Mis humoristas favoritas, por Carolina Sanín
Hasta hace muy poco tiempo (me atrevo a decir que hasta hace un par de décadas), el humor en el arte era una prerrogativa de los hombres. Con pocas excepciones, entre ellas la de la mordiente Dorothy Parker, la literatura de humor no ha sido escrita por mujeres. Hay destellos de humor en muchas autoras, sin embargo: desde Santa Teresa y sor Juana hasta Clarice Lispector y Virginia Wolf, quien en sus ensayos se sirve a veces del sarcasmo, pero cuyos chistes me resultan demasiado dolientes y ríspidos, demasiado desencantados.
Una mujer inteligente es siempre peligrosa, y eso ya lo sabemos, pero una mujer que bromea, que parodia y satiriza es más peligrosa aún. El miedo a las mujeres, tradicionalmente, tiene que ver con prejuicios acerca de la doblez de la palabra femenina. Si una mujer es humorista, entonces es doblemente doble, pues conoce los dobleces del lenguaje y los explota consciente y abiertamente. Creo que el grado de misoginia de una sociedad podría juzgarse por la cantidad de mujeres humoristas que tiene y tolera. En Colombia, por ejemplo, ha habido cero mujeres dedicadas a escribir humor, que yo sepa.
La actuación cómica es otro asunto. La mujer que interpreta un papel femenino cómico escrito por un hombre no solo ha sido tradicionalmente tolerada, sino que ha sido adorada. Poco énfasis se hace en que nuestro gran símbolo sexual, Marilyn Monroe, era una brillante actriz cómica. Sus papeles en las comedias Some Like It Hot o en The Seven Year Itch son superiores al de la sombría The Misfits. La mujer a quien más hemos deseado fue una payasa, y su chiste principal era aquel, recurrente, en el que se estereotipaba y ridiculizaba a la mujer. A través de los papeles de Marilyn se reían los hombres de las mujeres y, con ello, podían desearlas reduciéndolas y reduciendo, por tanto, el temor que ellas les inspiraban. (En el caso de Marilyn, podían desearla a través de sus personajes, sin reparar en la gran inteligencia que le permitía desarrollarlos).
El surgimiento de las humoristas ─de las mujeres que son autoras y no solo intérpretes del humor, y que no solo se ríen de las mujeres, sino también de todo lo demás─ es inseparable del auge de la televisión y quizá tiene que ver con la subversión de los espacios privado y público que la televisión entraña. Para comenzar el año, recomiendo mis comedias favoritas de mujeres:
Inside Amy Schumer es un show de varias partes, con sketches, entrevistas callejeras y entrevistas formales, hecho por la salaz, aguda y feminista Schumer. A la incorrecta y suspicaz Sarah Silverman la prefiero en el stand-up, aunque también puedo disfrutar de su comedia The Sarah Siverman Program. El ingenio vertiginoso de la mayestática Tina Fey brilló sobre todo en la abigarrada 30 Rock, de la que alcanzó a haber 138 episodios. La impecable Lisa Kudrow es coautora de Web Therapy, que se ríe de la falsedad y el narcisismo, y que es impresionante, sobre todo, por el uso que hace de la improvisación. Broad City, de las jovencísimas Ilana Glazer y Abbi Jacobson, es descarada, fresca y tierna. La excentricidad y la frivolidad están magistralmente satirizadas en la comedia inglesa Absolutely Fabulous, de Jennifer Saunders.
*Publicado en la edición impresa de enero de 2017.