El repunte de suscriptores de Netflix y HBO preocupa a la industria del cine
El pasado 4 de marzo Hollywood brindó por los nuevos ganadores de los Premios Oscar. Guillermo del Toro, Gary Oldman y Frances McDormand fueron los más ovacionados, luego de quedarse con las estatuillas de las categorías más importantes. Pero después de la fiesta llegó la resaca, y la meca del cine descubrió que, al parecer, su gala perdió importancia.
La compañía Nielsen reveló que las 3 horas y 50 minutos de transmisión de la 90 edición de los Premios Oscar fue seguida por 26,5 millones de espectadores, un 19% menos que la edición anterior. El descalabro fue de tal magnitud, que le dio pie al presidente Donald Trump para sacarse el ‘clavo’ de las críticas que le hacen los actores de la gran pantalla. “Los Oscar con más bajo rating de la historia. El problema es que ya no tenemos estrellas, excepto su presidente (solo bromeo, por supuesto)”, dijo el mandatario estadounidense en su cuenta de Twitter.
Matthew Jordan, profesor asociado de Estudios de Medios de la Universidad Estatal de Pensilvania, dice que la audiencia de los premios no refleja necesariamente que la industria cinematográfica esté en crisis. “Los Oscar son un espectáculo como cualquier otro, pero la taquilla realmente no está bajando. Tanto los boletos vendidos como la caja bruta han subido este año”.
Según Box Office Mojo, un sitio web dedicado al seguimiento de los ingresos en taquilla, la suma total de las películas ganadoras en las categorías principales, hasta el 2 de abril, había alcanzado los 491’824.705 dólares: La forma del agua había recaudado 190’518.917 dólares; Las horas más oscuras, 145’843.120 dólares, y Tres anuncios por un crimen, 155’462.668 dólares. Una cifra, sin embargo, inferior a los 558,93 millones de dólares que arrojó Netflix en beneficios, producto de los 117,6 millones de suscriptores que alcanzó en 2017, casi 25 millones más que en 2016.
La Academia y el público no están del todo sintonizados. Según el listado de las 20 películas más taquilleras de 2017 en Estados Unidos, de Box Office Mojo, la primera producción ganadora, Coco, aparece apenas en el puesto 13, con 209’514.458 dólares recaudados. La que ocupa el primer lugar, Star Wars: El último Jedi, la triplica con 620’106.586 dólares, a pesar de no haber ganado ningún premio.
Mientras tanto, la audiencia de las plataformas sigue en aumento. Los estrenos de la séptima temporada de Game of Thrones, en HBO, y de la segunda temporada de Stranger Things, en Netflix, fueron vistos por 10,1 millones y 15,8 millones de espectadores, respectivamente, solo en Estados Unidos.
Una guerra innecesaria
La preocupación de la industria cinematográfica tradicional es tal, que directores como Sofía Coppola y Christopher Nolan han abogado por los teatros como el único lugar digno para exhibir sus películas. “Espero –dijo Coppola, durante la presentación de su película The Beguiled en el CinemaCon– que la gente la vea en los teatros, donde debe ser vista”.
Una posición reafirmada por los organizadores del Festival de Cannes, quienes decidieron que en su edición número 71, que se celebrará a comienzos de mayo, las películas de Netflix no pueden competir por la Palma de Oro, a pesar de que en 2017 lo hicieron con dos producciones. “El año pasado –dijo Thierry Frémaux, director artístico del Festival, a la revista Le Film Francais–, cuando incluimos esas dos películas pensé que así iba a poder convencer a Netflix de estrenarlas en cines. Fui presuntuoso, ellos se negaron”.
Para Jordan, el secreto del éxito de Netflix y HBO está en asumir riesgos y ofrecer un servicio conveniente y rentable para los consumidores. En cambio, estudios tradicionales como Warner Bros y Universal, entre otros, siguen en el negocio antiguo de producir películas de grandes presupuestos. “El viejo mantra de que el ocaso de las estrellas llega cuando se mueven a la televisión, en la era del streaming es cada vez más irrelevante. Netflix, Amazon y HBO han creado lo que muchos llaman ‘la edad dorada de la televisión’. El tipo de narración de historias que ha surgido y el tipo de licencia creativa y de financiación disponible para estos programas, los han convertido en una opción atractiva para la producción de contenido significativo”.
Amanda Lotz, escritora especialista en estudios de medios, considera que la gran ventaja de distribución de series y películas por internet ha creado una experiencia mejorada para los espectadores al ofrecerles más opciones y mayor control. Aunque esto no signifique el fin del cine convencional. “No necesitamos pensar que esto reemplaza las formas previas de visualización, pero ahora es parte del mercado. La gente elegirá programas de televisión en vivo o ir a las salas de cine para ver películas. Ambas industrias se han vuelto más multifacéticas y todavía están en las primeras etapas de ajuste de las prácticas al nuevo entorno”.
Tanto Jordan como Lotz coinciden en que la variedad de contenidos garantiza que en el mercado haya lugar para todos. “La venta de entradas y los ingresos parecen estar subiendo, especialmente después del éxito de Pantera Negra (que ya superó los mil millones de dólares en todo el mundo). Sin embargo, la cantidad y el tipo de películas lanzadas están disminuyendo. Cada vez más, los grandes estudios van por los éxitos en taquilla, entonces hay menos películas con grandes presupuestos. Mientras que los estudios más pequeños están encontrando su nicho en el ecosistema de los medios y produciendo más películas, saben que después de un estreno en salas de cine encontrarán un lugar en los servicios de transmisión como Netflix”.
Así las cosas ni la baja audiencia de los Oscar, ni el aumento de fanáticos de Game of Thrones o Narcos suponen una amenaza real para los teatros, las palomitas, la pantalla gigante y sus producciones, ya que –como dice el profesor Jordan– ni siquiera las predicciones más calamitosas que auguran el fin del cine y el reinado absoluto de la televisión son lo suficientemente fuertes para derrotar la magia del cine, según él “una forma de socialización única y muy agradable”.
*Publicado en la edición impresa de abril de 2018.