22 de diciembre del 2024
29 de Julio de 2015
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El artesano de canciones. 

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Ismael Serrano, con espíritu de guitarra al hombro

El artesano de canciones. Así se define este cantautor madrileño que, sin necesidad de un hit radiofónico, ha logrado impactar con fuerza desde hace 18 años en la escena musical ibérica y latinoamericana. Su carrera musical comenzó con pequeños recitales en los cafés de su ciudad, mientras que a la par adelantaba sus estudios de Física en la Universidad Complutense de Madrid. Después de 18 años montado en escenarios, Serrano completa su décimo tercer trabajo musical titulado ‘La llamada’, un disco que hace referencia a las llamadas con tambor del Carnaval Uruguayo; una convocatoria a la alegría, al festejo y al encuentro popular.

 

Hace un año que es padre, como artista ¿qué ha cambiado en usted?

Tener una hija te cambia mucho y renueva tu forma de ver el mundo. Es como volver a vivir por primera vez, es muy inspirador.

En ‘La llamada’ existen canciones que de determinada manera son extractos de fábulas infantiles. ¿Ha tenido alguna influencia de su hija?

Sí. Quería explicarle a ella de alguna manera cómo era el mundo, por eso acudí a la fábula. Me parecía bonito revisarlas y usarlas como un paralelo de la realidad y, por qué no, darle la vuelta como lo hice con Rebelión en Hamelin donde cambié la historia.

¿Cómo describiría ‘Rebelión en Hamelin’?

Esta canción es un canto al derecho a la disidencia, a cuestionar, a preguntarnos a nosotros mismos.

¿Para usted quién es Jacob Sureda? ¿Cómo es su relación con él?

Él es el pianista con el que yo he venido trabajando desde hace muchos años y con el que coproduje mi anterior trabajo. Mi relación con Jacob es muy buena porque nos entendemos mucho musicalmente; por ejemplo, yo tenía muy claro hacia dónde quería dirigir las canciones. Desde el momento de la composición, sabía qué ritmo quería que fuese, no buscaba un ejercicio de estilo, sino traer a mi territorio otros sonidos. Así fue como la bachata no quedó como todos la conocen, sino la trajimos al Mediterráneo, el candombe para mí debía tener un componente que se acoplara con la canción de autor, con guitarras que tuvieran un cierto aire a folk, y en el reggaetón partimos de la cadencia del ritmo y, en vez de programaciones, introdujimos el golpe de un cajón. Yo tenía claro desde dónde partir y él me ayudó mucho en eso.    

¿Qué experiencia grata le deja el hecho de haber cantado en compañía de Natalia Lafourcade?

Fue una enseñanza, porque Natalia logra hacer que todo lo que canta se convierta en realidad. Ella tiene esa capacidad, es un ejercicio de contención que se convierte en verdad. Eso es un reto y pocos lo consiguen. Hay intérpretes que cantan de puta madre, pero el convertir lo que se dice en verdad, es algo no tan fácil de encontrar.