Foto: Shutterstock
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17 de Junio de 2024
Por:
Carlos Caballero Agáez*

Una serie de indicadores desfavorables está coincidiendo sobre el mapa de las arcas colombianas. La incertidumbre provocada por los anuncios del presidente y sus ministros, una de las fichas preponderantes. 

Una economía estancada

LA ECONOMÍA COLOMBIANA atraviesa por uno de los peores momentos en lo corrido del siglo XXI, descontando, desde luego, el año de la pandemia. Pero el estancamiento de 2023 y de los primeros meses del año en curso es dramático. Así lo señalan todos los indicadores. Se discute si la economía está en recesión o no. La definición técnica de ese fenómeno establece dos trimestres consecutivos de contracción del PIB; por tanto, no podría hablarse de ello. Pero una economía estancada en los últimos cuatro trimestres, que no crece o lo hace lentamente y por debajo del ritmo de expansión de la población, está en una situación más grave que una recesión. En conjunto, los colombianos nos estamos empobreciendo. La economía permanece frenada y sin posibilidad de acelerarse, así el Banco de la República baje las tasas de interés a una mayor velocidad.

Periódicamente, los economistas estiman el PIB potencial, es decir, la capacidad de la economía para crecer. Hace cuatro años se calculaba que la capacidad de crecimiento anual de la producción de bienes y servicios, sin generar presiones inflacionarias, era de alrededor del 4 a 4,5 % anual. Pues bien, hoy en día este estimativo se ha reducido al 2,5 %. No se ha invertido lo suficiente para incrementar la capacidad de producción en Colombia, ni en maquinaria, equipo y tecnología, ni en infraestructura física, vivienda y capital humano. Y tampoco se ha elevado la productividad o la producción por trabajador, o por unidad de tiempo.

“Petro afirmó que la economía había entrado en recuperación. No es así”.

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Era claro, entonces, que ningún analista del comportamiento de la economía en su sano juicio esperaba que el crecimiento del PIB en el primer trimestre arrojara cifras mínimamente satisfactorias. Vale la pena revisarlas.

 

En enero y febrero, el PIB se expandió en 1,4 y 2,2 %, respectivamente. En marzo, cayó 0,5 %. En estos tres meses, el PIB creció 0,7 %. Recuérdese que en todo el año pasado, el PIB se había incrementado en 0,6 %. En marzo, se respiraba pesimismo entre los empresarios de la industria, el comercio, la construcción y los servicios, incluyendo los restaurantes. Y los datos más recientes han mostrado, por ejemplo, que la cartera de consumo de los bancos cayó 4 % en marzo y se redujo el número de tarjetas de crédito emitidas; que el número de personas ocupadas en febrero de este año era el mismo de febrero de 2023, y que el recaudo de impuestos también fue menor al proyectado porque, cuando la economía no crece, los ingresos se paralizan y el pago de impuestos no aumenta.

 

En el primer trimestre, la producción industrial se contrajo en 0,7 %, la actividad del comercio en 0,2 % y la minera en 0,1 %. El rubro de administración pública, educación y salud fue el que más creció, movido, de acuerdo con ANIF, por “el aumento en el personal y un incremento salarial y de bonificaciones”; y el de la salud, por la mayor demanda ante el temor de la gente de que en el futuro estos servicios se deterioren. El sector agropecuario tuvo un crecimiento de 0,5 %: al parecer, los agricultores se apresuraron a sacar sus cosechas atemorizados por el impacto del fenómeno de El Niño. Los servicios públicos aumentaron levemente, lo mismo que las actividades artísticas y de entretenimiento. La construcción se frenó del todo; la cifra de expansión fue un ridículo 0,03 %.

 

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La economía colombiana está rezagada frente a un buen número de países de América Latina. Crecimientos inferiores al 1 % son mediocres y agravan los problemas de pobreza, informalidad y desempleo. Curiosamente, el Gobierno, en cabeza del presidente Petro, afirmó, una vez se conocieron los datos del trimestre, que la economía había entrado en “recuperación”. No es así. No hay reactivación por ningún lado. Los motores de la economía están apagados y el más importante, el de la inversión, se resiste a prender y, por el contrario, se retrae. En el primer trimestre, la inversión cayó 13,4 % en comparación con el mismo período del año anterior, una reducción mayor a la que se observó en la pandemia de 2020.

Para el presidente y el ministro de Hacienda, la culpa de los “números rojos” en el sector privado la tienen las elevadas tasas de interés por estar “estrangulando” la economía colombiana. Aunque es obvio que el nivel de las tasas de interés afecta la marcha normal de la producción y la inversión, hay que tener en cuenta que la caída de la inversión en Colombia ha sido más pronunciada que la de países de la región en donde también el control de la inflación condujo a los bancos centrales a elevar las tasas de interés. Por lo tanto, hay otros factores tras el desánimo de inversionistas y consumidores.

Un elemento crucial para explicar la evolución reciente de la economía es la incertidumbre provocada por los permanentes y alucinantes anuncios del presidente y sus ministros a lo largo de los 19 meses de la administración. Efecto que empieza a reflejarse en la opinión, hasta ahora favorable, de los inversionistas extranjeros. A mediados de mayo, uno de los principales bancos estadounidenses, el Bank of America, rebajó su recomendación de invertir en bonos de deuda de Colombia ante el riesgo generado por el anuncio del ministro de Hacienda de presentar un proyecto de ley al Congreso para flexibilizar la regla fiscal. Y cuando el presidente amenazó con decretar el estado de emergencia económica si el Congreso no aprobaba el incremento en el cupo de endeudamiento, advirtiendo que podría presentarse una cesación de pagos, los inversionistas se pusieron nerviosos y el peso se devaluó frente al dólar, para no mencionar la rebaja de la calificación sobre la deuda de Ecopetrol por parte de la agencia Moodys.

“Aunque el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos se haya reducido, la inversión extranjera, de corto y de largo plazo, es fundamental para cubrirlo”. 

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Pareciera como si en lo transcurrido de esta administración no se hubiera aprendido que la marcha de la economía depende de la política, de las opiniones públicas del presidente y sus ministros. Y que Colombia depende del exterior para su funcionamiento. Aunque el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos se haya reducido, la inversión extranjera, de corto y de largo plazo, es fundamental para cubrirlo. Y tampoco es satisfactorio que las exportaciones y las importaciones se reduzcan frente al año anterior. Eso también demuestra por qué la economía no crece, algo agravado por los problemas del recaudo de impuestos.

En fin. La desconfianza y la incertidumbre sobre el futuro de la economía explican su mal comportamiento. La incertidumbre tiene como última causa la percepción de que podrían modificarse las reglas de juego bajo las cuales operan los consumidores y los productores. La Constitución es la madre de las normas y no se pueden generar dudas sobre sus cambios ni sobre la manera de implantarlos. Es bien sabido que sin confianza no hay inversión y sin inversión no hay crecimiento económico. Una verdad que todavía no está grabada en la mente del presidente Petro.

 

*Exministro de Minas y Energía.