Juana Acosta: “Necesito estar yendo a Colombia, me lo pide el alma”
A JUANA ACOSTA (Cali, 1976) no la doblega el cansancio. Para el momento de esta entrevista, transcurrida en el Festival de Cannes, cuenta que apenas regresó de un intenso y agotador rodaje en Colombia: el de la serie Medusa, de Netflix, que se estrenará en 2025.
Con más de dos décadas de carrera actoral y un copioso inventario de largome- trajes —entre estos Anna, El inconveniente, Las consecuencias y Carlos— y series realizadas tanto en España como en otros países —Velvet, La Templanza, Vernon Subutex—, Juana ha iniciado una nueva etapa en su vida profesional al frente de una productora fundada junto a su hermana Valentina.
A la actriz se le atropellan las palabras cuando habla de su nueva aventura artistica: “Ya tenemos seis proyectos andando”, resume emocionada, como soñando con los ojos abiertos. Y algunos de ellos, dice, tienen conexiones con Colombia. “Estamos contentas, pero vamos poco a poco, ya que es un trabajo de hormiguita”. Allí, en el sur de Francia, y curtida ante el micrófono por décadas de lidiar con la prensa, se prepara para aquello que tiene en su futuro próximo: el inicio de otro rodaje en España. “Ahora se me ha multiplicado el trabajo —comenta—. Afortunadamente sigo trabajando mucho como actriz: eso es lo que soy y me encanta mi oficio”.
¿Qué le impulsó a crear la productora Calite Films en compañía de su hermana Valentina, y qué tipo de proyectos quieren abordar?
Es una productora de desarrollo de contenido audiovisual y teatral. Empezamos nuestro camino con El perdón [un montaje de danzateatro que explora, en parte, el asesinato de su padre cuando ella tenía 16 años]. Giré ese espectáculo todo el año pasado en España y, asimismo, lo llevé al Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá. Hice 80 funciones y la verdad es que nos trajo muchas alegrías. Sobre todo a mí como actriz y como productora.
La empresa nació, también, porque Valentina y yo somos ávidas lectoras y estamos siempre buscando historias para llevarlas a lo audiovisual. Tanto en Latinoamérica como en España hay muchas voces femeninas que leemos y cuyas historias consideramos para comprar derechos [Las noches habitadas, de Alma Delia Murillo, es uno de los títulos adquiridos]. Queremos poner el foco en los relatos sobre mujeres que les saquen del estereotipo, pero también en aquellos que, como actrices, nos gustaría interpretar. Que sean contundentes: mujeres fuertes que lleven a la acción.
¿Qué ha descubierto de usted en esta nueva faceta de emprendimiento?
Para mí está siendo muy revelador darme cuenta de que tengo madera de productora. También, dentro de esa dinámica he encontrado un lugar bastante creativo: como lo que hacemos es desarrollar contenido, pues es siempre muy divertido y hermoso trabajarlo.
También se trata de tener el control, ¿cierto? Gran parte del tiempo, las actrices y actores se dedican a esperar.
¡Exacto! Implica tener un poco más de voz y voto en los proyectos. Empecé a tener esa necesidad y la verdad es que me gusta mucho lograrlo. Por otra parte, a los actores nos llegan los proyectos listos para hacerlos, pero como productora me estoy dando cuenta lo que se tarda en levantarlos. Eso hace que yo valore aún más cuando el proyecto me llega listo para rodarse.
Pasemos a otro tema que persiste en la agenda. En la industria audiovisual, las mujeres están expuestas a abusos de todo tipo, ¿cuál es la mejor manera de protegerse?
Por supuesto, hablando. Perdiéndole el miedo a denunciar. Estoy absolutamente a favor de ello. El movimiento #MeToo ha sido un pequeño impulso del que apenas hasta ahora estamos pudiendo agarrarnos; a lo mejor un poquito tarde, pero lo estamos empezando a hacer. Estamos viendo que hay casos de abuso en el mundo entero; incluso en Colombia los ha habido y tremendos. Entonces, es el momento de hablar y de denunciar. Y es verdad que el círculo de nuestro gremio es muy estrecho —hay mucho amiguismo— y a lo mejor esa es una de las razones por las que hay tanto miedo a hablar: que al hacerlo se cierren las puertas. Pero tenemos que perder ese temor. Se trata de hechos denunciables y no nos tenemos que quedar calladas. El miedo es el gran enemigo de todo, hasta del amor.
Otro aspecto que afecta a las actrices directamente es la edad. Cuando llegan a los 40 o a los 50, desaparecen. ¿Cómo ha sido su experiencia?
Es un hecho que a partir de cierta edad empieza a bajar un poco el volumen de trabajo. Lo digo por lo que escucho a mi alrededor, pero yo también confío mucho en que todo suma. El camino es largo y no siempre es ascendente, hay momentos en que baja; otros, sube, luego se mantiene.
Hay que comprender que el actor no está siempre trabajando, que no está siempre en su mejor momento. Desafortunadamente, esta es una profesión muy inestable, pero tienes que seguir creyendo y confiando. En la medida en que uno se toma este trabajo con respeto y con amor, que es mi caso, siguen saliendo cosas bonitas.
Por ejemplo, acabo de terminar una serie con Netflix en Colombia [Medusa], y la verdad es que la acepté sobre todo por el personaje protagonista que me ofrecieron. Pensé en lo difícil que es encontrar un personaje así de potente y lo disfruté muchísimo.
Si bien el volumen de trabajo puede que empiece a bajar, también te encuentras casos de actrices que siguen trabajando a los 40, 50, 60 o a los 70 años. De hecho, con nuestra productora queremos eso: generar personajes interesantes y potentes para mujeres que ya estamos pasadas de los 40, como en mi caso, el de mi hermana o el de muchas actrices.
Acosta estuvo en Cannes con la película Les pistolets en plastique, de Jean- Christophe Meurisse.
Muchas actrices latinoamericanas se niegan a participar en historias que remarcan ciertos temas, sobre todo el narcotráfico y la prostitución. ¿Cuál es su posición al respecto?
Si te digo la verdad, yo estoy un poco saturada. En particular con el tema del narcotráfico, hay un punto en el que no me interesa, ya se ha hablado demasiado de eso y creo que hay muchas otras cosas maravillosas, interesantísimas, profundas y diferentes que tenemos para hablar.
Lleva 25 años viviendo en España, ¿cómo mantiene el nexo con Colombia?
¡Ese nexo no se le va en la vida a uno, ni el acento ni nada! (Se ríe). Tengo gran parte de mi familia en Colombia, por eso voy una o dos veces al año. Necesito estar yendo, me lo pide el alma. Las veces que he trabajado allí ha sido por pocas semanas. Pero, recientemente, estuve tres meses y medio para hacer la serie, fundamentada en una historia colombiana, con elenco y equipo colombiano. Fue un rodaje muy intenso y agotador, pero a medida que iban pasando los días me iba dando cuenta que era como si mi alma me lo estuviera pidiendo desde hacía tiempo. Fue hermoso.
¿Cómo ha sido transmitirle a su hija, que está creciendo en otro país, esa cultura colombiana?
Para mí eso ha sido fundamental. He puesto el foco en que mi hija se pueda conectar con sus raíces colombianas. Lola es medio argentina, medio colombiana. Y además, súper madrileña. Pero sí que he estado muy atenta a que pueda crear esos lazos importantes también con mi país.
Desde que nació, hace ya 18 años, todos los años la he llevado a Colombia. Y ama ese país, le encanta la comida, la música y la familia enorme que está allá. Ha crecido en España con menos primos, y cuando llega a Colombia, se da cuenta de que ella es parte de algo mucho más grande.