Francisco Bocanegra: Un alma verde para Bogotá
En Bogotá existen más o menos 1’200.000 árboles. Muchos de ellos se encuentran en los cerros orientales, en zonas como Chapinero y Usaquén, aunque la localidad que cuenta con el mayor número es Suba y la que más árboles tiene en relación con sus habitantes es Teusaquillo. En contraste, en Bosa, Ciudad Bolívar y Usme están las menores concentraciones de árboles por localidad en Bogotá.
Si se trata de cifras, la de la cantidad de árboles por habitante no parece muy alentadora, pues la relación es de seis personas por árbol. Sin embargo, esta cifra sólo incluye a los árboles del espacio público en la ciudad y no tiene en cuenta a los que se encuentran en espacios privados, con lo cual el balance mejoraría un tanto. Estos datos los suministra Francisco Bocanegra, ingeniero forestal y experto en arborización urbana.
Un campesino estudiado
Francisco Bocanegra nació en el Líbano, un pueblo del Tolima donde no es exagerado asegurar que hay un poeta en cada esquina, dice. No duda que su interés por los árboles nació en el campo, pues su papá, campesino y ahora pensionado del cuerpo de bomberos, le enseñó los nombres y las funciones de los árboles de la zona cafetera. “A la gente le digo: ‘Yo soy un campesino estudiado que me vine para Bogotá a estudiar Ingeniería Forestal’”.
Tras hacer sus estudios en la Universidad Distrital y su tesis en la Reserva Nacional Natural Nukak (donde estuvo trabajando con los campesinos durante tres años y reconciliándose con la naturaleza luego de haber vivido en Bogotá), ha estado comprometido con la arborización urbana de la ciudad, primero desde el Jardín Botánico y ahora como asesor de la dirección de control de la Secretaría Distrital de Ambiente.
“El tema mío es la pasión por unos de los seres de los que todos hablamos, de los que decimos que son importantes, pero cuando estamos en la calle ni siquiera los determinamos. Determinamos un perrito, determinamos otros animales porque tienen una forma de lenguaje que para nosotros es más asequible,pero los árboles tienen otro lenguaje y no los entendemos. Por ejemplo, un árbol nos indica cuándo está triste, cuándo está feliz”, dice, y lo demuestra de inmediato con ejemplos: muestra los árboles que están pidiendo ayuda, que tienen pocas hojas y tratan de sobrevivir; muestra uno que debe ser talado para evitar que caiga sobre la vía y cause un accidente…
Francisco compara la tala de un árbol con la eutanasia, pues “ese cuento que nos han dicho, que los árboles mueren de pie, no es correcto. Los árboles pierden su capacidad de sostenimiento y se caen y tiene que ser así porque en el bosque se debe generar un proceso sucesional”. En la ciudad, en cambio, cuando un árbol pierde su capacidad de anclaje se corre el riesgo de que caiga y cause un accidente. “Por eso cuando se habla de talas a mí me parece muy duro, no son talas, son sustituciones: yo saco un árbol pero después tengo que llegar con unos nuevos para mantener el balance”.
¿Cuál es el balance del arbolado en Bogotá?
Francisco sostiene que el balance en Bogotá es positivo, pues en promedio en cada administración se siembran 90.000 árboles y se talan 2.000. La demostración está en que para el censo del arbolado urbano realizado en 2007 existían 1’114.765 árboles, mientras que ahora hay alrededor de 1’200.000. “Lo que pasa es que impacta muchísimo cuando se habla de talas y de todas maneras en términos generales sí hay una pérdida, por eso es que la norma habla de la compensación. La compensación está por norma a nivel nacional, el decreto 2811 de 1974 define el aprovechamiento forestal y establece que las autoridades ambientales deben compensar en el momento en que se haga una tala de un bosque natural, que no sea un bosque plantado específicamente para madera. Una de las compensaciones cuando se necesita talar un árbol es plantar un árbol o entregar la plata al distrito, y el distrito le entrega la plata al Jardín Botánico para que la ejecute con plantación o con mantenimiento. Esa es la forma de garantizar, por eso es que Bogotá no ha disminuido en árboles”.
Los recursos de Bogotá alcanzan para mantener cerca de 300.000 árboles, pero, además, Francisco, coautor de dos libros sobre árboles en Bogotá, opina que falta mucho por resolver: “Tenemos que cambiar el chip en la planificación de la arborización, ir más allá de solamente podar, hay que cambiar la forma de contratar la poda para hacerlo de forma más expedita para el árbol y no para el contrato. Si bien se viene adelantando una política pública de arborización urbana, sobre la responsabilidad con la gente todavía nos falta mucho, pues hay una dinámica de la ciudad y toca responderle a la gente en términos de calidad ambiental, que se deriva en gran parte de la calidad delas condiciones de la arborización de la ciudad”. Ese cambio de chip del que habla incluye entender la relación con los árboles, donde se busca plantar el árbol que corresponde en el lugar adecuado, pues asegura: “No hay árboles malos, hay árboles plantados en el sitio que no corresponde”.
¿Tala a la lata?
La Fiscalía está investigando una tala de árboles realizada en 2011 en la Reserva Forestal Cerros Orientales de Bogotá ―en zonas que pertenecen a la Empresa de Acueducto y Alcantarillado― y en el Parque de la Independencia. Fueron talados 776 árboles que, al parecer, no debían ser tumbados (entre ellos varios patrimoniales).
Y hay más. Según una carta enviada por el contralor de Bogotá a Gustavo Petro, que recogía los informes técnicos del Jardín Botánico realizados en diciembre de 2011 y febrero de 2012, apenas 793 de los 1.559 árboles que debían suprimirse allí fueron talados adecuadamente, y otros 526, que debieron ser talados, siguen en pie y pueden venirse abajo y causar daños o accidentes. Las pérdidas estimadas pueden llegar a los 1.928 millones de pesos.