21 de diciembre del 2024
 
Vista aérea de Neira
Diciembre de 2019
Por :
Hernán Giraldo Mejía * Arquitecto, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Profesor Titular y Emérito, Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales.

NEIRA

 

Por su vibrante actividad comercial y cultural, sus caracteristicas arquitectónicas y paisajístas, Neira es un pueblo de verdad, cuyos paisajes y pobladores traen a la memoria los procesos de poblamiento y las dinámicas sociales que caracteriaron la colonización antioqueña.

Desde su fundación durante la colonización antioqueña, Neira ha desempeñado un papel activo dentro de la red de comunicaciones, comercio y actividades culturales del norte de Caldas. A pesar de las fuertes presiones sobre su centro tradicional y de la onda demoledora y desarrollista que ha afectado a otras localidades, su arquitectura tradicional se mantiene bien conservada en su mayoría. La población se caracteriza por una dinámica y un tempo propios, muy activa los fines de semana con la presencia de campesinos venidos de sus veredas y corregimientos, de turistas y de otras gentes, que se reúnen en la Calle Real, en la Plaza de Mercado, en el Parque de Bolívar, en sus cafés y terrazas, sitios donde tienen lugar actividades comerciales, recreativas y religiosas. Puede decirse que la población, a diferencia de otras, está muy alejada de ser un parque temático: Neira es un pueblo de verdad.   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los fundadores de Neira partieron de Salamina, fundada en 1827, en búsqueda de nuevas tierras donde poder situarse con sus familias, atraídos también por las minas de sal del Guineo y el oro de La Sonora. Además, pretendían lograr “una mejor comunicación y comercio”. Avanzaban sobre el vasto territorio que alguna vez perteneció a los indígenas carrapas, en gran medida diezmados por los españoles, si bien sus descendientes mestizos sobrevivieron y continuaron poblando esas tierras. Los colonos trataban de rebasar la frontera de Antioquia y adentrarse en la Provincia del Cauca. Seguían, entonces, marchando al sur, siempre al gran sur, en esa ruta abierta por muchos de ellos en Abejorral y Sonsón, desde finales del siglo XVIII.

 

La población se asienta sobre una ladera con pendiente relativamente fuerte.  FOTO MAURICIO VILLA O, 2019

 

 

Bajaban con esta turba Vicente Fermín López, su cuñado José Hurtado, Marcelino Palacio, Manuel Grisales, José Hurtado, Elías y Pantaleón González, entre otros, quienes participaron en el desmonte de los terrenos hacia 1842, actividad previa a la fundación. El poblado estuvo ubicado inicialmente en diferentes sitios, como La Sonora y Pueblo Viejo. El 31 de octubre de 1844 recibió el título de Distrito Parroquial, la categoría que antecedió a los municipios en el ordenamiento político-territorial colombiano. En 1856, los habitantes trasladaron la población al paraje en el que se encuentra en la actualidad, en donde recibió un nuevo nombre, en honor al general Juan José Neira (1793-1841), prócer de la Independencia.

El municipio de Neira está situado en la cuenca del río Cauca, sobre la vertiente occidental de la Cordillera Central, a 21 kilómetros de Manizales. Tiene una extensión de 393 kilómetros cuadrados y su territorio abarca todos los pisos térmicos, lo cual le confiere una diversidad de climas y productos agrícolas: café, plátano, caña de azúcar, papa y aguacate Hass. Además, es un territorio de una gran riqueza hídrica, por el que pasan los ríos Guacaica, Tareas, Tapias y Cauca. El poblado se encuentra a 1.969 metros sobre el nivel del mar, tiene una temperatura promedio de 18ºC y una población aproximada de 31.180 habitantes, según el Departamento Nacional de Estadística (DANE). Neira hace parte del territorio del Paisaje Cultural Cafetero de Colombia, Patrimonio de la Humanidad, de acuerdo con declaratoria del 25 de junio de 2011 de la Unesco.

 

Templo de San Juan Bautista. FOTO MAURICIO VILLA O, 2019

 

Asentada sobre una ladera, como casi todas las poblaciones de la región, la retícula española o damero se impone de forma casi forzada sobre la montaña. La retícula está conformada por manzanas, con la vivienda en sus cuatro costados y un centro libre o corazón verde conformado por los patios. Esta tipología urbana fue característica de las fundaciones asociadas con la llamada colonización antioqueña. El centro tradicional se organiza en torno al cuadrilátero de la plaza, donde se concentra buena parte de las actividades principales: la religiosa, con la iglesia y la casa cural; las administrativas, como la alcaldía, y las financieras y comerciales, que se extienden desde el centro hacia vías principales, como la Calle Real (carrera 10) y la calle 9. En esas calles se da la mayor dinámica social y la apropiación del espacio público por parte de los habitantes urbanos y rurales, sobre todo durante los fines de semana o días de mercado.

 

Interior del templo de San Juan Bautisa. FOTO HERNAN GIRALDO MEJÍA, 2019

 

La Calle Real es, sin dudas, la que resume buena parte de la imagen del conjunto urbano de Neira. Sus paramentos o fachadas están compuestos casi en su totalidad de un continuum urbano de inmuebles de dos pisos. El primer piso de esas fachadas genera un zócalo, o franja a nivel de la calle, usado de forma exclusiva para actividades comerciales y sociales. Desde el primer piso también hay puertas de entrada que conducen a las áreas de vivienda, a donde se llega a través de escaleras. Los balcones y la cadencia de los aleros, cuya posición varía de acuerdo con la topografía, proporcionan cobijo a las actividades que tienen lugar en la calle. Las fachadas de esta arquitectura, edificada en diferentes técnicas de bahareque (la más conocida es aquella en la que se emplea un entramado de palos o cañas que se rellena y recubre de barro), tienen distintos colores, lo cual anima la perspectiva de la calle. Se trata de un conjunto de arquitectura no monumental de gran sencillez y armonía.

 

La Callee Real es plana, en contraste con las demás calles empinadas que suben o bajan por toda la población.  FOTO HERNAN GIRALDO MEJÍA, 2019

 

El Parque de Bolívar es el punto focal de la población. En un comienzo, y hasta inicios del siglo XX, el parque tuvo piso en tierra. Más adelante, fue remodelado a comienzos del siglo XX, según un diseño atribuido al ingeniero aguadeño Jaime Duque Estrada. El diseño consta de un cuadrilátero cruzado por diagonales que conforman los senderos. Estas rutas están rodeadas por jardines y árboles y conducen hacia un área circular central en la que hay una escultura del Libertador Simón Bolívar. A un costado, en la parte alta de la pendiente y frente al templo, existen una pila de agua y un quiosco para retretas.  

 

Además, el templo de San Juan Bautista tiene una historia digna de ser mencionada. El proceso de construcción del templo actual, que sustituyó uno anterior edificado de madera y techo de paja, comenzó en 1856. La obra se atribuye al súbdito de la Corona inglesa e ingeniero de minas William Martin, quien participó en la construcción de muchos templos de la región. Por ejemplo, en los de poblaciones como Pácora, Riosucio, Salamina, Manizales y Pereira. Martin tenía una gran experiencia en estructuras y andamios empleados para sostener socavones y túneles en las minas, así como en la construcción de rieles y caminos por los que circulaban los carros en el proceso de extracción de los minerales. Antes de la utilización generalizada del hierro, esas obras debían construirse en madera. Es justamente en el amplio conocimiento sobre este material donde radica la especialización de Martin, quien ocupó, quizá, el cargo más importante de la región durante la segunda mitad del siglo XIX: Encargado y Director de las Minas de Marmato, que pertenecían al Estado Soberano del Cauca.

 

El templo está situado en el costado occidental del parque, en la parte más alta de la ladera. Sus muros fueron construidos en adobe, la estructura de la cubierta es de madera y el techo, de teja de barro. El estilo de su fachada es ecléctico, una combinación de estilos de diferentes lugares y períodos históricos, que en Colombia suele identificarse como “estilo republicano”, por lo recurrente que fue en la arquitectura que se construyó después de la Independencia. El nivel inferior está decorado con falso almohadillado y allí están los accesos, escoltados por pilastras, que demarcan las tres naves. Sobre esas puertas hay columnas dobles que sostienen, en la parte central, un frontón circular, sobre el cual aparece una torre de base cuadrada, que guarda el campanario, rematada por un tambor que recibe la cúpula. Es un conjunto elegante, por lo sobrio y discreto.

 

Dentro de la iglesia, las tres naves tienen una leve pendiente, desde el acceso hacia el altar. El interior es una obra de arte que engloba el artesonado, o armadura del techo, trabajado con gran preciosidad. Además, en la parte superior, una serie de celosías, o tableros calados, dejan colar la luz, así como ocurre con los ventanales, que tienen bellos vitrales con escenas bíblicas. El mobiliario se complementa con canceles, retablos y bancas, así por las diferentes esculturas hechas por maestros de la región, entre las que están las procedentes del taller de Álvaro Carvajal y otras donadas por los fieles a través del tiempo.

 

Además de las obras de arquitectura, entre las cuales cabe subrayar también la Plaza de Mercado, el Hospital San José y la Terminal de Transporte, es fundamental mencionar personas, actividades y grupos que han promovido a Neira ante Colombia y el mundo. Se distinguen como asociaciones importantes para el progreso de la población la Sociedad de Mejoras Públicas y el Comité de Cafeteros de Neira, junto con los ciudadanos, orgullosos de su poblado e historia. Merecen ser destacados algunos personajes públicos nacionales como el pintor y escultor David Manzur Londoño y el líder político Mario Calderón Rivera, nacidos en Neira. Además, a lo largo del año, en el poblado se celebran eventos importantes, como la Exposición Equina Grado B, las Fiestas del Corcho, el Festival Nacional de la Canción, el Festival Nacional de Danzas y la Quema de Judas. Por su vibrante actividad comercial y cultural, sus características arquitectónicas y paisajísticas, Neira es un pueblo de verdad, cuyos paisajes y pobladores traen a la memoria los procesos de poblamiento y las dinámicas sociales que caracterizaron la colonización antioqueña.

 

FOTO ARCHIVO PERSONAL DE DAAVID MANZUR

 

David Manzur Londoño nació en Neira el 14 de diciembre de 1929. Los negocios de su padre, un comerciante libanés, y la situación económica del país condujeron a que la familia se fuera de Colombia en 1935, para instalarse en África. Después de pasar por España, Manzur regresó en la década de 1940 a Colombia, donde, años más tarde, comenzó a estudiar arte. Pese a haber vivido lejos de la población, Neira ha sido una inspiración recurrente en la obra de Manzur. En una entrevista que dio a El Tiempo en 1992, el artista se refirió a la impresión que le causó la teatralidad de la Semana Santa que se celebraba en su pueblo. De tal forma, la teatralidad, la penumbra, así como los paisajes y algunos personajes de Neira, aparecen en varias de las obras de Manzur.

 

 

Neira, 1984. Colección particular. FOTO CORTESÍA DE VILLEGAS EDITORES.

 

 

 

 

 

 

 

Bibliografías:

 

[1] Jorge Enrique Esguerra Leongómez, La fundación de Salamina, Caldas: escenario y crónica de un conflicto de tierras, Fusión Comunicación Gráfica, Manizales, 2017, 171.

2 “David Manzur corre el telón”, 11 de enero de 1992, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-10256