Cientos de mujeres donan su pelo para pelucas que usarán enfermas de cáncer
Una tarde de tertulia, Dídier Arbeláez, director de la Fundación Alquimia, se enteró de que una de sus amigas, al parecer, tenía cáncer. Un diagnóstico aterrador que, aunque resultó negativo, motivó a esa mujer a donar su larga cabellera para aquellas que no habían corrido con su misma suerte. Ese fue el génesis de “Pelos por sonrisas”, una campaña que comenzó en Medellín y que ya ha entregado 1.381 pelucas a quienes se enfrentan a este mal.
La quimioterapia y radioterapia atacan las células malignas con tanta agresividad que los pacientes experimentan náuseas, malestares estomacales, cambios en el peso y color de la piel, y la caída del pelo, las cejas y las pestañas.
Lina Durán, subdirectora médica de la Liga Colombiana contra el Cáncer, afirma que los síntomas son transitorios. “Después del tratamiento todo puede volver a ser como antes”. Sin embargo, estos efectos producen angustia, depresión y miedo, lo cual puede disminuir la eficacia de los medicamentos.
Según la oncóloga, el estado emocional es vital para la recuperación. “Una persona tranquila y consciente de su enfermedad, recibe el tratamiento con mucha más efectividad”.
Flor Nelly Galindo supo que tenía cáncer en el seno derecho en 2009. Foto/Mario Cuevas |
Afrontar la realidad
Más allá de la teoría, está el día a día de cada uno de los pacientes con cáncer, quienes intentan fortalecerse ante la amenaza de la tristeza.
Para muchos, tener un buen aspecto no es más que una superficialidad, pero en el momento en que se conjugan los efectos físicos de los medicamentos, el temor y la probabilidad de morir, el detalle de la apariencia puede ser devastador.
Flor Nelly Galindo supo que tenía cáncer en el seno derecho en 2009. Y aunque su médico le advirtió que con la quimioterapia su pelo se caería, ella no estaba preparada para afrontarlo. “Tenía bastante, era ondulado y me lo admiraban”, recuerda. Tratando de burlar al medicamento, dejó de peinarse para que las hebras que comenzaron a caer se mantuvieran en su lugar.
Pero no funcionó. A los 20 días de la primera quimioterapia, mientras se daba una ducha, su pelo se cayó. “¿Ha visto esa película de jóvenes brujas en la que a una muchacha se le cae el pelo y le quedan cuatro mechitas? Así me veía yo”, dice sonriendo sobre un momento en el que lloró al verse al espejo. Fue tal su tristeza que enseguida salió con su hermana a comprar una peluca sintética, pues las naturales son muy costosas.
Un mechón de pelo sano y sin tratamientos químicos puede costar entre uno y dos millones de pesos, una tarifa tentadora para las dueñas del pelo, pero que no se compara, según Dídier, con la gratitud que reciben de las mujeres que necesitan las pelucas. “Ellas entregan su apego y su ego para darle la posibilidad a otra persona de que se sienta bien”.
La cadena comenzó con la recepción del pelo de 400 donantes y que, ante el desconocimiento en la materia, los obligó a él y a los miembros de su fundación a buscar la asesoría de un docente de caracterización y efectos especiales, quien les enseñó a elaborar las pelucas. “Montamos el taller, en el que trabajan mujeres sobrevivientes de cáncer que no tenían empleo y que ahora se sostienen gracias a las pelucas”.
Con su campaña, a la cual suelen sumarse las más prestigiosas peluquerías de Bogotá y Medellín, se benefician Fundayama, Medicancer, el Instituto Cancerológico de Antioquia, la Fundación Leucemia y Linfoma y la Liga Colombiana contra el Cáncer, que distribuye las pelucas a sus seccionales en todo el país.
Pilar Fernández, subdirectora de campaña de la Liga, agrega que como un efecto multiplicador de las donaciones de pelucas a mujeres de escasos recursos, les piden a las beneficiarias que les cuenten a sus compañeras en los centros de quimioterapia.
“La persona llega a solicitar la peluca y luego es atendida en el área de sicología. Allí se les hace una entrevista y se llena el formato de constancia de donación. Ellas se comprometen a devolverla tan pronto termine su tratamiento”, explica. Muchas mujeres devuelven las pelucas al finalizar el tratamiento, que generalmente dura un año.
Aunque hay casos en los que doce meses no son suficientes. Nelly, quien además de la quimioterapia debió recibir radioterapia debido a la aparición de un tumor en el cerebro, no ha conseguido que su pelo, tras cinco años, termine de salir.
Luego del impacto inicial, Nelly no solo se acostumbró a su calvicie, sino que comenzó a disfrutar de esta usando gorros y pañoletas. Eso sí, ante el temor por los efectos de los rayos solares, no se atreve a salir de su casa sin taparse la cabeza. Por eso escoge el accesorio del día –peluca, pañoleta o gorro– según su ropa y estado de ánimo.
La sicóloga Pilar Fernández afirma que, pese al creciente deseo de las mujeres de lucir su calva con orgullo, esto no es lo habitual. “El cambio cuando reciben su peluca es enorme. Hay quienes prefieren estar calvas, pero no es la generalidad porque se afectan con que las miren raro. Para ellas, la peluca les ayuda a volver a la normalidad, a sentirse como estaban antes”.
Mucho más que pelo
A pesar de que hay muchas mujeres decididas a donar su pelo, pocos son los recursos para la elaboración de pelucas. De hecho, la Liga alimenta su banco de pelucas sin pagar un solo peso, mientras que la Fundación Alquimia debe costear la fabricación de cada una, cuyo precio oscila entre 180.000 y 200.000 pesos.
Por esta razón, tanto Alquimia como la Liga prefieren que las donaciones de pelo se hagan los días designados por la campaña, cada mes de octubre, cuando ya se ha coordinado la ayuda de patrocinadores privados que aporten el dinero para la elaboración.
Así, al año siguiente, la Fundación hace una nueva donación. Esta vez fue en septiembre. Dídier entregó a la Liga en Bogotá parte del producto de la campaña anterior, 146 pelucas. Entre estas se encontraba una hecha –se requieren entre dos y seis donaciones para cada peluca– con la ayuda de Lina Beltrán, una joven sicóloga de 21 años que decidió cortar su pelo, que había dejado crecer desde los 9 años, y donarlo.
Para Nelly, este gesto es fabuloso: “Cuando uno está así, no se quiere ni mirar al espejo”. Para Lina, es la oportunidad de decirle a otra mujer: “no estás sola, hay personas que están contigo, gente que incluso no te conoce”.
Cifras
En Colombia hay anualmente unos 9.000 diagnósticos de cáncer de seno, una enfermedad que causa la muerte de 2.900 pacientes en el mismo periodo y que para enfrentarse requiere, además de medicamentos, de un buen estado de ánimo.