En noviembre  de 2021, el  entonces  príncipe de  Gales, hoy  monarca, visitó  Barbados para  acompañar la  transición de  ese país a ser  república. Foto: Getty Images.
En noviembre de 2021, el entonces príncipe de Gales, hoy monarca, visitó Barbados para acompañar la transición de ese país a ser república. Foto: Getty Images.
10 de Abril de 2023
Por:
Juan Carlos Ruiz Vásquez*

2.500 millones de personas viven en un ecosistema geopolítico cuyos lazos con Gran Bretaña son más de forma que de fondo. Su relevancia depende de que se fortalezca como institución supranacional.

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¿Está en crisis la Commonwealth o Mancomunidad de Naciones?

CUANDO SE INICIÓ el proceso descolonizador, luego de la Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido concibió la Commonwealth como un eficaz dispositivo diplomático de alianza internacional que le permitiera mantener su influencia sobre sus antiguas colonias. A diferencia de los franceses, quienes aprenderían a sangre y fuego el desgaste de las guerras de independencia con los fracasos militares en Indochina y Argelia, Londres entendió pronto que el proceso descolonizador era inevitable dando inicio, en 1949, a esta Mancomunidad que hoy congrega 54 países y 2.500 millones de habitantes.

Los primeros años de la Commonwealth coincidieron con la coronación de la reina Isabel II en 1952, quien asumiría un rol protagónico consolidando la nueva Mancomunidad gracias a sus viajes a estos antiguos territorios británicos. Las visitas de Estado de la reina en la primera década de su periodo en el trono abarcaron países de la Mancomunidad como Jamaica, Bahamas, Bermudas, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, India, Pakistán, Nigeria, Kenia y Tanzania.

Desde entonces, la Corona británica ha estado más presente en la Commonwealth que los primeros ministros de ese país, al punto que este modelo integrador parece más un terreno del rey o la reina británicos que del Foreign Office, responsable de una política exterior global de mayor envergadura y alcance. Por ello, la Mancomunidad ha guardado más ese tono de relaciones públicas del Palacio de Buckingham que el de una prioridad para Downing Street, la residencia del primer ministro.


Queda por verse si la imagen del rey Carlos III reemplazará la de su madre, la reina Isabel II, en la moneda de muchos países de la Mancomunidad. Foto: Shutterstock. 

Mientras duró su largo reinado, Isabel II fue una figura aglutinadora de la Mancomunidad, al punto que, al fallecer, algunos miembros de la Commonwealth anunciaron su deseo de convertirse en repúblicas, removiendo la figura del jefe de Estado británico de su sistema político. Hoy en día, 13 países reconocen a la reina o al rey como su jefe de Estado. Ya en 2021, Barbados había renegado de la reina. Justo durante sus funerales, otros países de las antiguas West Indies anunciaron también querer abandonar su relación política formal con Londres y su Corona: Jamaica, St. Lucía y St. Vincent y las Granadinas. Aún es prematuro decir si estos cambios impactarán la Mancomunidad y su unidad, que ya se había visto sacudida en el pasado por la salida de Zimbabue, la expulsión reiterada de Pakistán o la crisis del canal de Suez.

Quizás la lucha contra el calentamiento global sea el nuevo punto de partida que se necesita para darle sustancia.

Luego de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, el primer ministro Boris Johnson fincó sus esperanzas en reemplazar los mercados de sus antiguos socios con nuevos acuerdos dentro de la Commonwealth. En palabras de Johnson, esta brindaba una oportunidad única, mercados enormes y en crecimiento. Hasta la fecha, esa posibilidad no se ha concretado. No parece haber un interés particular de las antiguas colonias por firmar acuerdos comerciales con Gran Bretaña en iguales y ventajosas condiciones como las tenía con Europa continental.

Si bien la Mancomunidad no desaparecerá en las próximas décadas, tiene enormes desafíos para mantenerse vital por varios motivos:

  • Hay una tendencia nacionalista en varias antiguas colonias que reniegan de las herencias británicas. En algunos países africanos de la Commonwealth, se busca volver a las raíces culturales y se ve la tradición británica como un legado nefasto que cubrió la riqueza cultural nativa. Esto incluye las instituciones políticas, las leyes, las costumbres e, incluso, la lengua. Se acusa a Gran Bretaña de haber desarrollado una colonización brutal y la trata de esclavos. Aunque el Gobierno británico ha pedido perdón de manera directa por el comercio de esclavos, solo ha deplorado algunos hechos aislados de la colonización que discriminó a las poblaciones nativas.
  • La Commonwealth se ha convertido más que todo en una asociación lingüística, cultural y, a veces, deportiva, pero está lejos de ser un proceso de integración en temas comerciales o de seguridad. La Commonwealth se parece cada vez más a la Asociación de la Francofonía por medio de la cual Francia ha tratado de mantener sus raíces culturales y lingüísticas, especialmente entre sus antiguas colonias.
  • La Commonwealth no tiene una institucionalidad fuerte con órganos de decisión, red de agencias asociadas y presupuesto como sí las tienen la ONU o la Unión Europea. Sus intervenciones para enfrentar al Covid-19 y la crisis económica pospandemia fueron inocuas. Se le critica a Gran Bretaña no aportar fondos directamente a la Secretaría de la Commonwealth, prefiriendo dirigir bilateralmente sus aportes a algunos países miembros, siguiendo su política exterior antes que fortalecer la Mancomunidad.
  • La diversidad de sus miembros con intereses geoestratégicos muy diferentes hace que no haya una sola voz frente a conflictos como el de Ucrania o una sola posición frente a Rusia.
  • El reciente pago del Gobierno británico al ruandés para que recibiera migrantes ilegales que han cruzado el canal de la Mancha deterioró las relaciones de la madre patria con sus antiguos territorios.

Resulta difícil que el Reino Unido pierda su influencia en la Mancomunidad en el corto plazo. Antiguas colonias y mandatos que no tuvieron guerras de independencia mantienen lazos estrechos con la madre patria. Por ejemplo, el jefe de Estado en Australia y Canadá es el rey Carlos III, quien tiene como su representante allí al gobernador general. Aunque este nombramiento es simbólico y formal, se ha mantenido en el tiempo como lazo entre Londres y algunos miembros de la Mancomunidad. La reina Isabell II está grabada en las monedas de dólar canadiense y lo seguirá estando por largo tiempo. El símbolo formal de la Corona británica sigue siendo compartido con orgullo por algunos países miembros.

El jefe de Estado en Australia y Canadá es el rey Carlos III, quien tiene como su representante allí al gobernador general


LA EXTENSIÓN TERRITORIAL DE LA MANCOMUNIDAD
Está compuesta por 54 países, la inmensa mayoría de los cuales están vinculados por la historia al Reino Unido. Pero no todos: en los más de 31 millones de kilómetros cuadrados que cubre se incluyen los territorios de, por ejemplo, excolonias no-británicas como Mozambique y Ruanda. Zimbabue e Irlanda se retiraron en 2003 y 1949, respectivamente.


Gran Bretaña goza de una enorme influencia en el mundo: lo que el profesor de Harvard, Joseph Nye, llamó el “poder blando”: esa capacidad de influir a los demás países a través de medios no coercitivos, como la cultura, los valores, las políticas, la diplomacia y la educación, entre otros. La influencia de su idioma, lengua franca de los negocios, la academia o la política, ha hecho de Gran Bretaña un actor influyente en el concierto internacional. Su capacidad de dictar las nuevas tendencias en campos tan diversos como la música o las políticas públicas, copiadas en el mundo entero, le prodiga una influencia apreciable, lo que le permitirá mantener su peso en la Commonwealth.

La forma como Gran Bretaña, con el Brexit, redefina su relación con la Mancomunidad, puede darle un nuevo impulso a un proceso integracionista que se ha quedado más en la retórica y la diplomacia que en proyectos ambiciosos de economía o política. Quizás el tema ambiental y la lucha contra el calentamiento global sean el nuevo punto de partida que se necesita para darle sustancia. El rol de Carlos III, quien ha sido reconocido por sus causas ambientalistas, puede ser fundamental para relanzar un gran proyecto que aglutine y que, por fin, le dé una identidad concreta a la Mancomunidad. De otro modo, lo que prometía ser el gran proyecto poscolonial de los británicos terminará siendo un buen club de viejos amigos. 

* Ph. D. en Política de la Universidad de Oxford. Profesor titular de la Universidad del Rosario, Bogotá