Guerra de mosquitos
¿A quién le gustaría que llegaran a su casa a liberar mosquitos? ¡Faltaría más! Pues los habitantes de Bello, y ahora los de Medellín, ya lo ven con buenos ojos y hasta lo agradecen. Los ejemplares de Aedes aegypti cultivados en el laboratorio del Programa de Estudios y Control de Enfermedades Tropicales (Pecet), de la Universidad de Antioquia, son más que bienvenidos. ¿Por qué? Porque a pesar de que son los responsables de transmitir el dengue, el zika y el chikungunya, estos mismos son capaces de frenar el avance de estos males. Al menos eso fue lo que descubrieron científicos australianos. Ahora, investigadores de Colombia (país con una de las más altas tasas de casos en el mundo, con 101.000 en 2016) intentan demostrar la eficacia de la estrategia.
La magia detrás de esta innovadora solución –que revela una vez más que la naturaleza todo lo contiene– está en una bacteria, la Wolbachia, que se introduce en los huevos del mosquito y hace inviable la reproducción, en el insecto, del virus causante de las enfermedades. La razón es de tamaño: tanto la bacteria como el virus necesitan comer, pero la Wolbachia es más grande y le gana al virus en la competencia por la proteína que los alimenta: la albúmina. Así, el virus no se desarrolla y el mosquito no lo transmite al picar.
La Wolbachia vive naturalmente dentro del 60 por ciento de los insectos del planeta, y fue el entomólogo-médico australiano Scott O’Neill quien la aisló del mosquito de la fruta y la introdujo dentro del Aedes aegyti. Tras ese logro, él y su equipo de la Universidad de Monash, en 2011, empezaron el Programa Mundial de Mosquitos –hasta septiembre de 2017 conocido como Eliminar Dengue–, que replica y prueba esta iniciativa en distintas zonas del mundo que son foco de enfermedades víricas transmitidas por mosquitos, incluida Colombia.
El Pecet es su aliado en nuestro país, y en 2015 inició el proceso de liberación de insectos con Wolbachia criados en su laboratorio. El proyecto piloto se inició en el barrio París de Bello, Antioquia, pero poco tiempo después se extendió a todo el municipio. Se liberaron ejemplares infectados durante 21 semanas (tres por vivienda seleccionada), y hoy el 90% de los mosquitos bellanitas tienen la bacteria en su organismo, lo que significa que no son agentes vectores. El método se autosostiene gracias a que la Wolbachia se transmite de generación en generación, cuando una hembra infectada copula con un macho sin la bacteria. Funciona también si los dos son portadores; pero si es el macho el portador y la hembra no tiene la bacteria, la prole es inviable. La Wolbachia no tiene efectos nocivos para los seres vivos y los mosquitos con esta no cambian su comportamiento de picadura, sus preferencias alimentarias ni sus prácticas de apareamiento o desove, solo su ciclo de vida, que se reduce un 10 por ciento.
En Bello se registraron 672 casos de dengue en 2014, 599 en 2015 y 1.868 en 2016, esta última la más alta incidencia en 15 años. Podría pensarse que la estrategia falló, pero hay otras variables por considerar. “Esta enfermedad hace ‘picos’ más o menos cada tres o cuatro años, ese es su curso natural, con o sin intervención humana (2010, 2013 y 2016 fueron años ‘pico’ en toda Colombia). Además, este es un municipio dormitorio de Medellín y es difícil determinar si las personas se enfermaron acá o allá”, señala el epidemiólogo de la Secretaría de Salud de Bello, Henry Pulido, quien añade que los fenómenos climatológicos como “El Niño” o “La Niña” son muy propicios para el despliegue del virus. El primero, porque las temperaturas altas con lluvias ocasionales acortan el periodo de incubación de los mosquitos, y el segundo porque su medio natural de reproducción es el agua, y con lluvias constantes es facilísimo que se formen reservorios en cualquier parte: un charco, una llanta, una botella, una matera o un basurero.
En Medellín, donde el clima es igual al de Bello, el dengue, no obstante, está disparado. En 2016 se presentaron 17.300 casos. Van seis años consecutivos en que la capital antioqueña está hiperendémica. La Secretaría de Salud local ejecuta un plan integral que incluye búsqueda y eliminación de criaderos, campañas educativas, capacitación a personal de atención, vigilancia de los casos y de la virología, larvitrampas y fumigaciones asiduas. La incidencia disminuyó radicalmente, pues hasta principios de noviembre iban 2.150 casos. Sin embargo, a juicio de algunos especialistas, una estrategia basada en el control químico de vectores es un “pañito de agua tibia”, pues fumigar ha demostrado ser una táctica errada para contener de manera sostenible el despliegue de los virus.
El precio de fumigar
“Cuando fumigas, le mandas a la población el mensaje de ‘tranquilos que aquí vamos a fumigar, sigan con sus hábitos’. Mientras que en Bello el mensaje es al contrario: ‘aquí no vamos a fumigar, así que o nos cuidamos o nos cuidamos’ ”, explica Pulido. Además de los costos económicos y las consecuencias ambientales que la fumigación genera (la muerte de vitales polinizadores, por ejemplo), hay otra razón para desestimularla: los insectos se vuelven cada vez más resistentes, lo que obliga a usar plaguicidas más agresivos. “Llevamos 20 años fumigando y no ha servido para controlar las enfermedades a largo plazo”, añade el parasitólogo Iván Darío Vélez, director del Pecet.
De ahí que su equipo iniciara el programa de liberaciones en Medellín, que empezó en agosto pasado y está previsto que termine en septiembre de 2018, con 192 eventos de liberación. Aunque tienen el apoyo del Ministerio de Salud en calidad de investigación experimental, hay un obstáculo que pone en riesgo toda la estrategia: seguir fumigando. “Poco o nada sirve que liberemos nuestros mosquitos si detrás vienen las autoridades de la ciudad con las pipetas de fumigación, que por supuesto no discrimina cuáles Aedes tienen Wolbachia y cuáles no”, repara Vélez, quien advierte, además, sobre los excesos en los que ha caído esta práctica. Solo en 2016 se fumigaron 145.000 viviendas y establecimientos en la ciudad, lo que costó 650 millones de pesos, de 1.869 millones invertidos en todo el programa. La Secretaría de Salud de Medellín asegura que no se está extralimitando y que el control químico se hace en puntos selectivos y no masivamente. “Respetamos el estudio con Wolbachia pero no es el sistema de control establecido, y hoy, ante la sospecha de que eso pueda servir, no podemos abandonar los protocolos de intervención”, afirma Raúl Rojo, funcionario de la entidad.
Más barato y natural
El World Mosquito Program recibe recursos de diversos grupos y entidades –entre estos la Fundación Bill&Melinda Gates, Usaid y los gobiernos de Australia y Reino Unido–, quienes asumen su implementación en países como Indonesia, Vietnam y Brasil. Hay otras alternativas en prueba, como la vacuna (seis candidatas en distintos estadios de desarrollo clínico), los mosquitos irradiados y los transgénicos (ambos buscan la esterilidad de la especie y, por ende, su extinción). Pero los costos de estos mecanismos, aún en evaluación, son considerables. Por ejemplo, conforme a un reporte del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), el costo de emplear Aedes aegypti transgénicos en la ciudad brasileña de Piracicaba –donde se ensaya este mecanismo patentado por la firma Oxitec– ascendería a 7,50 dólares por persona protegida, es decir 2,7 millones de dólares cada año, pues una sola liberación no basta, deben ser continuas.
La propagación de virus transmitidos por mosquitos es tan fácil, rápida e impactante en la población y el sistema de salud, que muchas autoridades sanitarias apelan a todos los mecanismos de lucha, como en el caso brasileño. Pero claramente hay métodos incompatibles, y para Vélez lo urgente está desplazando lo importante a un costo humano, ambiental y económico insospechado. Para este experto mundial es evidente que, de no cambiar la estrategia tradicional, la incidencia de enfermedades virales transmitidas por vectores aumentará dramáticamente. De hecho, la Secretaría de Salud de su ciudad da por sentado que habrá una nueva ola de chikungunya, y cuando eso suceda en Medellín “va a hacer ‘ochas y panochas’ ”, recalca Rojo.
Para las autoridades de Bello es necesario esperar hasta 2020 para comprobar el éxito de la estrategia con Wolbachia. Mientras el tiempo pasa, la ciencia tendrá que asumir otro reto: lograr que el Aedes albopictus –otra especie de mosquito que de manera incipiente también se ha convertido en transmisor de dengue y chikungunya– no tome el lugar del Aedes aegypti.
*Publicado en la edición impresa de diciembre de 2017.