“Una película no está para entretener a las personas, está para entender el mundo en el que vivimos”: Louis Bélanger
Es su primera vez en Colombia y está encantado con los espacios que ha podido conocer en Bogotá. Sobre todo los que le ofrecen a los jóvenes diferentes opciones para acercarlos más al cine independiente. Se preocupa mucho por las nuevas generaciones, pero se preocupa más por el futuro de los directores de cine en un mundo invadido por la era digital.
Al invitado especial del Festival de Cine de Canadá no le gusta Netflix, prefiere que alguien se preocupe por los derechos de autor. Cree que la mejor experiencia para ver una película es ir a una sala de cine y disfrutar el silencio y la inmensidad de la imagen. Pero también cree que no se puede desconocer el paso hacia el futuro con las nuevas tecnologías.
Bélanger presentará algunos de sus largometrajes, como Las malas hierbas, Post Mortem, Gaz Bar Blues y The Timekeeper, entre una muestra que recorrerá Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Pereira.
¿Cuál fue su primer acercamiento al cine?
Vengo de una gran familia, éramos siete hermanos. No jugábamos a los vaqueros o a las batallas. A eso lo llamábamos hacer películas. Mi hermano mayor quería ser director de cine, así que teníamos que escribir las historias al mismo tiempo que veíamos a los otros jugar. Básicamente escribíamos la historia y teníamos que personificar a los protagonistas del juego que íbamos a jugar, y fue así que tuve mi primera conexión con el cine. Jugando como un niño. Después de eso, tuve asma. Para distraerme, mi mamá me dio una cámara de 8 milímetros, pero no filmaba, solo me permitía ver los planos y practicar. No tenía idea del cine en ese momento y luego descubrí La noche americana, de François Truffaut.
¿Y siempre tuvo claro que lo suyo era el cine?
Yo quería ser periodista, y cuando empecé a estudiar uno de mis profesores me dijo: “tú no puedes ser periodista, tú no quieres contar la verdad, tú solo quieres contar historias y siempre adicionas actos. Para ser periodista tienes que ser objetivo. Y tú no lo eres”. Entonces me sugirió que contara las historias en películas.
¿Cómo empezó a conectar el cine con el periodismo?
Tengo que admitir que fue una manera de ver la vida. Para mí, el periodismo era una oportunidad de viajar y de entender a la sociedad en la que estaba viviendo. Me veía alrededor del mundo con una cámara haciendo reportajes. Cuando empecé a hacer películas, entendí que podía mostrar la sociedad en la que estaba viviendo, cuestionándome el mundo y descubriendo que con los diferentes festivales también podía conocer distintos lugares. Esa fue la manera en la que conecté los filmes con el periodismo.
Pero muchos periodistas que hacen películas terminan haciendo documentales. ¿Por qué usted decide escoger el drama?
El drama me escogió a mí. Cuando empecé a estudiar el documental, sentía que me quedaba en el periodismo puro. Pero me vi diferente. Me vi ahí, escribiendo como un niño, haciendo poesía de viajes o escribiendo cualquier novela. Y era un buen contador de historias. Mis amigos me lo decían. Me decían que debía escribir más historias y lo hice. Escribí una corta historia y todo el mundo quería tenerla. Después de eso, ellos me dijeron que no podía parar, que tenía que seguir escribiendo. Y luego me convertí en un contador de historias en la pantalla. Pero eran solo cortos. Cuando estuve en Francia presentando uno de esos cortometrajes, una de las personas que lo vio me dijo: “Cuando regreses a Montreal tienes que venir a verme. Te pasaré una cámara pero a cambio tienes que ayudarme a escribir mi película”. Yo nunca había escrito un largometraje, mis historias eran cortas. Entonces este señor me sentó en su cocina y me enseñó cómo escribir una película de largo aliento. Tenía 24 años para ese entonces. Desde ese día empecé a descubrir cómo hacerlo y desde ese día no he parado.
¿Cuál es el truco del éxito de un guionista?
Cuando te levantes, escribe. Incluso si eso que escribiste no es bueno, pero acostúmbrate a la disciplina. Tener esa disciplina de escribir te hace volverte un escritor, un guionista. Cuando me levanto, escribo. Así sea una o dos horas, lo hago.
Para usted, ¿qué es una película?
Es un canal que me permite cuestionarme a mí mismo para entender a la sociedad. Creo que un director de cine es una persona con una antena para captar cosas, captar el aire, captar el momento. Me considero un mal periodista que va comprando imágenes en la calle y siempre siguiendo la vida de las otras personas. Si voy por una calle, siempre voy mirando a toda la gente. La manera en la que caminan, la manera en la que se comportan, la manera en la que miran a los demás, la manera en la que se desprenden de sus hijos cuando los dejan en la escuela. Compro muchas imágenes que veo en la realidad y las transformo en ficción. Es una observación que se transforma para convertirse en una historia. Una película no está para entretener a las personas, está para entender el mundo en el que vivimos.
¿Cuál es la magia del cine?
Creo que el cine es una biblioteca, y aprendo mucho del mundo gracias a miles de películas, porque me considero cinéfilo antes que director de cine. Aprendí mucho de Japón después de la guerra con las películas de Akira Kurosawa, de Alemania con Friedrich Wilhelm Murnau y Fritz Lang, de Italia después de la guerra viendo las películas de Federico Fellini. Entonces, si quiero entender algo, los largometrajes me ayudan a hacerlo. Y espero que mis películas hagan lo mismo, que lleguen a las cinematecas y enseñen a las generaciones venideras. Que con mis largometrajes puedan, de alguna manera, entender cómo era Quebec en los noventa.
¿Y cuál es la magia del cine independiente?
John Cassavetes es mi héroe. Es un genio accidental. Él inventó todo acerca del cine independiente. Para mí, el cine independiente es una manera de vivir. Uno no hace cine independiente para gastar u obtener mucho dinero, uno hace cine independiente porque es una manera de vivir que se extiende a amigos y familia. Hacemos cine independiente cuando vamos a un parque juntos, cuando vamos de pesca juntos. Ahí siempre hay historias. Claro, soy viejo, tengo 52 años. Y todo eso puede haber cambiado, pero puede pasar el tiempo y esas actividades me siguen recordando lo que realmente es el cine independiente. Es una manera de amar mi vida.
Entonces, nunca pensó en el cine comercial…
No. Soy afortunado de tener mi propia compañía productora. Tenemos el completo poder sobre el contenido editorial de la película. Tenemos directores de cine, no productores de cine que nos dicen qué hacer. Es menos dinero pero más libertad. Y los directores tienen que escoger si prefieren que les digan qué tienen que mostrar porque eso da más dinero o si quieren tener un discurso libre. Yo no podría vivir con esa presión.
¿Qué tiene una película que no tiene un libro?
Creo que los libros tienen más que las películas. La manera en la que uno puede proyectar la imaginación con un libro es más grande. Con las películas uno detiene el proceso. Es como si la torta ya estuviera horneada. Pero con los libros puedo imaginar lo que quiero poner en la torta. Es difícil, porque cuando uno conoce la gramática del cine uno sabe que va a tener cierto efecto en el público. Yo sé, cuando hago una película, cómo hacer llorar al público o cómo hacerlo reír con el lenguaje que uso, editando, dirigiendo o poniendo la cámara de alguna u otra forma. Es un poco divertido, porque con las películas, por un momento, uno puede controlar las cosas. Suena raro pero así lo siento. Con los libros el lector es quien imagina.
¿Qué piensa del cine latinoamericano?
Tengo que admitir que ahora sé más del cine latinoamericano que antes, esto porque hace unos años era la pobre distribución que había en Montreal. Iba a la cinemateca a ver las películas de Jaime Humberto Hermosillo o de Luis Ospina, y él era el director de cine colombiano más famoso para ese entonces. La literatura fue mucho más usada y distribuida en el mundo con autores como Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez, y toda esa magia puesta en la realidad fue lo que creo que buscó replicar el cine latinoamericano.
Ahora creo que su cine tiene una mejor distribución y ha llegado a grandes festivales. Un ejemplo es México, con Alejandro González Iñárritu. La gente quiere ver más cine latinoamericano ahora.
¿Tiene algún director favorito?
La vida de la gente del común me atrae mucho cuando está en la pantalla grande. Creo que directores como John Cassavetes, Spike Lee y Jim Jarmusch lo retratan muy bien. Pero también me veo muy influenciado por cineastas italianos como Federico Fellini y Ettore Scola.
¿Qué opina del cine en la era digital?
Actualmente estamos completamente perdidos. Estamos en medio de una mutación profunda. Sé que la gente tiene miedo de internet y de las nuevas plataformas, pero tenemos que entender que todo es un paso hacia el futuro. Cuando hago una película no la hago pensando en si estará en la pantalla grande o en una pantalla del celular. Para mí la mejor y única experiencia real es en la gran pantalla y el silencio de las salas de cine. Esa es la única manera real de recibir una película. Pero, si tenemos que usar celulares o internet para acercarnos a la gente, pues usemos las plataformas.
El problema es que tenemos una relación comercial sicópata con plataformas como Netflix o Amazon. Con la gente que no paga los derechos de autor. Porque la gente, y sobre todo la gente joven, tiene acceso a muchas páginas ‘piratas’. Nadie paga los derechos de autor, y esa es la manera en la que yo me gano la vida.
Netflix no piensa en el dinero que pierde el autor de una cinta. Para ellos solo es importante pagar a quien se encarga de distribuirla. Les importa una mierda (no sé si esa palabra tan literal se pueda usar) quién escribió la cinta. Es una nueva manera de hacer negocios en la que tú solo ves un producto y no una obra de arte.
* Más información del festival en http://www.cinecanada.co/