21 de noviembre del 2024
Chip (Will Arnett), un cuarentón bronceado con pinta casual, es el protagonista de la serie. También es el coguionista.
Chip (Will Arnett), un cuarentón bronceado con pinta casual, es el protagonista de la serie. También es el coguionista.
22 de Julio de 2016
Por:
Carolina Sanín

La mayoría de la crítica que usa el término dramedy la calificó de vacua, fallida y poco graciosa. A mí me pareció extraordinaria. 

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Flaked

Venice, en Los Ángeles, es uno de esos barrios “con carácter” que hay en el mundo; barrios con historia (o, más bien, que han sido el telón de fondo de biografías célebres), habitados por artistas (o, más a menudo, por personajes artísticos), con alquileres costosos (pero sin muchas viviendas de fachada ostentosa), de interés turístico sin ser (supuestamente) visitados por el turismo masivo, y auténticos (según su propia pretensión). Sus habitantes sienten que se comunican entre sí y que constituyen una comunidad, pues se conocen de nombre y se encuentran en el restaurante o el café. Se sienten, además, característicos. Creen que tienen un peculiar modo de vida que está amenazado por el gran capitalismo, que quiere demoler edificios viejos para construir complejos comerciales y hoteleros. No se dan cuenta de que sus hábitos de consumo son lo que los identifica ni de que su pretendida autenticidad radica en la defensa de cierta versión, moderadamente glamurosa, de la comodidad. Se sienten personajes, y tienen razón, pero no por las razones que creen.

En la serie Flaked, de Netflix, por Venice se pasea en bicicleta Chip, un cuarentón bronceado de pinta casual. Lo interpreta Will Arnett (también coguionista de la serie), que se ha especializado en crear personajes adictivamente atorrantes, como el de Devon Banks en 30 Rock y el de G.O.B. Bluth en Arrested Development. Es un personaje verosímil de barrio “con carácter”: tiene un almacén de muebles subvencionado por su exsuegro, en el que vende taburetes que describe con flema de artista conceptual. Seduce a veinteañeras, en especial a aquella con quien fantasea su mejor amigo, en cuya casa vive de balde. Como un gurú menor, lidera sesiones de Alcohólicos Anónimos durante las cuales alienta a sus vecinos adictos con clichés de autoayuda.

Al contrario de lo que sucede en general en las series de comedia, en Flaked no se parte de la definición del protagonista. Chip tiene rasgos y motivaciones que no son discernibles para el espectador. Parece codicioso, pero su impostura revela la fragilidad de toda aspiración. Quiere y no puede, pero, al mismo tiempo, puede más que lo que quisiera. Delata un cruel egoísmo, que es en realidad un altruismo sacrificado, que es en realidad un egoísmo absoluto y triunfante.

 

 

A medida que se esboza como un mentiroso, el personaje se desmiente. Muestra caras sucesivas y las niega con acciones equívocas. En los últimos capítulos, en los que sus motivos se identifican con los reclamos de su barrio, ofrece al televidente una revelación de su verdad y, luego, una inesperada revelación sobre la revelación. El espectador, una y otra vez, se queda sin saber en qué momento o de qué situación quiere reírse.

La crítica estadounidense, apegada a las ahorrativas clasificaciones, ha acuñado el término dramedies para agrupar las nuevas series de comedia que no suscitan carcajadas, que se apartan de la caricatura y que no se apoyan en la ocurrencia chistosa. En las mejores obras de ese subgénero, la complejidad del protagonista suele deberse a su naturaleza autobiográfica (como sucede con el de Louie). Flaked, comprendida por la crítica dentro de las dramedies, en lugar de recurrir al sobreentendido autobiográfico para justificar la complejidad o el desdibujamiento del protagonista, tematiza la provisionalidad de la personalidad y problematiza explícitamente la caracterización.

La mayoría de la crítica que usa el término dramedy (y que, al estimar necesaria la etiqueta, desconoce el amplio espectro de la ironía y muestra no haber advertido que el género cómico implica siempre drama y que la variedad de la comedia excede los límites de la sitcom), calificó a Flaked de vacua, fallida y poco graciosa. A mí me pareció extraordinaria: por el retrato que hace de los hombres-niños y de las relaciones de indulgencia entre ellos; por la crítica a la obsesión que tienen nuestras ciudades con la proyección de imágenes juveniles y a la vez tradicionales de sí mismas; por la descripción de la banalidad de las relaciones amorosas y la observación del sinfín de oportunidades que se desprenden de la decepción; por el estudio de los mecanismos de la influencia personal, y, sobre todo, por la minuciosa construcción de la impostura del personaje cómico y la simultánea demolición de su comicidad, que en la literatura no es un proceso novedoso, pero sí lo es en la televisión.

 

 

*Publicado en la edición impresa de julio de 2016.