GRANJAS INFANTILES DEL PADRE LUNA
Debido a las elecciones de 1931, se desató una ola de violencia en las provincias de Boyacá, como también en la de García Rovira (Santander) y en Pamplona (Norte de Santander). Esta situación de violencia continuó matizada por diferentes circunstancias: agudización de los conflictos sindicales, ocupación de haciendas en el suroccidente de Cundinamarca y en el Tolima, asesinatos de carácter político; la expedición, en 1936, de la Ley de Tierras; permanente agitación en la zona bananera de Santa Marta, la provincia de Vélez, el Valle del Sinú y el Quindio. Con el fin de acoger a los niños campesinos víctimas de esa violencia inicial, el padre Joaquín Luna Serrano fundó en 1936 las primeras granjas en Cundinamarca y Tolima con el objetivo de brindarles hogar, escuela y granja. En principio, el dinámico sacerdote recorrió los campos azotados por la violencia recogiendo a los pequeños desamparados y los capacitaba para que continuaran laborando en el agro, tratando con ello de evitar la ya creciente migración hacia los centros urbanos.
Granja del Gran Ciudadano, en Albán, Cundinamarca, foto de Ricardo Rivadeneira |
Con el correr del tiempo, las granjas se extendieron por varios departamentos del país y llegaron a ser numerosas (más de treinta). Prestaron un servicio grande a la niñez abandonada y prepararon muchos jóvenes para la vida. Por sus instalaciones pasaron más de 45.000 niños; la mayoría de ellos son hoy empleados, productores rurales y algunos de ellos profesionales. Tan importante obra tuvo vida propia mientras que el fundador tuvo salud y vigor, pero a medida que envejeció comenzó a decaer. Se vendieron algunas de las granjas o se devolvieron a diferentes diócesis las que se tenían por el sistema de comodato. Ante la perspectiva del cierre definitivo, el arzobispo de Bogotá determinó, en 1978, que la administración jurídica, laboral y económica de las granjas de Facatativá, Albán, San Francisco y Guascas, pasaran a la diócesis rural de Facatativá y se entregó su dirección al obispo Gabriel Romero Franco, quien sigue siendo el presidente de la Fundación Granjas Infantiles del Padre Luna.
Desde 1978 hasta 1992, las granjas operaron sin una planeación de su desarrollo y subsistiendo gracias a los aportes de capital de diferentes entidades privadas interesadas en la obra del padre Luna. Sin embargo, dichas ayudas fueron desapareciendo poco a poco, hasta que en 1992, la diócesis de Facatativá se vio abocada a considerar seriamente su clausura. Se recurrió entonces a la solidaridad de algunas entidades internacionales a las que se les presentó un proyecto titulado Desarrollo Rural Integrado Granjas I, para dotarlas de las técnicas modernas de producción y administración y llevarlas a una autogestación y autosuficiencia, bajo el concepto de unidad mínima de producción: mínima inversión, máxima eficiencia del recurso humano, óptimo empleo de recursos materiales y técnicos, para maximizar la producción. El proyecto fue acogido por la ONG española Manos Unidas de Madrid, y desde entonces en las granjas de Albán, San Francisco y Guasca se está desarrollando la capacitación, sin costo alguno, de niños y niñas de entre ocho a diecisiete años, simpre bajo el mencionado concepto de autogestión y suficiencia.