De cómo se terminó la guerra
Natalia Orozco resumió cuatro años del proceso de paz entre el Gobierno y las Farc, archivos de más de cincuenta años de guerra y testimonios de personajes esquivos en los 120 minutos que dura El silencio de los fusiles, luego de siete meses de edición.
Durante los primeros minutos, el documental muestra algunos de los enfrentamientos más cruentos que han quedado registrados en video entre el Ejército y las Farc, y luego, como si su intención fuera iniciar esa historia con una declaración desafiante, expone la voz de Pablo Catatumbo: “Nosotros siempre que nos levantamos de la mesa de conversación les hemos dicho: nos vemos dentro de cinco mil muertos”.
A partir de ese momento, Orozco asocia temporalmente los testimonios de quienes fueron protagonistas y antagonistas de la mesa de negociación. Timoleón Jiménez, Pastor Aldana, Humberto de la Calle, Iván Márquez, entre otros, se sentaron a explicarle a la periodista cómo se vivió el proceso que inició el 4 de septiembre de 2012 y finalizó el 24 de agosto de 2016; cómo los negociadores del Gobierno y la guerrilla de las Farc viajaban en avionetas ocultas a La Habana y cómo los medios de comunicación fueron el vehículo para que la población civil empezara a dividirse.
El proyecto contó con la participación de Etienne Boussac (editor de El abrazo de la serpiente) en el montaje y la música original de Alejandro Ramírez Rojas. La realizadora de este proyceto habló con nosotros.
¿Cuál es el valor simbólico que tiene su película al ser elegida como el largometraje que abre el Festival Internacional de Cine de Cartagena?
Yo lo veo como una decisión llena de valentía y como una muestra más de que, a pesar de los enormes huecos que se anuncian con el posconflicto y todas las dificultades que, sabemos, traerá la implementación, este documental, que cuenta el proceso de paz, marca un antes y un después en la Historia de Colombia.
El hecho de que en la inauguración del Festival estén el equipo de rodaje con los actores de la película, con los personajes que son los mismos actores de la guerra y de la paz, para mí es una gran evidencia de que algo cambió para siempre.
¿Por qué decide iniciar esta investigación?
La decisión fue el resultado de muchas búsquedas que había tenido en la vida y de entender que en el momento en el que se anuncia ese proceso de paz, para mí fue claro que había un cambio clave en la Historia de Colombia y que esa historia tenía que ser contada.
¿Cuál fue el personaje más esquivo durante la investigación?
Hubo varios. Iván Márquez fue un personaje al que fue muy difícil acercarse; Sergio Jaramillo y la entrevista con el presidente Juan Manuel Santos fue muy complicada, tomó mucho tiempo. Tanto personajes del Gobierno como de las Farc fueron uno de los principales retos de la película, más allá de la realización.
¿Hubo alguno con el que nunca logró hablar?
Al final, a todos los que busqué accedieron. Hubo unos más epidérmicos y otros más profundos, pero me hizo falta el general (r) Jorge Enrique Mora. No lo busqué porque no tuve tiempo, pero me parecía que era un personaje muy interesante.
¿Resulta más fácil para un periodista que para un director de cine llevar un documental a la pantalla grande?
Creo que un periodista, si no tiene formación cinematográfica, tiene unos vacíos a los que se va a enfrentar todo el tiempo. El tema estético, la construcción narrativa y el hacer galopar las historias para que nunca se caigan. Quizá el cineasta depende de la aproximación que tenga con las otras personas, y seguramente no tendrá las mismas herramientas de investigación. Pero un documental no depende del cineasta ni del periodista, sino de la capacidad que cualquiera tenga de ir más allá de la espuma de una historia.
Ya dijo que el acceso a varios personajes en su historia fue muy complicado. ¿Pensó en algún momento en ‘tirar la toalla’?
Había noches en que me preguntaba si realmente valía la pena lo que estaba haciendo. Estar detrás de políticos y guerrilleros, esperar y esperar para tener entrevistas y que no fueran suficientes para hacer una película documental me hacían dudar. A veces pasaban varios días en La Habana y no nos atendían. Mientras tanto, nos quedábamos sin recursos. Hubo momentos en los que pensé que no lo iba a lograr porque algunos personajes no me daban la suficiente profundidad para hacer lo que quería hacer. Pero lo logramos. Fue un gran complot por una película para la paz.
¿Cómo veía usted la guerra antes y cómo la ve ahora?
Aunque siempre he tratado de mirar el mundo para entender sin juzgar, me di cuenta de que estaba alimentada ‒por no decir contaminada‒ de un panorama de la guerra muy mediático. Además, desde antes de cubrir Libia, sentía que ninguna guerra era un tema de buenos y malos. Siempre he pensado que la vida es un asunto de grises. Pero lo que me enseñó es que hombres que han hecho cosas que no tienen justificación, que han causado dolores y heridas imborrables son, en la misma dimensión, capaces de hacer lo opuesto. Entendí que la guerra era el resultado de la complejidad de la condición humana, que se enfrenta todos los días a las circunstancias y a las decisiones.
¿Qué tan difícil fue hacer este documental en Colombia?
Hacer este proyecto fue muy complejo. Había días en los que pensaba que era tan complejo como hacer la paz. No solamente porque los personajes eran difíciles y porque había que mantener una distancia para respetar cierta intimidad, sino también porque en Colombia no existe la audiencia establecida para el documental. Es algo de élite intelectual. En varios medios hablan del documental incluso despectivamente. Hacer, producir y transmitir un documental es lo más poco rentable que puede haber en la industria audiovisual.
¿Quedó endeudada?
Sí, terminé endeudada pero feliz, absolutamente satisfecha. Pensando que cada día, cada minuto y cada esfuerzo valieron la pena.
¿Por qué decidió arriesgarse con este género?
Porque es una de las herramientas más sofisticadas y más eficaces para acercarse a la complejidad de las realidades con la pausa, con el aire, con la lucidez, con la recepción y la profundidad que esas realidades complejas necesitan para ser leídas.
¿Qué camino le espera a El silencio de los fusiles?
Esta es la primera vez que se presenta. Una vez lanzado en el Ficci, empezamos una ruta de festivales internacionales. Además estamos muy felices por haber sido seleccionados para la competencia oficial de DocsBarcelona.
Habrá una versión para televisión, que se estrena a finales de marzo en Francia.
¿Con qué se queda Natalia Orozco luego de hacer un proyecto que duró tanto tiempo?
Me quedo con una cantidad de aprendizaje, tanto que no puedo ahora ponerlo en palabras. Aprendizaje sobre la guerra, sobre esas batallas tan difíciles que necesitan de tanta valentía para construir la paz. Me quedo con una gran admiración por las víctimas. Para mí ellos son el gran misterio porque tienen una grandeza que yo no tendría: perdonar. Me quedo con aprendizaje sobre mí, me doy cuenta de que, aunque a veces parezco ser muy crítica y muy fuerte entrevistando a los personajes, puedo ser muy frágil y extremadamente sensible o vulnerable.
Aprendí que, aunque uno diga que no juzga, está lleno de prejuicios. Quedo con un gran agradecimiento a las personas que me apoyaron económica y emocionalmente en momentos muy difíciles y que fueron los que, cuando quería ‘tirar la toalla’, me dijeron que tenía que ir hasta el final. Ellos me ayudaron a creer en un proyecto en el que empezaba a dudar.