21 de diciembre del 2024
 
Cartel de Louis Raemaekers en el que se muestra al Tío Sam de soldado y al kaiser Guillermo II como carnicero, ca. 1917. Colección Library of Congress, Washington.
Marzo de 2015
Por :
Jorge Cote, Historiador, Universidad Nacional de Colombia. Investigador, Grupo de Investigación en Movimientos Sociales, Centro de Investigación y Educación Popular - CINEP, periodista y asesor histórico de la Revista Semana y Revista Gente.

GUERRA "MADE IN USA"

Co. B, 33rd Eng., American Expeditionary Forces. Fotografía de White Studio, New York, N.Y, ca. 1917–1922. Colección Library of Congress, Washington.

 

El 6 de noviembre de 1917 el The Evansville Courier, periódico de Evansville, Indiana (Estados Unidos), informaba que tres días antes un pequeño destacamento de soldados estadounidenses perteneciente a la Primera División Expedicionaria había sido atacado por tropas alemanas en las trincheras ubicadas en cercanías a la población de Bathelémont les Bauzemont, Francia. A pesar de su resistencia, la compañía americana no pudo repeler la avanzada germana y fue derrotada. En el ataque murieron James Bethel Gresham de Evansville, Indiana; Thomas F. Enright de Pittsburgh, Pennsylvania, y Merle D. Hay de Glidden; los primeros soldados estadounidenses caídos en acción durante la Primera Guerra Mundial. Desde ese momento y hasta el fin del conflicto, en noviembre de 1918, murieron en el campo de batalla alrededor de 116.000 hombres norteamericanos, la mitad de ellos víctimas de enfermedades como la gripa. Impactante cifra pero bastante reducida si se compara con las bajas en los ejércitos francés, inglés y alemán que fueron de 1,6 millones, 800 mil y 1,8 millones de soldados, respectivamente. Las noticias sobre las muertes de los soldados norteamericanos no pasaban inadvertidas en la opinión pública del país. Una parte consideraba que ese era el precio que debía pagar Estados Unidos para mantener viva la llama de la libertad en el mundo, y otro sector creía que ese era un sacrificio inútil, pues el país no tenía nada que hacer en un conflicto que era ajeno a los intereses del pueblo norteamericano y que ocurría a más de 6000 km. de distancia.

El pacifismo es la opción

La Gran Guerra había comenzado el 28 de julio de 1914. Durante tres años, y a pesar de incidentes como el hundimiento de los barcos Lusitania y Arabic ocurridos en 1915, del espionaje y saboteo alemán a fábricas de municiones norteamericanas, y de la presión de Inglaterra y Francia para que entrara a la guerra, el gobierno norteamericano mantuvo su neutralidad y defendió la idea de solucionar, de manera negociada, el conflicto. Sin embargo, a inicios de 1917 la situación era insostenible para Estados Unidos. La decisión de Alemania de continuar la guerra submarina y agredir a cualquier barco que intentara hacer contacto con Inglaterra y Francia, la posibilidad de una alianza entre México y el segundo Reich, y las amplias posibilidades de que los aliados perdieran la guerra, obligaron al presidente Woodrow Wilson a declarar la guerra a Alemania el 6 de abril de 1917.

Edward Mandell House, también conocido como el coronel House. Fue asesor de política exterior del presidente Woodrow Wilson durante la Primera Guerra Mundial. Fotografía de Bain News Service, ca. 1910 y 1920. Colección Library of Congress, Washington.

 

Para Wilson abandonar la posición pacifista y neutral no fue fácil y tuvo que montar toda una campaña mediática y propagandística para convencer a la opinión norteamericana de la necesidad de ir a la guerra y así desmontar el discurso pacifista que él mismo había creado y defendido durante tres años. Pero ¿cómo fue ese proceso en el que Wilson y su nación abandonaron las banderas del pacifismo por las de la guerra?
Cuando la conflagración estalló en Europa, Wilson llevaba un poco más de un año en la presidencia y se negó a entrar al conflicto. Él era consciente de que su ejército, que tenía 28.000 oficiales y soldados y unos 100.000 guardias nacionales, no era suficiente para enfrentar a fuerzas armadas como las alemanas. Además, Wilson era un profundo creyente de la superioridad moral que le otorgaba a su nación permanecer al margen de la guerra y llevar a cabo un papel conciliador. En una nota dirigida al Congreso el 19 de agosto de 1914, en la que explica por qué los norteamericanos debían ser neutrales, decía: “La división entre nosotros (…) pondría en riesgo, nuestro deber de desempeñar un papel imparcial en la mediación (…) como la única gran nación en paz”.

Contra viento y marea, Wilson, ayudado por el diplomático texano Edward Mandell House, trató de prestar sus servicios como mediador para la resolución pacífica del conflicto. Entre 1914 y 1917, la neutralidad y el pacifismo de Wilson tuvieron que afrontar duras pruebas. En febrero de 1915, la armada alemana puso en marcha la estrategia de hundir no solo los barcos de guerra, sino los comerciales o civiles con banderas de países enemigos o neutrales. Tres meses después, el 7 de mayo de 1915, el submarino alemán U-20 bombardeó al crucero Lusitania en mares cercanos a Irlanda. El hundimiento del transatlántico británico causó la muerte de 1198 pasajeros entre ellos 128 con ciudadanía norteamericana.
El incidente causó gran indignación tanto en Estados Unidos como en Inglaterra. Comenzaba a tomar fuerza la idea de que el país norteamericano entraría a la guerra. Sin embargo, el incidente no pasó más allá de un cruce de misivas entre el gobierno alemán y el de Estados Unidos. El segundo Reich justificó su accionar diciendo que el Lusitania traía de contrabando armas y municiones para los aliados. Wilson negó los hechos. Sin embargo, como lo señala el historiador Howard Zinn, hay serias evidencias para afirmar que en el trasatlántico se transportaban miles de cajas de munición y que la lista del cargamento había sido falsificada para ocultar el hecho.

El SS Arabic.

 

Las tensiones causadas por el hundimiento del Lusitania entre Estados Unidos y Alemania, lejos de acabarse aumentaron aún más. En agosto de 1915 Alemania ponía una vez a prueba la neutralidad de Estados Unidos con el hundimiento de un barco británico. Se trataba del SS Arabic, en el que murieron 44 pasajeros, tres de ellos norteamericanos. En marzo de 1916, un mes después, un submarino alemán torpedeaba en el canal de la Mancha al Sussex, un buque de vapor francés que transportaba pasajeros estadounidenses. Todos estos actos causaron una serie de reclamaciones diplomáticas por parte de Estados Unidos que no culminaron con la declaración de guerra al Segundo Reich.

“Él nos mantuvo fuera de la guerra”

Desde que ocurrió el ataque al Lusitania, algunos políticos estadounidenses comenzaron a considerar declararle la guerra a Alemania. En 1915 Robert Lansing, secretario de estado sugirió esta idea, pero el presidente Wilson se negó, primero porque iba en contra de sus convicciones pacifistas y segundo porque temía que la opinión pública no lo apoyara, más aún en momentos en que comenzaba la campaña para su reelección. Era tal la convicción de Wilson de mantener la neutralidad de Estados Unidos, que uno de sus eslóganes de campaña decía: “Él nos mantuvo fuera de la guerra”.

En 1916 Woodrow Wilson hacia campaña para su segundo período sobre la base de mantener una posición de neutralidad. La hoja de la cubierta del disco con la canción “Stonewall Wilson”, de Robert Mortimer, representa al presidente fuerte, en uniforme y dirigiendo a los soldados, aunque la canción destacaba ¿que él había mantenido al país en paz.

 

En medio de la campaña reeleccionista, Wilson diseñó una propuesta de mediación en la que House viajaba a los países aliados y del eje para persuadirlos de reunirse en una conferencia internacional de paz. Cuando se entrevistó con la diplomacia alemana, House le dijo que si ellos no accedían a participar en la reunión, Estados Unidos entraría a la guerra en el bando aliado. El plan no funcionó lo que supuso un revés para la política exterior de Wilson.
Aun así, y luego de haber ganado la reelección, Wilson emprendió nuevos planes para lograr la paz. El 18 de diciembre volvió a enviar una propuesta de paz en la que les decía a los bandos en guerra cuáles eran sus exigencias para finalizar el conflicto. Alemania se negó a responderlas y el 10 de enero de 1917, los aliados enviaron una nota en la que expresaban sus demandas.

El diplomático y político, coronel Edward Mandell House, con el presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson. Fotografía de Bain News Service, 24 de junio de 1915. Colección Library of Congress, Washington.

 

 

En términos generales este nuevo intento volvió a fracasar, pero aun así Wilson no abandonó su idea de promover una solución pacífica al conflicto.

El 22 de enero, Wilson se dirigió al Congreso y les explicó sus puntos de vista de cómo debía ser una paz futura. El discurso se conoce con el nombre de “La paz sin victoria”. En este, él se comprometía a participar en la formación de una Sociedad de Naciones y a construir una paz basada en las libertades democráticas, en la prohibición de ocupar territorios sin el consentimiento del pueblo. Además, afirmaba que los futuros tratados que pusieran fin al conflicto no debían hacerse a costa de la burla y la humillación de los perdedores:

“Los tratados y los acuerdos que lleven a su finalización [de la guerra] deberán incorporar términos que creen una paz que sea importante garantizar y preservar; una paz que obtenga la aprobación de la humanidad; no meramente una paz que sirva a los diversos intereses y finalidades inmediatas de las naciones comprometidas…”.

Oficiales americanos en entrenamiento en los cuarteles del Campo Sherman, en Chillicothe, Ohio. Foto Susan Law Cain / shutterstock

 

Soldado americano en uniforme. Foto Susan Law Cain / shutterstock

 

Adiós al pacifismo

Las intenciones de Wilson de solucionar el conflicto de manera pacífica, expresadas ante el Congreso, comenzaron a desvanecerse rápidamente. El 31 de enero Alemania anunció la intensificación de la guerra submarina en contra de barcos civiles y comerciales de cualquier país. A Estados Unidos no le quedaba más opción que romper relaciones con los alemanes. El 3 de febrero el presidente dio el anuncio y expulsó al embajador de Alemania en Washington. Ese mismo día, al suroeste de Gran Bretaña, un submarino germano hundió el Housatonic, un buque de carga estadounidense. Por fortuna no hubo pérdida de vidas, caso diferente al ocurrido el 25 de febrero cuando otro submarino alemán torpedeó un barco de correos llamado el Laconio, en el que murieron 13 personas, entre los cuales iban 3 estadounidenses.
Al hundimiento de barcos norteamericanos, se sumó el escándalo del Telegrama de Zimmermann que fue el detonante para que Estados Unidos declarara la guerra a Alemania. En noviembre de 1916 Zimmermann asumió el Ministerio de Asuntos Exteriores del Imperio Alemán. Entre sus objetivos estaba el de lograr el respaldo de otros países neutrales. Con esta idea en mente, el 16 de enero de 1917, el diplomático alemán envió un telegrama a su embajador en Estados Unidos para que se lo entregara a su colega en México. El documento que estaba encriptado, decía que el embajador alemán en México debía convencer a Venustiano Carranza para que se les uniera. A cambio, el Estado mexicano recibiría armas y apoyo económico para recuperar los territorios de Texas, Nuevo México y Arizona, perdidos en la guerra de 1846–1848.
El telegrama fue interceptado y decodificado por los ingleses y entregado a Wilson el 24 de febrero. Para él quedaba claro que el segundo Reich iba a hacer hasta lo imposible para ganar la guerra e incluso armar un conflicto con México. El 1º. de marzo los principales periódicos del país publicaron el telegrama que causó indignación en la opinión pública. Ahora buena parte de los norteamericanos estaban convencidos de que para defender su seguridad nacional, los Estados Unidos debían entrar en guerra.
En medio de la indignación causada por el telegrama, el 16 de marzo se supo que otro barco estadounidense, el Vigilancia, había sido hundido. Ante los ataques diplomáticos y navales recibidos y con buena parte de la opinión pública y del Congreso a su favor, Wilson declaró la guerra a Alemania el 6 de abril de 1917.

Una maravillosa oportunidad para los negocios

La creciente tensión que se presentó entre Estados Unidos y Alemania, y que finalizó con la declaración de guerra, demostró que la neutralidad de los norteamericanos era nominal y diplomática, pero que desde el punto de vista económico estaban más cercanos al bando aliado.

J.P. Morgan, Jr. Fotografía de Harris & Ewing, ca. 1918–1919. Colección Library of Congress, Washington.

 

Desde el inicio de la guerra Estados Unidos se convirtió en el principal proveedor de armas y municiones y en el prestamista de los aliados, en especial Inglaterra. Fábricas bélicas realizaron jugosos contratos con los gobiernos inglés y francés, que eran pagados por créditos dados por los bancos norteamericanos, en especial por el J.P. Morgan. Alemania era consciente de esta situación, tanto que sus espías viajaron a Estados Unidos y organizaron actos terroristas y de sabotaje como el incendio de una fábrica de acero en New Jersey en enero de 1915, la explosión de una bodega repleta de toneladas de municiones y explosivos que iban a ser enviados a los aliados a Francia, ocurrida el 30 de julio de 1916, en Nueva York, y la destrucción de una fundición en Kingsland.
La guerra se había convertido en una oportunidad de negocios para los industriales norteamericanos, que desde la finalización de la guerra civil en 1868, habían comenzado un proceso de expansión económica. Entre el comienzo de la conflagración y 1915 el “volumen de las importaciones británicas procedentes de Estados Unidos aumentó casi en un 68 por ciento”. Pero sin duda el gran ganador de las relaciones económicas entre Estados Unidos y los aliados fue J.P. Morgan que se convirtió en el mayor prestamista de Inglaterra al convertirse en su agente de compras. Era tanto el dinero que Estados Unidos tenía invertido en Francia e Inglaterra, que una posible pérdida de los aliados podría causar su bancarrota. Cuidar sus intereses económicos era otra de las razones que tenía Wilson para entrar a la guerra.

Edificio J. P. Morgan & Co., 23 Wall Street, New York. Fotografía de Irving Underhill, ca. 1

 

 

A las buenas o a las malas

“Se les requiere por el Ejército de Estados Unidos, en 660 Market St. San Francisco o en cualquier oficina de reclutamiento del ejército” Afiche del US Army, ca. 1915–1918. Colección Library of Congress, Washington.

 

La participación de Estados Unidos causó mucha expectativa entre los aliados. En 1916 la guerra había entrado en un gran estancamiento. Las grandes ofensivas como las batallas de Verdún y de Somme, en 1916, no habían logrado que los dos bandos avanzaran efectivamente sobre el territorio enemigo. En vez de ello dejaron una estela de muertos que ascendía a los dos millones. Además de dinero, provisiones, armas y municiones, los aliados necesitaban soldados. Francia e Inglaterra creían que con la entrada de Estados Unidos a la guerra, ellos iban a suplir el déficit de soldados.
Sin embargo, las esperanzas rápidamente se esfumaron. Primero porque Estados Unidos solo declaró la guerra a Alemania, y no al resto de sus aliados (aunque en diciembre de 1917 le declaró la guerra a Austria) y se reservó el derecho de negociar tratados de manera independiente sin el consentimiento de Francia e Inglaterra. Segundo, porque el número de soldados que llegaron a combatir al frente occidental era mucho menor de los que esperaban los aliados. En noviembre de 1917, solo desembarcaron 77.000 estadounidenses y los aliados necesitaban cerca de un millón.

“U.S. Marines. Primeros en pelear en Francia por la libertad. Enlístese con los ‘Los soldados del mar’.” Afiche del US Army, ca. 1915–1918. Colección Library of Congress, Washington.

 

 

A pesar de la indignación causada por el Telegrama de Zimmermann y por los bombardeos de barcos norteamericanos, la respuesta de los hombres para enlistarse no fue multitudinaria. El gobierno tuvo que empezar una agresiva campaña publicitaria para convencer a sus connacionales para ir a la guerra. En abril de 1917 se creó el Comité de Información Pública, cuyo propósito era contratar periodistas y medios de comunicación para que escribieran a favor del reclutamiento.

“Nuestras tropas están contentas de llegar a bordo de los coches para el campo de entrenamiento después de un largo viaje en el mar”. Llegada de los marines estadounidenses a Francia. Fotografía del Army Signal Corps, ca. 1917–1919. Colección Library of Congress, Washington.

 

Pero la propaganda no era suficiente. Un sector de la población norteamericana, conformada especialmente por inmigrantes de izquierda pertenecientes al Partido Socialista y al movimiento anarquista, se oponía tanto a la guerra como al reclutamiento. Es en este momento cuando el gobierno norteamericano muestra su lado oscuro. Para combatir a la oposición, el Congreso promulgó la Ley de Espionaje de junio de 1917 que, entre otras cosas, permitía el espionaje, pero castigaba con cárcel a “cualquiera que — cuando Estados Unidos esté en guerra — promueva intencionadamente, o intente promover, insubordinación, deslealtad, sedición o se niegue a cumplir con su deber en las fuerzas armadas o navales de los Estados Unidos, o intencionadamente obstruya el reclutamiento o el servicio de alistamiento de Estados Unidos”. Las arbitrariedades de las autoridades frente al reclutamiento, endurecieron las posiciones de los partidos de izquierda, quienes convocaron a masivas marchas en ciudades como Boston o New York.

Instrucción de artillería en el Campo Sherman, en Chillicothe, Ohio. Foto Susan Law Cain / shutterstock

 

Finalmente, la propagan-da, la coacción y las leyes promulgadas lograron su cometido. En diciembre Estados Unidos reclutó y envió a más de 2.000.000 de soldados. Cifra que aunque numerosa no hizo la diferencia. La participación de Estados Unidos en el campo de batalla no fue tan decisiva. Sin embargo, el aumento de los envíos de alimentos, armas y municiones; la fabricación de carro tanques; y la armada que ayudó a los aliados a enfrentar la guerra submarina, fueron los factores que equilibraron a su favor la guerra.
La confrontación finalizó el 11 de noviembre de 1918 con la victoria de los aliados. Estados Unidos como miembro de este bando tuvo un papel importante en las negociaciones de paz en las que se vio materializado uno de los grandes sueños de Wilson: la Sociedad de Naciones.

“Únete a los ingenieros y haz historia americana”. Cartel de reclutamiento del US Army. Litografía en color de Latham Litho & Printing Co., ca. 1917 y 1920. Colección Library of Congress, Washington.

 

Cartel sobre los astilleros americanos. Litografía de William Dodge Stevens, ca. 1917. Colección Library of Congress, Washington.

 

EL TELEGRAMA DE ZIMMERMANN, 

16 de enero de 1917

De Arthur Zimmermann, Secretario de Asuntos Exteriores del Imperio Alemán, para Heinrich von Eckardt, embajador Alemán en México.

Nos proponemos comenzar el primero de febrero la guerra submarina, sin restricción. No obstante, nos esforzaremos para mantener la neutralidad de los Estados Unidos de América. En caso de no tener éxito, proponemos a México una alianza sobre las siguientes bases: hacer juntos la guerra, declarar juntos la paz; aportaremos abundante ayuda financiera; y el entendimiento por nuestra parte de que México ha de reconquistar el territorio perdido en Nuevo México, Texas y Arizona. Los detalles del acuerdo quedan a su discreción [de Von Eckardt]. Queda usted encargado de informar al presidente [de México] de todo lo antedicho, de la forma más secreta posible, tan pronto como el estallido de la guerra con los Estados Unidos de América sea un hecho seguro. Debe además sugerirle que tome la iniciativa de invitar a Japón a adherirse de forma inmediata a este plan, ofreciéndose al mismo tiempo como mediador entre Japón y nosotros. Haga notar al Presidente que el uso despiadado de nuestros submarinos ya hace previsible que Inglaterra se vea obligada a pedir la paz en los próximos meses.

 

Woodrow Wilson 

(Staunton, 1856 – Washington, 1924) 

Condujo a los Estados Unidos durante su consolidación como la primera potencia mundial luego de su aporte a la victoria aliada en la Gran Guerra. Miembro del Partido Demócrata, Wilson optó por la neutralidad al principio de la guerra; su política pacifista se hizo insostenible como resultado de provocaciones alemanas; aprobó el ingreso a la contienda en 1916, en su segundo mandato. En América Latina, Wilson defendió los intereses de Estados Unidos. Fue premiado con el Nobel de la Paz en 1919. Se le reconoció la iniciativa de crear la Liga de las Naciones (antecedente de la ONU), en abril de 1919. Paradójicamente, la mayoría republicana en el Congreso norteamericano hundió la ratificación del tratado en 1921 y condujo a que Estados Unidos se marginara de la organización.

 

Referencias

1 Información tomada de http://www.firstworldwar.com/ poetsandprose/francesomewhere.htm

2 Indiana Historical Commission. Gold star honor roll. A record of Indiana men and women who died in the service of the United States and the allied nations in the world war. 1914–1918, Indianapolis, Indiana Historical Commission, 1921.

3 Wilson, 1914, disponible en http://www.beersandpolitics. com/discursos/woodrow-wilson/address-to-congressabout-the-war/1348 [Trad. del autor].

4 Zinn, Howard. La otra historia de los Estados Unidos, Madrid, Hirú, 1980, p. 269.

5 Stevenson, David. 1914–1918. Historia de la Primera Guerra Mundial, Madrid, Debate 2013.

6 De Launay, Jacques. La diplomacia secreta durante las dos guerras mundiales, Bogotá, Norma, 2009, p. 36.

7 Woodrow Wilson. “La Paz sin victoria”. Discurso pronunciado ante el Congreso de los Estados Unidos, 22 de enero de 1917.

8 Witcover, Jules. Sabotage at Black Tom: Imperial Germany’s Secret War in America, 1914–1917, Chapel Hill, N.C.: Algonquin Books of Chapel Hill, 1989.

9 Stevenson. Op. cit., p. 261.

10 Zinn Stevenson. Op. cit., 402.

11 Ibid., p. 269.

12 Tomado de Howard Zinn. La otra historia de los Estados Unidos, p. 272.