Lo imposible está en Chiribiquete
Los hallazgos en el Parque Nacional Natural de Chiribiquete muestran la dimensión de lo que hay allí. Hasta ahora se han encontrado 50 murales monumentales, con más de 70.000 representaciones.
El antropólogo Ernesto Montenegro es el director del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh), entidad del Ministerio de Cultura que trabaja en la coordinación de las investigaciones en Chiribiquete y hace parte de un comité para la gestión de este parque.
¿Cómo avanzan las investigaciones?
Realmente las prospecciones arqueológicas se han hecho sobre una cantidad mínima de tepuyes. No hay que olvidar que son 300 kilómetros de formación montañosa. Tenemos la perspectiva de que vamos a encontrar muchísimas más expresiones rupestres y a entender gran parte de los pensamientos y de las cosmogonías amazónicas.
¿Lo que se ha encontrado da para cambiar las teorías sobre el poblamiento de América?
Es muy posible que se revalúen las teorías que existen sobre la forma como se ocupó el territorio suramericano, sobre las poblaciones primigenias y que permitieron una movilidad y unos ejes de desplazamiento específicos. Será muy importante entender el estudio de la cronología de Chiribiquete, pues va a revaluar o por lo menos va a poner en consideración la manera como estamos entendiendo los tiempos de la ocupación amazónica.
¿Qué tipo de investigadores hay en Chiribiquete?
Como hay un verdadero corredor ecológico entre el noroccidente de la Amazonia y el corazón amazónico esto ha llevado a que quienes han estado prioritariamente sean biólogos y ecólogos. Hay, por ejemplo, una investigadora especialista en ranas. Han trabajado geólogos y geógrafos porque formaciones como los tepuyes son expresiones de lo que fueron unas cordilleras muy antiguas. Es una formación del Escudo de las Guayanas, que es del período terciario, anterior de la formación andina. La teoría geológica nos dice que hay una gran cordillera que ha venido desgastándose y erosionándose a lo largo de millones de años y hoy quedan esos reductos. También trabajamos antropólogos, porque en Chiribiquete hay unas grandes preguntas sobre la ocupación contemporánea, y nos preguntamos por qué allí en esos espacios tan grandes vive tan poca gente. Y los arqueólogos hemos abordado algunas preguntas atraídos prioritariamente por la pintura rupestre, que es excepcional.
¿Cómo califica el hallazgo en lo relacionado con las pinturas?
Es la pintura rupestre más impresionante del mundo por sus dimensiones, por la riqueza gráfica, por los logros estéticos. Nos genera una cantidad de preguntas porque una cosa que estamos viendo es que el ámbito ritual en el que se producen esas pinturas es de gran complejidad. Hay paneles que están al alcance, que son cercanos, que son posibles de visitar y que pueden ser observados por un grupo. Pero hay otros paneles que están en la mitad de los tepuyes, a más de 150 metros de altura, a donde no podría llegar nadie, que no fueron construidos para una presentación pública. De estos hay distintos tipos de hipótesis, pero la que puede resultar más veraz, la que nosotros mismos hemos desarrollado, es que se elaboraron por descenso, al usar un sistema de cuerdas. Pero no hay ningún vestigio material que nos compruebe la hipótesis de un sistema de arneses. En los paneles que están a 10 o a 15 metros uno podría pensar que hay estructuras de andamios o una escalera para que la gente se subiera hasta allá.
¿Qué se sabe de las comunidades que viven allí?
Tenemos certeza de la existencia de comunidades no contactadas. La discusión ha girado en términos de números, que van entre 4 y 14 grupos distintos. El hecho de que no hayan sido contactados no nos permitiría decir justamente cuáles son los vínculos que existen entre ellos, todavía no los conocemos y la discusión ha girado alrededor del tipo de malocas. Se ve desde el aire el tipo de construcción por los techos. Por las formas de las casas, por la amplitud de los espacios podríamos pensar que se trata de grupos distintos. Y eso es lo que ha llevado a que no haya concordancia en el número de pueblos que son aislados. Por supuesto que el propósito no es contactarlos.
¿Qué se sabe de los contenidos de las pinturas?
Son paneles que han sido retrabajados, hay unas actualizaciones sobre los cuales se ha reteñido. Se ha vuelto a pintar sobre estas, pero con el mismo dibujo. Vemos claramente que hay distintos momentos, porque estilísticamente pueden identificarse. Tenemos la certeza de que allí lo que hay son narraciones míticas, no son representaciones meramente estilísticas de una gran calidad estética. Lo que tenemos son narraciones, y hay un mito subyacente.
¿Qué dicen las comunidades cercanas sobre lo que ocurre en Chiribiquete?
Hemos hablado con los grupos que están alrededor, con los carijonas y con los huitotos. En el resguardo huitoto al sur de Chiribiquete, abajo de río Yarí, nos dicen que en ese espacio no vive gente porque no se puede, porque hay un tabú sobre ese territorio. Ha resultado sorprendente esa declaración.
¿Cómo ha sido posible que después de 20.000 años las pinturas sigan ahí?
Para un arqueólogo hay unos principios básicos de conservación. ¿Qué es lo que más afecta la pintura? La temperatura, la luz y la humedad. Estos paneles rupestres están en la mitad de la selva expuestos a la temperatura, a la luz y a la humedad, y además tienen 20 mil años. Eso no puede pasar, pero ahí están. Comenzamos a ver que son pigmentos producidos por la oxidación de la misma roca. No hay un agente externo, no se adhirieron ni grasas, ni azúcares, ni vegetales. Esa oxidación se genera por la presencia de metales dentro de la roca, un color rojo que cuando se pone sobre la roca es absorbido. Para que eso suceda es necesario preparar el panel, hay que hacer la superficie que va a ser pintada, lo que constituye que el primer vestigio arqueológico es la superficie preparada y no la pintura. Entonces se ha constatado que la pintura tiene distintos momentos. La primera es la preparación del soporte, luego hay una estructuración del espacio a ser pintado y claramente hay una suerte de bocetos que se preparan y sobre los que se trabaja posteriormente.
¿Qué significa el jaguar, la figura más recurrentemente pintada?
El jaguar es un personaje mayor de la cosmogonía de los pueblos amazónicos e incluso de los pueblos andinos. Dentro del ámbito mitológico hay dos sujetos prioritarios que son la anaconda y el jaguar. Se utilizan de manera recurrente en todas las narraciones míticas, desde los que narran la historia de las cosas hasta los que narran las normas y las estructuras sociales contemporáneas. El jaguar es un sujeto que tiene la capacidad de anunciar las normas, el que impone algún tipo de autoridad dentro de las relaciones amazónicas y puede convertirse en un narrador de la historia y de la formación de las cosas. Los paneles rupestres lo expresan muy claramente.
Se ha dicho que siguen pintando sobre esas superficies. ¿Es cierto?
Sí. Las investigaciones nos sugieren que se continúa pintando por poblaciones que llegan eventualmente al sitio. Una de las cosas por las cuales se mantiene aislado Chiribiquete es porque tenemos la duda de que la presencia de visitantes en el sitio podría alterar las relaciones artísticas, míticas y cosmogónicas que tienen las poblaciones actuales con ese espacio. Parece que los tepuyes de Chiribiquete se siguen preparando para consignar en ellos expresiones cosmogónicas.
¿Cómo han establecido que siguen pintando?
Son nuevos espacios. No decimos que son las poblaciones que vienen a pintar encima de los ya existentes, pero que sí preparan nuevos espacios. Esto no era objeto de atención. Pero fijándose en las pinturas existentes, tratando de hacer excavaciones, tratando de mirar los perfiles estratigráficos, los investigadores dicen: “eso no estaba, o si estaba, ¿será que no lo vimos?”. Ahora tenemos la percepción de que hay nuevos paneles, de que hay nuevas superficies que han sido talladas, que hay una disposición de unos bosquejos o de unos bocetos sobre superficies que no habían sido percibidos antes y estamos trabajando sobre eso.
¿Qué se siente al estar en medio de tepuyes, pinturas rupestres y todo ese panorama gigantesco?
Es muy emocionante, uno se exalta bastante estando en ese espacio y por supuesto que científicamente aparece una cantidad de preguntas, no solamente de las hipótesis profundas sobre los poblamientos, sino primero que todo qué están expresando, qué quieren decir, desde hace cuánto están pintando. Pero, además, cómo se subieron hasta allá, cómo llegaron hasta esos espacios, qué función tenían esas pinturas.
Al parque no puede entrar cualquiera, solo los investigadores. ¿Cómo es el manejo de esa situación?
El plan de manejo es bastante conservador y conservacionista. No está abierto para la visita al público, no es espacio para la visita. Prácticamente no se puede hacer nada. El parque es patrimonio, es una reserva y privilegiamos los desarrollos naturales de los ecosistemas. Tratamos de evitar toda presión que altere los procesos naturales. Normalmente hemos trabajado en el norte del Chiribiquete, en el nacimiento del Macayá y el Ajajú, que forman el río Apaporis. En ese sitio, que se llama Dos Ríos, es donde prioritariamente se ha trabajado en los tepuyes circundantes. El pueblo más cercano es Calamar, en Guaviare. Normalmente cuando hay trabajos de investigación hay un campamento base que se instala dentro del parque y se llega en helicóptero desde San José del Guaviare. υ
*Publicado en la edición impresa de julio de 2018.