LAS MUJERES QUE ACTUARON
El 13 de septiembre de 1917 el Gobernador de Cundinamarca improbó el nombramiento de una mujer en la Tesorería de San Juan de Ríoseco porque, según la Constitución, las colombianas carecían de derechos de ciudadanía y en consecuencia les estaba vedado ejercer cargos públicos. ¿Podríamos acusar de machista al doctor Liborio Escallón por esta actitud, o el machismo residía en una Constitución redactada por hombres? De entonces a hoy las colombianas han avanzado un largo trecho en la conquista de sus derechos civiles y de las condiciones de igualdad. La ley ordena ahora que como mínimo el treinta por ciento de los empleos públicos deben ser ocupados por mujeres.
Al comenzar el siglo XX los trabajos que se les permitía desempeñar a nuestras compatriotas no eran, en sí, de bajo perfil, ni mucho menos. Antes bien los oficios femeninos tenían extrema importancia para el funcionamiento de la comunidad y el correcto movimiento del engranaje social, cultural y económico del país: maestras o institutoras, telegrafistas, telefonistas, lavanderas, niñeras, empleadas domésticas, periodistas, escritoras, odontólogas etc. Podían ser empresarias independientes, si poseían el dinero y la iniciativa para ello; pero no podían elegir ni ser elegidas, es decir, carecían del derecho al voto y al acceso a cualquier cargo público, por modesto que fuera. En ese sentido no eran ciudadanas. Tampoco lo eran las mujeres en ninguna parte, hasta antes de la Primera Guerra Mundial. Las sufragistas en Inglaterra, Europa y los Estados Unidos llevaban más de treinta años de ardua lucha por obtener el derecho al voto, sometidas a constantes persecuciones y humillaciones por parte de los ilustres varones que las consideraban mentalmente incapaces para participar en política. Durante la guerra, las inglesas demostraron de lo que eran capaces y al concluir la contienda la Cámara de los Comunes hubo de reconocerles el derecho al voto, medida que se adoptó sin demora en el resto de las naciones civilizadas entre las que, como cosa rara, no figuraba Colombia. Pasarían veinte años antes de que, en la República Liberal, la reforma constitucional de 1936 aboliera la absurda prohibición que no les permitía a las colombianas ocupar un puesto público, y otros veinte para que se les concediera el derecho al voto, teórico en 1954 y efectivo desde 1957.
Muchas colombianas participaron en la batalla por la igualdad de derechos entre los sexos en Colombia. La personalidad más relevante es la de María Cano por tratarse de la primera que asume una posición política combativa y que actúa como agitadora feminista, y por los intereses de la clase trabajadora, en las calles, plazas, foros públicos o recintos cerrados. Su nombre y su vida adquirieron matices legendarios desde el día en que se la consagró en Medellín como “La Flor del trabajo”. Sin embargo otras mujeres que sonaron menos, hicieron tanto como María Cano por la reivindicación de los derechos femeninos. Manuela Ayala de Gaitán y Carmen Sanín Herrán fueron dos institutoras incansables, que fundaron colegios y universidades para dar a las niñas una educación óptima, y escribieron excelentes textos escolares. Ester Restrepo Arango propagó el feminismo con su pluma ágil e incisiva y sus artículos, firmados con el seudónimo de Gabbi Luna, aparecieron en importantes revistas estadounidenses.
La primera colombiana que obtuvo un título profesional, como doctora en Derecho y Ciencias Políticas, y que ocupó un cargo público, en la magistratura, fue la doctora Rosita Rojas Castro; la primera que desempeñó un puesto en el Gabinete, como Ministra de Educación, durante el Gobierno del general Rojas Pinilla, fue doña Josefina Valencia de Hubach, hija del poeta Guillermo Valencia. En el plebiscito del 1º de diciembre de 1957 las colombianas ejercieron por primera vez su derecho al voto; en las elecciones parlamentarias de 1958, Esmeralda Arboleda de Uribe fue la primera mujer que obtuvo un escaño en el Congreso de la República, como senadora. Desde entonces, y en todos los campos de la vida nacional, las mujeres han venido ocupando el puesto que les corresponde y ejerciendo una cada vez más decisiva y decisoria influencia en los destinos del país. Si el Siglo XX fue el siglo en que la mujer alcanzó sus derechos políticos, no hay duda de que el siglo XXI será conocido como el Siglo de la Mujer. ESM