Foto cortesía Teresita Gómez.
Foto cortesía Teresita Gómez.
28 de Febrero de 2023
Por:
Arantxa Díaz Aguirre

A las puertas de sus 80 años, la pianista más reconocida del país ha demostrado que la música es más fuerte que el racismo. 

TAGS: Música

La insuperable Teresita Gómez

LAS RISAS, la calma y la sabiduría con la que habla Teresita Gómez son las señales más claras de que los años son los mejores maestros en la vida. A esta laureada pianista le gusta Schumann, Brahms y otros compositores románticos, pero sobre todo es una apasionada por la música colombiana. 

Ella, con su piel morena y su valentía, se atrevió a llevar sus tradiciones —musicales y raciales— a escenarios de la música clásica y tocó libremente bambucos y pasillos frente a un público que aún no entendía el valor de estas mezclas. 

Teresita ha tenido una vida digna de un guion cinematográfico, y a pesar de las luchas y a veces derrotas, a sus casi 80 años sigue activa como intérprete y como maestra de piano. Ensaya todos los días así no haya recital y está convencida que así será hasta el fin de sus días.

Aprendió sus primeras piezas escuchando a otras chicas que tocaban el piano en el Instituto de Bellas Artes de Medellín. ¿Recuerda cuáles fueron esas primeras melodías?

Como yo era la hija de los porteros, vivía fascinada oyendo a las niñas y aprendía de oído lo que ellas interpretaban. Recuerdo El reloj de Cucú y La marcha de soldadito. Incluso, a veces me dejaban entrar a las clases porque yo me quedaba quietecita. Lo único que quería era ver cómo tocaban para que, por la noche, cuando nadie ensayaba, yo pudiera sacar la piecita. Esas fueron mis primeras melodías a escondidas. 

Y luego le daba "conciertos" privados a su papá para mostrarle eso que aprendió… 

Sí, yo creo que eso fue algo premonitorio, porque esos momentos me llenaban de alegría. Mi papá aplaudía y llamaba a mi mamá para que también escuchara. Aunque ella vivía asustada de que yo tocara los pianos por miedo a que nos echaran. Uno chiquito no se da cuenta de eso, no percibe los problemas, pero a medida de que fui creciendo entendí que la situación de ellos no era fácil.

¿Cómo fue eso de que su madre le dijo, cuando era niña, que su piel era de color oscuro porque había bebido tinta china? ¿En qué momento reconoció la realidad?

Lo primero que reconocí era que mis papás eran blancos. Mi mamá era de esas paisas bellas de Marinilla, Antioquia. Cuando me dijo que yo tenía este color porque me tomé un frasco de tinta china, pues yo le creí. Ya después, hacia los siete años, no le creía ese cuento y le empecé a preguntar que porqué ella era tan blanca y yo tan negrita, y me decía “no pregunte esas bobadas”, pero más adelante me enseñó un verso: “Morenita soy, señora, y no niego mi color, y entre rosas y azucenas lo moreno es lo mejor” [se ríe]. Ahí ya mejoró la situación.

Uno de sus compositores favoritos es Bach. ¿Cuál es la pieza que más le gusta interpretar de él? 

Para mí Bach ha sido algo muy grande. Desde niña me encantó, él me ayuda a librarme de angustias, es el compositor que me ayudó a rehabilitar mis manos cuando me las operaron. De él me gusta casi todo, pero en especial me gusta interpretar dos de las seis Partitas; toco el Concierto Italiano y Preludio y Fuga. He hecho conciertos a dos pianos de sus composiciones. Yo organicé el Festival Bach en Bogotá, Cali y Medellín como en los años setenta. Para mí es la música antes de Bach y después de Bach, como cuando se dice antes de Cristo y después de él.

¿Hay alguna pieza musical que le haya costado más trabajo aprender, alguna que le haya ‘sacado canas’?

La música siempre me ha sacado canas [se ríe], es algo inalcanzable. Voy a cumplir 80 años y es fuerte porque cada vez quieres hacerlo mejor y nunca se llega a alcanzar ese ideal personal que se tiene, pero poder seguir haciendo esto un tiempito más me llena de alegría.

Con respecto a tu pregunta: yo no soy mucho de música contemporánea. Yo soy más chapada a la antigua, las veces que lo intenté me costó mucho y dije: “No es para mí”. Igual, lo demás me ha costado, porque lo más sencillo es a veces lo más difícil. Todas las obras tienen su complejidad, pero siempre, con el trabajo, se logra.

¿Cuántos pianos tiene en su casa?

Tengo tres, todos me los han regalado.

¿Y tienen algún nombre?

No, no. Pero en el Día del Padre, mis hijas dicen que su papá ha sido cada uno de ellos.

O sea, su marido ha sido el piano.

Pues sabe que sí, es el que nos ha dado la posibilidad de que estemos bien. Imagínese, madre cabeza de familia. Sostener esto requiere de esfuerzo.

¿Por qué decidió dejar de lado la composición?

Cuando era más joven, o menos vieja, ¿cómo se dice? [risas], a veces improvisaba, pero nunca me senté a componer porque creo que ese es otro campo y requiere un trabajo diferente al que yo he hecho. En mi época, o se estudiaba piano o composición, pero no se podía salir con ambas cosas. Ahora se ha abierto más el panorama, así que con los alumnos se trabaja en el enfoque que quieran.

“En la raza negra hay un caudal musical grandísimo”

¿Qué sacrificios ha debido hacer por su dedicación a la música? 

Mis amores nunca funcionaron, quizá por eso, porque yo creo que debe ser muy cansón vivir con una pianista. Así que llegó el momento en el que entendí que me iba a quedar sola, aunque nunca lo había pensado. Yo siempre creí que iba a tener una familia, con esposo y todo, pero no se pudo. Uno tiene que entender que en la vida hay faltantes, uno no puede tenerlo todo. Yo creo que he hecho una carrera en donde me ha ido bien dentro de todas las cosas difíciles, en este momento de mi vida estoy contenta porque he podido llegar hasta aquí, he hecho una carrera digna, aún con ese tipo de “sacrificios”.

La música, la meditación y algunas prácticas budistas han sido parte de su vida, y lo son aún, ¿qué importancia tienen para usted?

Yo no hubiera llegado hasta aquí sin eso. Mi maestro de cabecera ha sido Paramahansa Yogananda, quien a los 18 años me ayudó a salir del duelo de la muerte de mis padres. En ese momento ya tenía una hija y quedé en pánico. Desde niña fui muy devota, mis padres eran católicos, pero más grande quise tener otra vida religiosa. Encontré el yoga, en el que me metí, y todas estas prácticas de Oriente junto con la música, han sido lo mejor que me ha pasado en la vida.

Para celebrar sus 80 años este 2023, publicará un libro sobre su vida. ¿Cómo ha sido elaborar esta publicación?

Estamos trabajando con Beatriz Robledo, ella es la que está escribiendo porque yo no sirvo para eso. Yo puedo hablar de mi vida, pero escribirla me parece fatigoso; es más, ya es bastante agotador recordarla porque es como volverla a vivir y no es fácil.

Pensábamos publicarlo para la Feria del Libro de Bogotá, pero no alcanzamos, así que será para la Fiesta del Libro en Medellín en septiembre. El libro además llevará códigos QR para que la gente reproduzca algunas de mis interpretaciones.

¿Qué consejo le daría a los y las niñas que quieren ser pianistas como usted?

Primero que todo, hay que tener vocación, porque cuando uno se mete en esto tiene que amarlo, vivirlo desde el corazón, no es solo llegar a ser famoso o subirse a un escenario, esas son las arandelas. Paciencia, mucho amor al trabajo y la conciencia de que todos podemos llegar: indígenas, afros, mestizos. En la raza negra hay un caudal musical grandísimo, y así como se puede hacer salsa, bullerengue, también se puede hacer clásica. Solo hay que atreverse.