NUEVOS ESPACIOS URBANOS: ALAMEDAS Y PASEOS
A partir de la segunda mitad del siglo XIX la vinculación de nuestro país al comercio exterior, entre otros aspectos, trajo consigo la introducción de nuevos hábitos, gustos y prácticas. De forma sosegada y esporádica se presentaron ciertos cambios sobre las viejas estructuras urbanas de las ciudades y poblaciones colombianas, transformaciones materiales que fueron más evidentes en algunos centros urbanos.
El paisaje decimonónico, a excepción de la fundación de nuevas poblaciones y ciudades efectuada a partir de la segunda mitad del siglo XIX, se materializó a partir del decenio de 1840, momento en el cual los centros urbanos tradicionales se caracterizaron por heredar la continuidad del trazado y la fisionomía de la ciudad colonial. Al mismo tiempo, se expresó un nuevo itinerario urbano asociado a novedosas formas de vida que trajeron consigo la adopción de diversos hábitos que se ajustaron prontamente al anhelo de vivir en una metrópoli ordenada, higiénica y estéticamente atractiva.
Los síntomas de este cambio sobre los centros urbanos tradicionales fueron múltiples, uno de ellos se relacionó con el surgimiento y consolidación de nuevos espacios de encuentro social, donde se incluyeron los cafés, restaurantes, hoteles y algunos clubes sociales que fueron catalogados como modernos. Pese a que estos espacios no eran del todo desconocidos para buena parte de los ciudadanos, contaron con una carácter casi excluyente y comúnmente limitado bajo el concepto de algunas membresías a las que solo accedían determinados sectores y grupos sociales.
Bajo este marco de ordenamiento urbano se introdujeron nuevas experiencias de sociabilidad, que adicionalmente se extendieron al espacio público como una irrefutable prolongación de ciertas prácticas realizadas en los diferentes recintos cerrados. En este sentido, el concepto de novedoso y moderno fue transferido a los nuevos jardines públicos y parques, espacios que prontamente se reconocieron como signos que revelaban las transformaciones. Esta nueva percepción se extendió a algunas calles y avenidas que se manifestaron como evidencias del cambio, por ello, no es extraño que durante los cuatro últimos decenios del siglo XIX se adelantara en ellas una lenta intervención como una medida que revelara sobre el paisaje urbano la ruptura con el legado de algunas de las viejas costumbres heredadas de España, y que comenzaran a prevalecer ciertas manifestaciones materiales y prácticas novedosas provenientes de Europa y Estados Unidos.
Izquierda :Avenida Colón a la altura de la calle 16, Bogotá. Colección Camilo Andrés Moreno. Derecha: Paseo del Camellón, Barranquilla. Colección Familia Lelarge. |
Estas iniciativas surgieron con la ejecución de diferentes mejoras a las viejas calles estrechas y entre cortadas, los viejos camellones y alamedas heredadas del periodo virreinal. Corredores que fueron objeto de todo tipo de intervenciones simbólicas y materiales, por ejemplo, se modificó su nomenclatura al asignar los nombres de los participantes en la gesta independentista, poetas, prohombres, escritores, políticos consagrados y de los lugares donde se libraron las batallas decisivas para la Independencia de la corona española.
Adicionalmente, se hicieron grandes esfuerzos por intentar suprimir el mal aspecto que brindaban las acequias centrales y laterales de las vías principales, otra mejora que adelantó fue la instalación de nuevos empedrados de cantos rodados y adoquinados, en algunas ocasiones se recubrieron con ladrillos. Estas medidas brindaron solución para facilitar los procesos de circulación de mercancías, personas y coches; labores que también se dirigieron a la instauración de nuevos lugares de representación sobre lo público. Sin embargo, algunas de ellas se caracterizaron porque en la temporada de sequía eran frecuentes las nubes de polvo que se producían allí, y en el periodo de lluvia eran casi intransitables por los innumerables lodazales que se formaban. Algunos ejemplos notables en Bogotá fueron las alamedas, una fue conocida como Alameda Vieja (actual carrera 13, entre calles 15 y 26), y otra fue la Alameda Nueva (actual calle 13, que partía de la Plaza de San Victorino hasta la actual carrera 18).
Izquierda: Paseo de La Playa, Avenida Izquierda. Biblioteca Pública Piloto de Medellín. bpp-f-014-0178 Derecha: Paseo de La Playa Biblioteca Pública Piloto de Medellín. bpp-f-002-0203. |
Las avenidas-paseo, no solo fueron una variación de las alamedas, también surgieron como un aporte significativo de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Su materialización logró irrumpir sobre los monótonos horarios de la ciudades, también se transformaron en sitios ideales para el descanso y el regocijo de las personas, destinados como escenarios apropiados para la fiesta, el gozo y también como vínculo de unión fraternal y pasarela peatonal, además fueron facilitadores de los procesos de comunicación como lugares de encuentro y tertulia. Adicionalmente, se convirtieron en referentes modernos que también brindaban la posibilidad de disfrutar y contemplar tanto el paisaje urbano como el natural inmediato y distante. A pesar de ciertas diferencias sociales, fueron considerados como una plataforma que facilitó procesos de sociabilización entre las disímiles capas de la sociedad, se utilizaron para ver y ser visto, para ostentar y admirar toda clase de bienes materiales y como verdaderos emisarios de lo moderno.
Ocasionalmente fueron consideradas como boulevares, pero en realidad diferían considerablemente de ellos, la mayoría de los ejemplos desarrollados en nuestro país fueron más un objeto de deseo y ambición, que una realidad. Detrás de la concepción, administración y consolidación de estos nuevos escenarios, que sin duda ejercieron una notable influencia en los nuevos hábitos y ritmos de la ciudad, se encontraban los Concejos Municipales, también algunas compañías públicas y juntas privadas, entre ellas, la Sociedad de Embellecimiento en Bogotá y la Sociedades de Mejoras Públicas de Cali y Medellín, que estaban constituidas por destacadas figuras de la academia, prósperos comerciantes, promotores urbanos, ingenieros y arquitectos.
La construcción y consolidación de las avenidas-paseo presentó diferentes matices, en algunos casos promovieron las primeras acciones de renovación urbana. Su atractivo aspecto hizo que fueran consideradas una obligada referencia que permitía romper y contrastar la monotonía de las viejas construcciones coloniales para destacar las numerosas edificaciones de carácter doméstico y comercial que se levantaron sobre sus bordes. De hecho, diversas calles laterales y avenidas fueron registradas en docenas de tarjetas postales como una contundente representación del anhelo cosmopolita que se estaba experimentando en diferentes ciudades del país. Imágenes que resaltaron algunos de los renovados espacios centrales, como sucedió con las Calles del Comercio de Ibagué y Barranquilla.
Izquierda: Paseo de Buenos Aires. Biblioteca Pública Piloto de Medellín. bpp-f-008-0652. Derecha: Camellón central del Bosque Calderón Tejada, Bogotá. 1927. Colección particular. |
En algunas ocasiones, estos innovadores paseos urbanos simplemente fueron arterias angostas arboladas que contaron con estrechas calzadas para transeúntes, ejemplo de ello fue el Paseo de Buenos Aires en Medellín. Otros espacios viales presentaron una mayor escala y dimensiones respecto a otras vías. Adicionalmente adoptaron un mobiliario que permitió identificarlos y diferenciarlos de otros espacios, pues fueron embellecidos con la instalación de una diversa selección de postes decorados con sus agraciadas bombas eléctricas, bancos, monumentos públicos y, como elemento relevante la naturaleza, para lo cual no se escatimaron esfuerzos por efectuar la siembra de las nuevas especies arbóreas y florísticas que recientemente se habían introducido desde Venezuela, Europa y Estados Unidos.
Por varias décadas, algunos paseos urbanos fueron identificados por las nutridas especies que ostentaban, por sus arboledas, palmas de alto porte y por su proximidad a las corrientes de agua. Igualmente sobresalieron por ostentar óptimos trabajos de asfalto, ejemplos de ello fueron la Avenida Colón y algunos tramos de la Carretera del Norte en Bogotá, la Avenida El Libertador en Santa Marta, el Paseo Bolívar y la Avenida Quinta en Cali, el Paseo de La Playa en Medellín, la amplia avenida del Barrio El Prado en Barranquilla y la Avenida Camacho en Bucaramanga.
Por otra parte, las nuevas avenidas arboledas con el paso de los años fueron remodeladas y adecuadas como lugares de tránsito, punto de partida y de llegada a los atractivos barrios suburbanos, a las viejas haciendas, villas y quintas, los conjuntos religiosos y los novedosos parques de diversiones que en la mayoría de los casos se hallaban localizados en los extramuros, como fueron los casos de la Avenida 20 de Julio y la carretera del norte que facilitaban el acceso de los visitantes al Bosque Calderón Tejada, parque de recreo construido en 1927 en el extremo oriental de Chapinero en Bogotá por iniciativa de Luis Calderón Tejada o el denominado terraplén de Belén en Ibagué, que permitía el ingreso al acreditado Lago de Belén, inaugurado en 1918.
El gusto y la aceptación respecto a los nuevos hábitos, también conllevo que estas arterias viales fueran utilizadas como medios de conexión a lo largo de los bordes inmediatos a los suburbios. Algunas de ellas contaron con terrazas que se emplearon como agentes para realizar los afamados paseos dominicales y reuniones sociales, sin necesidad de ausentarse de los suburbios, donde los visitantes también podían regocijarse de las increíbles vistas panorámicas que ofrecían, como fue el caso del antiguo Paseo de Agua Nueva que dio paso al Camino de Oriente y el Paseo Bolívar en Bogotá.
Otra manifestación de la nueva dinámica urbana que provocó cambios, se hizo evidente con la renovación de los paseos de antaño que permitían disfrutar las bondades del entorno de los suburbios. Las nuevas avenidas sobre la periferia no solo fueron aprovechadas por los conductores de carga, de animales, de forrajes y bestias; también ofrecieron a las personas la oportunidad de efectuar viajes de mayor distancia, en menor tiempo de recorrido. Las familias también efectuaron excursiones a lugares apartados para realizar almuerzos campestres, allí se disfrutaba del contacto con la naturaleza al tomar el aire purificador del campo y era posible dejar atrás los afanes propios de la vida diaria. Actividades que frecuentemente se realizaban en quintas y estancias aledañas a los centros urbanos; entre esos memorables lugares se pueden reseñar en Bogotá los paseos a la quebrada de Las Delicias, la hacienda San Rafael y la zona adyacente a Sans Façon.
Bibliografia
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