La frontera amazónica en los mapas de finales del Virreinato y comienzos de la República
Los mapas antiguos interesan cada vez más a los historiadores y al público general. Estos han comenzado a ser vistos como poderosos dispositivos, íntimamente relacionados con las ambiciones de los Estados territoriales y los proyectos imperialistas y nacionalistas. Los mapas son parte fundamental de la historia de las naciones modernas, las cuales suelen concebirse como una porción definida y delimitada de la superficie terrestre. Usualmente asociamos nuestro país con un croquis particular que aprendemos a dibujar en la escuela, con el cual nos identificamos y que, trasformado en logotipo, encontramos en nuestra cotidianidad. Tal figura constituye nada menos que el cuerpo de la nación. Sin embargo, este geo-cuerpo no siempre ha tenido el mismo perfil. Ha cambiado mucho y los protagonistas de dichas modificaciones han sido la diplomacia, las guerras y la cartografía. Dicha figura o contorno evoca las fronteras, límites casi mágicos que definen un “hasta aquí” de la nacionalidad. La historia de las fronteras es controversial por definición, teniendo cada país sus propias versiones y debates. También existen interpretaciones más críticas y menos nacionalistas, sensibles a la instrumentalización y al silenciamiento de las comunidades autóctonas a las que les fueron impuestas las fronteras.
Cartografía, propaganda y apropiación
La cartografía, práctica capaz de movilizar territorios, y los mapas, dispositivos de propaganda, intervienen en las controversias limítrofes de varias maneras. Las comisiones demarcatorias trabajaban en el terreno utilizando instrumentos, tratados y mapas, oponiéndose a las comisiones adversarias. Mientras tanto, en las capitales, los diplomáticos negociaban y trazaban líneas sobre los mapas producidos por los demarcadores o en algunos preexistentes, muchas veces especulativos. Luego, se mandaban hacer mapas nacionales, con contornos bien definidos. Estos mapas, o versiones más sencillas, se colgaban en las escuelas y se imprimían en las geografías escolares. Sus versiones completas, acompañadas del escudo y cartuchos ornamentados, se llevaban al exterior para mostrar la nación a los países vecinos, Europa y los Estados Unidos. Claro, esto no siempre ocurría así. Estos asuntos no siempre fueron ordenados, coherentes y lineales. Las fronteras amazónicas se trazaron mediante negociaciones a varias bandas, en las que cada país se disputaba con otros tres o cuatro al mismo tiempo y por los mismos terrenos. En estos juegos de alianzas, traiciones e intereses de individuos particulares, los acuerdos y tratados se contradijeron y se sobrepusieron. Los mapas y la cartografía constituyeron técnicas y mecanismos de apropiación y de legitimación, verdaderas armas en estas disputas.
Mapas nacionales y tratados
Las fronteras amazónicas han sido particularmente variables e inestables, lo cual testimonian los mapas de cada país. En el caso colombiano su definición solo se alcanzó en la década de 1930, esta costó una guerra con Perú y requirió de tratados tripartitos con ese país y el Brasil, así como de la mediación de los Estados Unidos. Perú y Ecuador se enfrentaron por cuestiones limítrofes en estas regiones en fechas tan recientes como 1981 y 1995. Decenas de tratados, acuerdos y convenios fueron celebrados entre los países con presencia en la cuenca del gran río continental. Estos fueron públicos y secretos, ratificados y rechazados por sus respectivos congresos e incluso desconocidos después de ratificados. Tampoco estuvieron exentos de ambigüedades.
Los tratados de Madrid y San Idelfonso, celebrados entre las coronas de España y de Portugal en 1750 y 1777, sentaron la base de la discusión fronteriza entre el Imperio de Brasil y las repúblicas andino-amazónicas durante el siglo XIX. Dichos tratados marcaron el punto extremo del Brasil en el río Amazonas en la confluencia del río Yavarí, en la actual triple frontera entre Brasil, Colombia y Perú, donde se encuentran Tabatinga, Leticia y Santa Rosa. La frontera entonces seguía el Amazonas hasta la boca más occidental del Caquetá o Yapurá, remontaba el río y luego giraba hacia el norte en un punto que debía respetar las posesiones portuguesas en los ríos Caquetá y Negro. Posteriormente, las comisiones demarcadoras definieron aquel punto en la confluencia del río Caquetá con el Apaporis. Finalmente, se reconoció a España el río Orinoco y se definió como límite entre ambas coronas los montes que separan las aguas de este último con las del Amazonas. Una Real Cédula de 1802 transfirió al virreinato del Perú la provincia de Maynas, hasta entonces administrada por Quito, que hacía parte del virreinato de la Nueva Granada. Perú ha basado en ese documento todas sus aspiraciones y su expansión hacia el norte del río Amazonas. Por su parte, Colombia y Ecuador han cuestionado el alcance —e incluso la autenticidad— de dicha Cédula, argumentando que esta habría afectado apenas la repartición eclesiástica, sin tener efectos civiles.
Este artículo no busca elucidar aquellas controversias en sus complejos detalles, sino apenas registrar, en un conjunto de mapas, la variabilidad de las fronteras amazónicas durante el siglo XIX, época de grandes transiciones políticas.
Los mapas de Caldas
Ocasionalmente un mismo cartógrafo varió su demarcación de las fronteras amazónicas en diferentes mapas de su autoría. Esto ocurre en dos cartas de Francisco José de Caldas halladas por Mauricio Nieto en el Archivo Cartográfico del Centro Geográfico del Ejército de España: la Carta del Virreynato de Santafe de Bogotá, copia de la de Mr. D’Anville (1796) y la Carta esférica del Virreynato de Santafe de Bogotá por Mr. D’Anville, corregida en algunas partes según las últimas observaciones (1797)[1]. En la Carta del Virreynato aparece una línea punteada que, viniendo del sur, corta el río Amazonas en la confluencia del Yavarí y se va curvando ligeramente hacia el nororiente, atravesando en su camino los ríos Putumayo, Caquetá y Negro. Dicha línea fue calcada del mapa Amérique méridionale (1748) del influyente geógrafo francés Jean-Baptiste Bourguignon d’Anville, anterior al Tratado de Madrid. Mientras tanto, en la Carta esférica la línea punteada sigue al río Amazonas por la banda del sur, separando el virreinato de los “Países desconocidos del Amazonas”. Luego corta el río en el punto de Pevas, más arriba del Yavarí, y continúa por la banda opuesta hasta la confluencia del Putumayo, donde empieza a curvarse hacia el norte al frente de las “Misiones portuguesas del Marañón”. Durante las Guerras de Independencia, Caldas preparaba un atlas de la naciente república. El proyecto quedó truncado y por lo tanto no sabemos cómo habría resuelto en esta ocasión el difícil problema de los límites amazónicos.
El mapa de Colombia encargado por Francisco Antonio Zea
El mapa Colombia tomada de Humboldt y de otras autoridades recientes (1823) fue publicado en Londres para acompañar el libro Colombia que había sido encargado por Francisco Antonio Zea, representante del nuevo país ante el Reino Unido. Lina del Castillo señala que no hay claridad sobre quien trazó las fronteras en dicha carta[2], sin embargo, puede suponerse que Zea haya supervisado este trascendental asunto a pesar de haber fallecido meses antes de su publicación. En este mapa la Gran Colombia se extiende hacia el sur hasta el Amazonas. La frontera sigue el gran río hasta la boca más occidental del Caquetá, continúa con un ángulo abrupto y sigue hasta la confluencia del río de los Engaños. De allí avanza hacia el norte y el nororiente, siguiendo el piedemonte andino y ubicando la unión entre los ríos Vaupés y Negro bien adentro del recién creado Imperio del Brasil. Luego, la frontera sigue el camino de la Sierra Iuraguaca, separación de las aguas del Amazonas y el Orinoco. Este trazado, sin duda, resulta de una interpretación posible del tratado de San Idelfonso. Serranías dibujadas como cordilleras, muchas veces especulativas o imaginarias, servían en este mapa y otros como límite para el avance brasilero.
[2] Frank Howard (1805- 1866) / Robert Mudie (1777-1842) |
La Carta de la República de Colombia de José Manuel Restrepo
La Carta de la República de Colombia hizo parte del atlas con el que José Manuel Restrepo, secretario del Interior y de Relaciones Exteriores, remató los diez volúmenes de su Historia de la revolución de la República de Colombia (1827). Aquí una línea punteada, bien al sur del río Amazonas, separa Colombia de la República del Perú. Esta entra por el Yavarí en el gran río, al que acompaña hasta el brazo más occidental del Caquetá y rápidamente, mucho más abajo del Apaporis, gira hacia el norte, encontrando un río Cababuris, al que se junta hasta una Sierra Paracaina. Luego se dirige al oriente y divide las aguas del Amazonas y el Orinoco, trazado que también resulta de una de las interpretaciones posibles del tratado de San Idelfonso. Un par de años antes, Restrepo había formado la Carta corográfica de la República de Colombia (1825) que presenta un trazado muy similar. Sin embargo, la división interna del territorio colombiano es completamente diferente entre un mapa y otro. La “Provincia de Jaén de Bracamoros y Mainas” fue suprimida y substituida por el “Departamento del Asuay”, estrategia que probablemente buscó contrarrestar las aspiraciones peruanas.
[3] José Manuel Restrepo (1781-1863) Carta de la República de Colombia [detalle] 1827, impreso |
La Carta de la República de Nueva Granada de Tomás Cipriano de Mosquera
La Carta de la República de Nueva Granada (1852) publicada en Nueva York por Tomás Cipriano de Mosquera, hasta hacía poco presidente de la república, contradice abiertamente a las anteriores y expresa explícitamente la existencia de una controversia. En este mapa, la línea punteada que marca el límite con el Brasil entra al Amazonas por el Javarí, toma de nuevo el brazo más occidental del Caquetá y, al tocar el cuerpo principal de este río, se dirige inmediatamente hacia el norte hasta más allá del río Negro, donde se encuentra con Venezuela. Al oriente de esta línea, limitado por el Apaporis y por la Sierra Aracuara, aparece un inquietante “Territorio que pretenden y que han usurpado en parte los Brasileros”. Como advierte Mosquera, su mapa se basó en uno de Colombia incluido en el Atlas de Venezuela (1840) publicado por Agustín Codazzi. Dicha carta, que presenta un trazo fronterizo algo diferente al de Mosquera, cuenta con una advertencia similar: “Territorio que se considera usurpado por los Brasilenses”.
[4] José Manuel Restrepo (1781-1863) Carta Corográfica de la República de Colombia [detalle] 1825, manuscrito |
[5] Tomás Cipriano de Mosquera (1798-1878) Carta de la República de la Nueva Granada [detalle] |
La historia continúa
Todavía faltaba mucho por recorrer hasta la estabilización definitiva de las fronteras amazónicas y su representación en los mapas. Perú y Brasil definieron en 1851 como frontera una línea recta trazada entre Tabatinga y la confluencia de los ríos Caquetá y Apaporis, línea que actualmente constituye el lado oriental del llamado Trapecio Amazónico y, por lo tanto, el límite entre Colombia y Brasil. Aquel tratado de 1851 constituyó un nuevo marco de referencia, sobrepuesto al tratado de San Idelfonso, en las controversias sostenidas por estos países. El mismo Codazzi, radicado en Colombia desde 1849, participó en estas cuestiones. En 1853 realizó un mapa para contrarrestar los argumentos de la misión brasilera en Bogotá, la cual pretendía aprovechar el mapa de Joaquín Acosta (1847), cuyo trazado de la frontera dejaba a Colombia en situación muy desventajosa. Más adelante, en 1865, se publicó la Carta Jeográfica de los Estados Unidos de Colombia basada en los trabajos del italiano, quien había fallecido en 1859. Este mapa cuenta con un trazado inspirado en el tratado de San Idelfonso y señala la frontera establecida por peruanos y brasileros en 1851 como la “Línea que limita el territorio que pretende y ha usurpado en parte el Imperio del Brasil”.
[6] Joaquín Acosta (1800-1852) |
Por entonces las relaciones diplomáticas entre Colombia y Brasil eran casi inexistentes. Estas se retomaron solamente durante el gobierno de Rafael Reyes, quien había navegado el Putumayo y establecido relaciones con el gobierno imperial en la década de 1870[3]. En su administración se firmaron varios convenios de modus vivendi con el Perú y un tratado con el Brasil (1907), que constituyeron la base de las subsecuentes negociaciones. Esta historia de fronteras, mapas, cartografía y política aún no había terminado.
[7] Francisco Javier Vergara (1860-1914) La obra diplomática del presidente Reyes: el modus vivendi con el Perú |
* Historiador de la Universidad Nacional de Colombia. Doctor en Geografía Humana de la Universidad de São Paulo. Investigador Posdoctoral CAPES del Programa de Posgrado en Historia de la Universidad Federal del Pará
Bibliografía
[1] Mauricio Nieto, La obra cartográfica de Francisco José de Caldas (Bogotá: Universidad de los Andes-Academia Colombiana de Historia-Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales-ICANH, 2006).
2 Lina del Castillo, “La Gran Colombia de la Gran Bretaña: la importancia del lugar en la producción de imágenes nacionales, 1819-1830”, Araucaria 12, n.o 24 (2010): 135.
3 David Alejandro Ramírez, “‘Do Pacífico ao Atlântico pela parte mais larga do continente’. Geopolítica, cartografia, diplomacia e detalhes desconhecidos das explorações no rio Putumayo/Içá e das viagens amazônicas de Rafael Reyes (1874-1884)”, Terra Brasilis (Nova Série). Revista da Rede Brasileira de História da Geografia e Geografia Histórica, n.o 13 (2020), https://doi.org/10.4000/terrabrasilis.6182.