“Siempre creí que era mejor rockero que baladista pero resultó que estaba equivocado”: Miguel Ríos
¿Qué cambió en su carrera cuando pasó de ser Mike Ríos a Miguel Ríos?
En términos musicales muy poco. Yo empecé con el nombre de Mike Ríos porque la compañía de discos lo decidió así, sin avisarme. Yo había preparado unos cuantos 'rocks' para mi primer disco porque yo grababa extender plays (discos de cuatro canciones), y cuando ya estaba preparado para entrar a estudio, el director artístico me dijo que tenía que cambiar, que había salido el twist, que el rock había muerto. Fue la primera vez que oí eso. A finales de 1961 me dijeron que tenía que preparar ese nuevo ritmo. No tuve más remedio porque tenía una dependencia muy grande de la compañía disquera. Lo grabé y aparecí en el disco como Mike Ríos sin tener ni idea y fue un trastorno para mí. Nadie hablaba mucho inglés, ni yo, así que lo pronunciaba como sonaba. Yo decía mique. Pero musicalmente era lo mismo, porque el twist fue de momento y el rock and roll sigue campando por sus victorias hasta el día de hoy.
¿Cuáles fueron los artistas que lo marcaron musicalmente durante su infancia?
Elvis Presley fue un paradigma, pero cuando me di cuenta de que lo que había hecho era usurpar la música de gente como Chuck Berry, Eddie Cochran o los músicos del triángulo del Misisipi, pues claro, los seguí a ellos.
¿Cómo cree que el rock influyó en España en la época en la que usted empezó?
Fue importantísimo para la gente joven de aquella época, de mitad del siglo XX. El rock se convirtió en una señal de identidad, en una forma de expresión y una manera de entender la existencia. Fue una especie de rebelión contra la generación anterior, contra el mundo de los padres. Tuvimos la suerte de tener nuestro propio relato, nuestra propia narración de la historia. Yo creo que el rock fue muy importante no solo para España sino para la humanidad porque fue un género que ayudó a la modernización de costumbres y a la liberación de mucha gente de una forma espiritual e intelectual.
¿El rock tiene ese mismo poder en la actualidad?
Creo que después de más de sesenta años de trayectoria, el rock se ha convertido en un clásico. Los jóvenes rockeros de ahora siguen a músicos que establecieron una forma de hacer música. Hay mucha gente que toca como Jimi Hendrix o Jimmy Page. Creo que el rock es una música demandante. No es una música de usar y tirar como se ha puesto tan de moda ahora. El rock necesita militantes, gente que entienda que ese género no es solo un pasatiempo. Hay otros géneros que sí ocupan ese espacio de música para no pensar, para no conservar.
¿Cree que el internet mata la música?
Es un nuevo paradigma. En mi casa en Granada (España) mi padre tenía un gramófono, uno de esos elefantes con altavoz a los que les dabas cuerda y usaba unas placas de pizarra de 28 revoluciones por minuto. Yo he vivido el cambio desde ese gramófono hasta el streaming de hoy. La gente ya no necesita tener ningún soporte para escuchar música. Pero no creo que el internet mate la música pero, al hacer el acceso tan fácil, la ha desvalorizado. Internet en sí es una herramienta y no se le puede culpar de nada, lo que hay que mirar es el uso de la misma.
¿Tiene alguna canción suya que le signifique emocionalmente más que otras?
Hay una canción que se llama Bienvenidos que fue el principio de Rock and Ríos, el disco que hice en directo. Es una letra que hice en compañía de la música de Tato Gómez y para mí es la más emblemática. Pero hay muchas más. Creo que soy más intérprete que cantante y hay un amor similar por canciones por canciones que no son mías como Santa Lucía, que es de Roque Narvaja, y Todo a pulmón, de Alejandro Lerner.
Santa Lucía ha sido una de las canciones más importantes de su carrera. ¿Qué pasó en su vida, musicalmente hablando, antes y después de interpretarla?
Bueno, yo ya había hecho antes el Himno de la alegría. Pero Santa Lucía fue una especie de consagración en la música. Siempre creí que era mejor rockero que baladista pero resultó que estaba equivocado. A la gente le gustaba más que interpretara baladas.
¿Con qué cosas de su vida se encontró mientras escribía su libro autobiográfico Cosas que siempre quise contarte?
Encontré mucho sobre mí mismo, cosas que yo no sabía o que había olvidado. Tuve una suerte enorme de tener un cuñado, el esposo de mi hermana mayor, que conservó todas las cartas que le escribí después de la muerte de mi padre. Él de alguna manera tomó ese rol en la familia y antes de morir me dio todas las cartas. Eso me sirvió para recordar aquellos años y retomar lo que se me había quedado en el tintero. Descubrí que escribir es maravilloso porque te permite alejarte del mundo real y contar tus historias como quieras contarlas.
¿Escribiría una segunda parte?
No, llevé ese primer libro hasta justo el día en que dejé de hacer giras como profesional.
¿Tiene algún autor o libro favorito?
Sí, tengo varios, incluso algunos colombianos. Además de Gabriel García Márquez, que es el tótem de todos los autores y de todas las literaturas, el divulgador máximo de la novela y el Cervantes de este siglo, sigo a Héctor Abad Faciolince, me gusta mucho.
Regresa a Colombia junto a Ana Belén, Joan Manuel Serrat, y Víctor Manuel después de 20 años de la primera gira de El gusto es nuestro. ¿Cómo ha sido trabajar con ellos de nuevo en este proyecto?
Somos artistas muy complementarios porque somos generacionales y nos respetamos mutuamente. Yo soy la parte más rítmica del concierto, de alguna forma soy el verso libre porque canto en su mayoría canciones de rock. Cada uno aporta diferentes cosas, como si fuéramos una paleta de colores y cada uno tuviera coloraturas diferentes para pintar el cuadro "El gusto es nuestro".
Aunque venga con esa onda rockera, ¿le sorprende que la gente todavía le pida baladas como Santa Lucía?
Me sorprendería que no me la pidieran (risas).
¿Qué caracteriza al público latinoamericano?
Es más participativo.