a la otra niña, me cuestionó. ¿Para qué enseño proyectos de vida si a ellos desde pequeños se les arruina todo?”.
Encontrar las causas de los embarazos y la violencia de género en su colegio se convirtió en la tesis de grado del doctorado en Educación que adelantaba. Revisó la biografía y probó si las causas señaladas en los libros aplicaban para su colegio. Ni la internet, ni la música, ni la ignorancia sobre los métodos de planificación eran el problema. A punta de escuchar a sus estudiantes, descubrió que la raíz estaba en los prejuicios culturales. Las niñas decían: “Mis compañeras creen que la niña que planifica es una quitanovios”. “Si mis compañeros se enteran pensarán que estoy dispuesta a todo”. Mientras que los hombres contaban: “Mis amigos dicen que con condón no se siente nada”. “Si un hombre planifica no es un macho”. El profesor entendió por qué sus alumnos no planificaban y que la vigilancia de la virginidad de las niñas y la presión para que los jóvenes comiencen su vida sexual eran las primeras muestras de violencia de género a las que estaban expuestos. Este año, por alejarse de las charlas estándar de educación sexual y construir un currículo de ciudadanía sexual, con el que consiguió que su colegio pasara de tener 70 embarazos al año a solo uno, el profesor ganó el título de Gran Maestro de la Fundación Compartir.
*Publicado en la edición impresa de diciembre de 2017.