19 de noviembre del 2024
 
Los Chinitos, Fiesta del Corpus en Mariquita Imágenes y relatos de un viaje por Colombia, 1870-1884. José María Gutiérrez de Alba. Cortesía De La Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá
Diciembre de 2016
Por :
Claudia Isabel Navas. Videasta del School of the Art Institute of Chicago (SIAC), museógrafa del Muséum National d’Histoire Naturelle de París e historiadora del arte del Ecole du Louvre de París. Coordina los proyectos culturales de la Asociación Enlaces

LA METAMORFOSIS DEL MATACHÍN, ENTRE RITUAL UNIVERSAL Y ACTO LIBERADOR

Este es el personaje festivo más remoto y más cargado de simbología por su carácter legendario: sagrado y profano, purificador y satírico, guerrero y fanfarrón, travestido y auténtico, inocente y al mismo tiempo inmensamente astuto. 

La Fiesta de los Matachines de Guapí, departamento del Cauca, Colombia, celebrada el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes o de los locos, demuestra la diversidad de las sociedades modernas de las Américas, herederas, a su vez, de la multiplicidad étnica ancestral de Europa y de África. Es sorprendente encontrar una práctica tan antigua en Colombia, conservada en su forma más primitiva, por las comunidades colombianas de origen africano de la costa caucana del Pacífico. 

Por esta razón, es importante el estudio del rol de un personaje ‘anónimo’ con múltiples significados y que ha sobrevivido hasta nuestros días: el Matachín de Guapí. Este es el personaje festivo más remoto y más cargado de simbología por su carácter legendario: sagrado y profano, purificador y satírico, guerrero y fanfarrón, travestido y auténtico, inocente y al mismo tiempo inmensamente astuto. El Matachín de Guapí es heredero de una serie de fiestas de la Antigüedad, del Medioevo y de las diferentes transformaciones y apropiaciones que este personaje complejo ha sufrido. De las fiestas Saturnales y Lupercales de la Antigüedad y del Norte de África, el Matachín se coló en todas las esferas de la sociedad pluriétnica europea y se adaptó, a su vez, a todas las mitologías de los grupos humanos que se encontraron en el Nuevo Mundo. 

Al Matachín lo encontramos en los ritos agrarios de Georgia y Anatolia, pasando por las calles de Venecia y de Córdoba, o convirtiéndose en un actor profesional de la improvisación de la commedia dell’arte y en los tablados de Toledo para entrar triunfalmente en los palacios de Luis XIV o retornar, como en Guapí, a su expresión liberadora y purificadora en las sociedades de esclavos mineros. 

En Colombia, el Matachín, se encuentra en varias regiones, entre otras, en la Antioquia minera, en el Tolima de los Pijaos, en Boyacá, Santander y en su forma más antigua en varios lugares del litoral del Pacífico, entre estos Guapí. Falta por determinar si entre todas las formas de Matachín existe algún rasgo de parentesco directo o si todas las variantes han sido procesos paulatinos de transformación a partir de encuentros interculturales. Analizaremos, de esta manera, tres tipos de fiesta que se entrecruzan en la fiesta conservada en Guapí: las Saturnales y Lupercales, el Corpus Christi y la de los Santos Inocentes (que a su vez se mimetiza con la Fiesta de los Locos y del Asno).

Muchacho indígena disfrazado de indio salvaje Imágenes y relatos de un viaje por Colombia 1870-1884. José María Gutiérrez de Alba. Cortesía De La Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá

 

La Fiesta de los Matachines de Guapí: Un 28 de diciembre de 1998

A las seis de la mañana, cuando en Guapí suenan las campanas, es la hora en que un grupo de hombres, enmascarados o con el rostro tiznado, vestidos de mujeres, salen desde la catedral a corretear, dando saltos por el pueblo y llevan en la mano una vejiga o látigo de cuero. Al frente, otro grupo de jóvenes (mujeres y hombres) más arriesgados se visten como hombres y se protegen con varias capas de pantalones para torear al grupo adverso gritando “queremos matachines” y pasando delante de estos para dejarse perseguir.

La persecución empieza formando círculos de personas que bailan y saltan al ritmo del coro. Los latigazos van y vienen, siendo azotado todo aquel que los matachines encuentran a su paso. Es en sí una ronda de juego y de bochinche por las calles de la ciudad. A las 11:30 de la mañana vuelven a sonar las campanas y se termina la festividad de los Santos Inocentes. Concluye a la vez, la persecución con el lanzamiento de harina y huevos.

Matachín en el Carnaval de Tumaco. Febrero, 2013. Foto Archivos De Intercultura

 

Esta es una fiesta, a la vez pagana y de tradición católica. El 28 de enero, día en el que el rey Herodes envió a matar a todo recién nacido después de haberse enterado de la profecía del nacimiento del ‘rey de los reyes’ se funde con la Fiesta de los Locos. Una fiesta en la que sacerdotes y miembros del clérigo autorizaban todo tipo de comportamientos y transgresiones sociales. Esta inversión de papeles, tanto de protagonismo social como de género, se hizo propia del tiempo de festividades y de carnavales locales. Julio Caro Baroja dice sobre los orígenes paganos de la Fiesta de los Inocentes en Andalucía y Murcia que estas se remontan a las celebraciones lúdicas de las Saturnalias, que a su vez se mezclaron con las fiestas de las Kalendae (comparsas de hombres disfrazados que hacen determinadas funciones). Tomás Carrasquilla nos presenta un cuadro pintoresco de Yolombó, Antioquia, inspirado de los recuerdos de su infancia pasada en las minas de su tío, a través del cual nos da a conocer las costumbres heredadas de la época colonial en su novela La Marquesa de Yolombó; sobre los Matachines, dice:

“Esta repartición es celebrada con cohetes y hurras de la chiquillería, de los bundistas y de los matachines sin máscara, que desde esa hora, principian a salir. Este disfraz o matachineo es privilegio de la nobleza. Entre la clase mezclada solo se le permite, previo permiso, a uno que otro, reconocido por muy formal y poco cinchado. En estas comparsas de tiznados y embadurnados, que recorren el lugar y se cuelan a toda clase noble, entran señoras y señoritas, hechas unos esperpentos.  Cuáles salen de pordioseras y montunas, cuáles de negras o de indias, estas de brujas, aquellas de viejas inválidas, sin que falten diablas con tamaños rabos y tamaños cuernos”.

Matachines en El Guamo, Tolima. Fiesta del San Juan. 2011.  Foto Archivos De Intercultura

 

Además de la zona de Guapí, de moradores con herencia africana, (descendientes de varias comunidades de la Costa del Oro) esta fiesta puede apreciarse también en las poblaciones colombianas descendientes de los Pijaos del Tolima. En estos pueblos del Tolima y Huila, en la Fiesta de los Matachines, (como es el caso del Valle de San Juan, Tolima) se practica la danza de los Matachines, pero estas son más organizadas y por parejas, vestidos con atuendos coloridos y emplumados. La música que los acompaña se deriva del bambuco tolimense -de tan controvertido origen-, fiesta que se celebra coincidiendo con el Corpus Christi, como era la costumbre en la época colonial. 

Matachín y Cucambas. Fiesta del Corpus en Mariquita, 4 de junio de 1874. Imágenes y relatos de un viaje por Colombia, 1870-1884. José María Gutiérrez de Alba. Cortesía De La Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá

 

En Córdoba, España, encontramos esta celebración en la misma fecha y en ella se puede observar el uso del mismo vestuario de las comunidades bereberes del desierto del Sahara. Las túnicas y faldas del vestuario de los hombres se asemejan a los utilizados por los habitantes del desierto de Tozeur. No obstante, en Guapí no subsiste este tipo de atuendo, pero está presente el travestismo entre sexos. Por otro lado, los esclavos africanos que fueron transportados al litoral Pacífico desde Cartagena de Indias, poseían tradiciones propias de máscaras y atuendos relativos a sus propias creencias, lo que se traducía en sus diferentes tipos de fiestas, como puede comprobarse en la comunidad Gelede de la dinastía de los Yoruba y que habita en las actuales Repúblicas de Benín y Nigeria. La música de balafón africano se asemeja a la de la marimba del litoral Pacífico colombiano, la cual acompaña las procesiones navideñas con el ritmo de currulao, tan emparentado con el ‘bambuco viejo’ de los indígenas Bambas o Bambús de la misma región. 

Matachín en El Guamo, Tolima. Fiesta del San Juan. 2011. Foto Archivos De Intercultura

 

Por otra parte, las contribuciones españolas al teatro y la fiesta son llamadas mojigangas aunque en Guapí, a veces se le llama la Fiesta de los Matachines y de los Mojigangas. En este contexto, se hace referencia a otros dos significados de esta última palabra, bien sea ‘burla, sátira o cosa ridícula’, o bien se trate de ‘promesa o amenaza sin valor’, ambas propias del día de los Santos Inocentes (día en el que se juegan chistes y chanzas). Hasta que la iglesia cuestionó el bien fundado de estas prácticas: “la fiesta es un divertimento que aturde a los que mandan y a los que obedecen y que a estos hacen creer y a los otros les crea la ilusión de que aún queda riqueza y poder”.

Personajes parientes de Matachín

En cuanto a la danza que caracteriza a la fiesta de Guapí, no se puede hablar de danza propiamente, sino de persecución satírica de un persecutor armado de fuete, (vejiga o látigo), modo festivo que a lo mejor tiene algún parentesco con ‘Juan Pelotero’, un personaje que sale el 28 de diciembre y es descrito por Julio Caro Baroja en las fiestas de Calasparra (municipalidad de la provincia de Murcia):

“Llevaba un palo con una cuerda larga y al extremo una pelota hecha con un envoltorio de trapos y esparto con una piedra adentro. La cara pintada de azulete, yeso, carbón y pigmentos. (…) Empezaba a correr las calles por la mañana y los muchachos lo seguían, dándole dinero para que pegara con la pelota a quienes ellos dijeran, sobre todo a las chicas”.

Este tipo de matachín se parece al personaje del Cusillo, presente en el Carnaval de Negros y Blancos de Pasto, Colombia, el cual curiosamente parece un pariente muy cercano del ‘clown-dancer Katcina’, quien fue visto en 1897 por Jesse Walter Fewkes, uno de los mejores conocedores de los rituales de las comunidades Hopis en Estados Unidos. Philippe-Alain Michaud explica que:

“Como los personajes de la commedia dell’arte en el teatro del Renacimiento, los clown-dancers presentes en las ceremonias de los Hopi responden a caracteres precisos y se comportan de manera bien definida; llevan una máscara de algodón impregnada de barro que explica su nombre, con orificios circulares rellenos de algodón bruto, de granos y de polvo recortados de las huellas dejadas por los Indígenas del pueblo. Utilizando esta tierra, los mudheads adquieren un ascendiente mágico sobre los hombres, de quienes pueden exigir respeto y veneración” .

A su vez, el mudhead se asemeja en su papel de catalizador social al Diablo Danzante venezolano. En el ritual de los Diablos Danzantes, el capataz de la cofradía ha adquirido su rango a través de una serie de ritos de iniciación y así lucha contra la noción del mal, tal como es comprendida por la tradición cristiana para rendirse al Santísimo Sacramento, pero vale recordar que él también posee un poder ante la comunidad local.

Matachines de Cocunuco, Cauca. Diciembre de 2012. Foto Archivos De Intercultura

 

¿Quién es Matachín?

Hemos visto, en las referencias mencionadas, diferentes contextos en los que el Matachín ha existido: en el teatro, en las minas de oro antioqueñas, en el carnaval o la fiesta de San Juan en España. Pero tratemos de comprender la complejidad de nuestro Matachín guapireño. Nos dice Rafael Ramos que hay que diferenciar el personaje del Matachín “vestido de manera ridícula y que proviene de Italia (donde está documentado desde el siglo XVI)” y el baile del mismo nombre, que “solía parecer el fin de las mojigangas, (…) solían aparecer con frecuencia en las fiestas de Carnaval”. Ahondando en la procedencia del personaje, nos dice:

“Matachín fue, en principio, el nombre de un personaje de espectáculos callejeros, como Polichinela o Arlequín. Debía efectuar algún tipo de baile estrambótico (…) vestido de manera ridícula (…) y empuñando una espada, pues suele aparecer como valentón”.

Nos confirma que este era un personaje pícaro que buscaba divertir, en una forma de juego silencioso, advirtiendo que a veces el intercambio terminaba en un simulacro de muerte. La muerte hace parte tanto de la mímica del personaje del matachín como de las danzas de los matachines, por eso los italianos en su definición del matachín lo asocian con las palabras matador y matamoros (que se derivan del árabe: ‘amatar’, ‘mattare’ o ‘mate’ presente en el juego de ajedrez). 

Matachines en la fiesta del San Juan en Purificación, Tolima. 2011. Foto Archivos De Intercultura

 

Etimológicamente, la procedencia de la palabra ‘Matachín’ opone varios orígenes. En un diccionario italiano dice que viene del italiano mattaccino. Aunque no da tampoco una definición clara y concisa de la procedencia de esta palabra, advierte que también puede derivarse del romano antiguo. Lo que es seguro es que llegó a Francia, Alemania e Inglaterra tanto de España como de Italia, según las teorías.

Algunos autores niegan categóricamente estas procedencias y defienden la tesis que este término viene de la palabra árabe motawaddjih (singular) o motawaddjihîn (en plural): ‘personas mascadas’. El matachín puede, entonces, tener el rostro embadurnado de carbón o de aceite quemado y llevar máscara. Este último término también proviene del mundo oriental (árabe y turco) y según Reinhart Dozy, Venecia se lo apropió para sus mascaradas en época de carnaval, tal cual son las figuras burlescas. 

Matachín Boussaâdiah. Foto Cortesía De La Asociación Enlaces Artísticos / Claudia Isabel Navas

 

No obstante, el matachín de Guapí tiene algunas semejanzas con un tipo de saltimbanqui similar al que existía en Túnez, Argelia y Marruecos. Tomemos el caso de Túnez en donde se encuentra un curioso personaje llamado Boussaâdiah y que es:

“Una emanación burlesca con rasgos de las comunidades negras establecidas en Túnez. Con una máscara, un cinturón terminándose en cola de zorro, con castañetas, un gorro en forma de alfa decorado con pedacitos de espejuelos de vidrio. Es quien da espectáculos sin cesar. Una bella leyenda nos dice que era el hijo de un rey caído del antiguo imperio fabuloso de Malí…”.

Falta por determinar en qué momento se integra y se apropian de él en Italia o España y por qué obtiene la denominación de mattaccino (en italiano), matachín (en español) y mattachins, matassins o bouffons (en francés). Recordemos entonces que en África del Norte y en el África del Sur del Sahara, comerciaban, y estaban en contacto con las dinastías Almorávide y Almohade, y con los esclavos negros capturados por estos para la explotación aurífera y la producción del azúcar. Estas relaciones interculturales, propias de África y Al-Ándalus, tuvieron una gran consecuencia tanto económica como de intercambio cultural.

El Boussaâdiah es un personaje vestido con pieles, cuernos, cencerros y collares de caracoles, y quien, además, iba armado de dos largas varas con las que golpeaba a los hombres y mujeres; golpes que se consideraban como profilácticos. Cabe resaltar que estas representaciones las encontramos en todo el Mediterráneo, con algunas modificaciones, pero con la misma función. En Anatolia, encontramos en la tradición turca el uso de la palabra maskara ya que no existe otro término para definir el tiempo de inversiones sociales y de ritos. (Este término fue tomado en Venecia para describir las mascaradas del Carnaval).

Matachín en el Carnaval de Tumaco. Febrero, 2013. Foto Archivos De Intercultura

 

El Matachín: libertador de un legado encadenado

Entre las civilizaciones pluriculturales de África y Europa, y las francesas, portuguesas y americanas, existen más paralelos de los que hubiéramos podido imaginar. Para las comunidades subsaharianas (región generalmente llamada Sudán o África Negra) exiliadas al desierto del Sahara, con la llegada del Islam o para los esclavos Negros llevados a Marruecos y a Guapí, capturados para explotar el oro, encontramos en común una voluntad por volver a nacer de las cenizas y por preservar una parte del alma de sus culturas ancestrales. Es el caso de la danza de boussaâdiah en el Sahara, la cual debe ser practicada para divertir al público por un hombre negro. 

Pero, para las Américas de la época colonial, donde la experiencia de la búsqueda de la libertad fue un sentimiento real y general, estos espacios sociales llegaron a ser, incluso, momentos en el que los esclavos podían asumir el papel de ser personas libres (así tan solo fuera efímeramente). Así, en sus inicios, el Matachín era un personaje de espectáculos callejeros que efectuaba algún tipo de baile estrambótico y vestía de manera ridícula, tal como se menciona que era el brujo africano de Malí (cita 19) con el que podemos comparar simbólicamente a los africanos esclavizados y llevados a América que vieron en estos momentos de ‘libertad’ un espacio apropiado para practicar sus propias creencias, no aceptadas por el orden establecido y menos bajo la apariencia de un Matachín o cualquier otra figura enmascarada. 

Fiesta de los Matachines en Guapí, Cauca. Foto cortesía de Nany Valencia. Casa de la Cultura de Guapi

 

El Matachín cumple así una misión de camuflaje para la perpetuación de creencias invisibles que le permiten, como a un camaleón, pasar de un mundo a otro, embrujando y divirtiendo, a quienes por su magia se dejan seducir. h

*Claudia Isabel Navas. Videasta del School of the Art Institute of Chicago (SIAC), museógrafa del Muséum National d’Histoire Naturelle de París e historiadora del arte del Ecole du Louvre de París. Actualmente coordina los proyectos culturales de la Asociación Enlaces Artísticos y es escenógrafa de la exposición ‘Los Diablos Danzantes’ en la Unesco.

Referencias

1 Apartes de este artículo han sido publicados en el libro Carnavales y Nación. Estudios sobre Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba y Venezuela. Bogotá: Intercultura Colombia, 2014. 284 p.

2 Testimonio videográfico filmado por Claudia Isabel Navas en diciembre de 1998 para su documental, Mazamorreo: En búsqueda de memoria.

3 Sagrada Biblia. Traducido de la Vulgata Latina por José Miguel Petisco. 9 Ed. Madrid: Editorial Apostolado de la Prensa; 1964. San Mateo 2: 16-18.

4 Heers, Jacques. Fêtes des fous et carnavals. París: Fayard, 1983. p. 123-160.

5 Carrasquilla, Tomás. La marquesa de Yolombó. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1952. p. 68.

6 Friedemann, Nina. La Saga del Negro: Presencia africana en Colombia. Bogotá: Instituto de Genética Humana, Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Javeriana, 1993.

7 Londoño, Alberto. Danzas colombianas. [online]. [Citado 31 de octubre de 2016]. Disponible en: http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/ index.php/educacionfisicaydeporte/article/view/22844/18834

8 Lawal, Babatunde. The Gelede Spectacle, Art, Center and Social Harmony in an African Culture. Seattle: University of Washington Press, 1996. p. 98-193.

9 Mesa, Javier y Gallo, Henry. Música andina colombiana. Disponible en: http://grupos.emagister.com/ficheros/vcruzada?idGrupo=10 02&idFichero=26048

10 Fiesta pública carnavalesca que se hace con varios disfraces ridículos, enmascarados los hombres, especialmente en figuras de animales: pasacalles y mojigangas. Representación dramática breve, de carácter cómico y satírico, donde se introducen figuras ridículas y extravagantes: las mojigangas fueron prohibidas en el siglo XVIII.

11 Moreno, María José. La danza teatral en el Siglo XVII. Córdoba: Editorial Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba, 2010. p. 34. Sánchez, Valeriano. Fiestas de toros y cañas en Berja (Primer cuarto del siglo XVII). Notas para el estudio de la fiesta barroca. Área de comunicaciones libres. III Congreso de Folklore Andaluz. Danza, música e indumentaria tradicional. Almería: Centro de Documentación Musical de Andalucía, 1992.

12 Caro, Julio. El Carnaval. Madrid: Alianza Editorial, 2006. p. 361.

13 Michaud, Philippe-Alain. Aby Warburg et l’image en mouvement. 3 ed. París: Editorial Macula, 2012. p. 225.

14 Ramos, Rafael. El baile del matachín. Actas III. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1993. p. 309.

15 Corriente, Federico. Diccionario de arabismos y voces afines en iberorromance. Madrid: Editorial Gredos S.A., 1999.

16 D’amico, Silvio. Enciclopedia dello Specttacolo, VII. Roma: Unione, 1960. p. 290. Dozy, Reinhart y Engelmann, Willen. Glossaire des mots espagnols et portugais dérivés de l’arabe. Amsterdam: Oriental Press, 1915. p. 309.

17 Dozy, Reinhart. Recherches sur l’histoire et la littérature de l’Espagne pendant le moyen age. Leyde, 1860. p. 309.

18 Aziza, Mohamed. Les formes traditionnelles du spectacle (Vols. Coll. Esthétique et civilisation,). Túnez: 1975. p. 42.

19 Caro, Op. cit., p. 311-312.

20 Hosni, Sellami. La Danse en Tunisie. En H. Chebra y Ch. Poché, Les danses dans le monde árabe ou l’Héritage des Almées. Editions L’Harmattan, 1996. p. 145.