INSTITUTO ROOSEVELT
En la sala de cuidados intensivos del Instituto de Ortopedia Infantil Franklin D. Roosevelt, el cuerpo sin movimiento de Edgar -13 años- recibe mensajes de una enfermera, mientras una voluntaria pasa la páginas de un libro que el niño lee. Hace 11 años fue atacado por un mal que paralizó todo su cuerpo. Desde entonces, el hospital se convirtió en su hogar. El drama se ve mitigado, no obstante, por la tecnología y el personal especializado puestos al servicio del paciente; pero, además, por la administración generosa de medicamentos que, como el afecto, hacen que la vida sea un tanto menos dura para él. Hace poco, Edgar realizó un sueño: conociendo su afición por la música mexicana, la gente del Roosevelt logró que Vicente Fernández -de gira en Bogotá- lo visitara.
Miles de relatos como éste confluyen en la historia del Instituto, creado en 1947 con los aportes de Alfredo Saldarriaga, Elvira Concha de Saldarriaga, Juan Ruiz, Alvaro Zea y Gustavo Páez. Aun cuando la institución ha sido asociada con el tratamiento de la poliomielitis --ya erradicada-- su propósito es más amplio: la atención de menores con enfermedades neurológicas y del sistema músculo-esquelético.
Lo que inicialmente fue un asilo --bautizado para exaltar el ejemplo de superación del presidente norteamericano-- que acogió a diez niños se fue transformando. A raíz del 9 de abril de 1948 el restaurante El venado de oro, sobre la avenida circunvalar de Bogotá, que había sido adecuado para dar una fiesta a los delegados a la Conferencia Panamericana, fue cedido al Instituto. ¡Qué paradoja! Un salón de baile convertido en centro de atención para discapacitados físicos.
A lo largo de su historia, la entidad ha cumplido con precisión el propósito de no negar atención a ningún paciente que la requiera, dentro de su especialidad. En 53 años, la entidad ha practicado más de 100 mil cirugías, y sólo en 1998 atendió 31.154 consultas, realizó 1.876 hospitalizaciones, 41.928 exámenes paraclínicos y prestó 50.881 servicios de rehabilitación.
El Roosevelt se ha mantenido a la vanguardia en tecnología para diagnóstico, tratamiento y rehabilitación; esta última se considera clave dentro de un enfoque integral de atención. La institución se ha destacado, también, como formadora de profesionales, ha revolucionado ciertas técnicas quirúrgicas y es considerada una de las primeras en el mundo en injertos óseos en niños y en la práctica de cirugías múltiples en parálisis cerebral.
Todo ello fue posible, durante muchos años, gracias a los benefactores que cubrieron el 83% del presupuesto; el 17% restante correspondió al Estado. A partir de la vigencia de la Ley 100, el Instituto se integró al sistema de Seguridad Social. Así mismo, los logros son resultado de la generosidad y entrega de los empleados y del manejo pulcro y austero de los recursos. Esa pulcritud se refleja en las instalaciones del Roosevelt, en los salones de rehabilitación, en la piscina, en la ludoteca, en la cocina, en las salas de cirugía que, sumadas a un elemento humano de primera --en todos los sentidos-- han permitido ofrecer a los niños, sin distinción, un tratamiento adecuado a su dignidad y la oportunidad de superarse.