17 de noviembre del 2024
 
[1] Publicidad del Luna Park 1922, impreso, Cromos, Número 323 © Ericka Herazo Berdugo Al final puede leerse la “NOTA: Los empresarios del Tranvía de Oriente establecerán servicio especial de Tres Esquinas al Parque”.
Marzo de 2022
Por :
ERICKA HERAZO BERDUGO. Profesora de física, doctora en historia, investigadora independiente.

Electricidad y algunos aspectos de la modernidad en Colombia

 

En el ámbito económico, la modernidad quedó ligada a las nuevas tecnologías emergentes. A su vez, estas se vincularon con el capitalismo, debido a que permitieron revolucionar la producción siguiendo la lógica de maximizar las ganancias y potenciar la competencia mercantil. No obstante, el valor de la técnica en la sociedad moderna no debe reducirse a su incidencia en los medios de producción. Asimismo, las tecnologías han sostenido una relación amplia y multidimensional con los universos sociales y culturales. En este texto veremos algunos ejemplos de la relación inicial establecida entre la tecnología eléctrica, la cultura material y la vida cotidiana de la sociedad colombiana. Nos preguntamos, ¿cómo la electricidad empezó a relacionarse en nuestro país con las visiones sobre el mundo y el individuo modernos?

 

Resulta bastante obvio que la luz eléctrica modificó el paisaje nocturno de las ciudades.  Estas pasaron de la ausencia de iluminación o la existencia de una muy tenue, proporcionada por lámparas de petróleo o aceite, a poseer una luz mucho más intensa. Por ejemplo, las primeras luces de arco del alumbrado público bogotano tenían una intensidad más de mil veces superior a la acostumbrada. Consecuentemente, el cambio fue radical. En muchos casos se pensó que la iluminación nocturna serviría de protección contra los ladrones, no obstante, estos continuaron con sus fechorías. Lo que si es cierto es que la noche quedó transformada, la luna llena dejó de ser la principal fuente de luz nocturna y las nuevas luces de arco la fueron reemplazando con “su apacible resplandor de luna”[1].

 

Las actividades de ocio se prolongaron hasta la noche y se diversificaron con la introducción de atracciones electromecánicas, como ocurrió en 1922 cuando se abrió el Luna Park en Bogotá. Por primera vez en la ciudad, al público se le ofrecía un espectáculo de gran envergadura cuyo protagonista era la electricidad: esta figuraba en el decorado, destacándose la “Gran iluminación eléctrica”, movía la Gran Rueda, “atracción nunca vista en Bogotá”, y el carrusel gigante que contaba “con 500 lámparas de luz eléctricas”[2]. En los Estados Unidos este tipo de parque de diversiones surgió debido a que las compañías eléctricas estaban produciendo un exceso de potencia al cual podía sacársele provecho. Durante estos primeros años, las pocas compañías de electricidad existentes en Bogotá luchaban por producir lo demandado por los abonados y los industriales. La única excepción era la planta eléctrica del tranvía que había sido inaugurada en 1916. Como el servicio del tranvía era principalmente diurno, sobraban muchos kilovatios disponibles para ser aprovechados durante la noche. Esto explica que fuese dicha planta la que proveyó la electricidad que necesitaban las atracciones, lo cual se sumaba al servicio de transporte en tranvía para conducir el público hasta el parque que también proveía la compañía.

 

[2] Palacio de gobierno del departamento de
Antioquia 1932, fotograbado, Cromos, Número 829 “Uno de los más bellos edificios de Medellín”. Se observa el aspecto moderno de la ciudad con cables eléctricos aéreos.
[3] Gumersindo Cuéllar Jiménez (1891-1958Iglesia de San Francisco y Carrera séptima, Bogotá Ca. 1930, fotografía 

 

La importancia creciente de estos espacios de diversión estuvo conectada con el surgimiento de la clase obrera. Durante el día, los trabajadores debían cumplir con largas jornadas de trabajo extenuante, disponiendo de tiempo libre durante las horas nocturnas. La luz y la corriente eléctrica permitieron activar la noche para la diversión y distracción de esta nueva clase social.

 

La noche no fue la única transformada gracias a la luz eléctrica. Durante los años veinte, las ciudades más pobladas de Colombia comenzaron a modificar visiblemente sus espacios públicos debido a la instalación de los cables eléctricos aéreos de tensión, teléfonos y tranvías. Estos tendidos, sumados a la llegada de los automóviles, dieron a las zonas céntricas de las ciudades un aire de transformación que les permitió soñar con la modernidad. Sin embargo, en aquella época, las principales urbes colombianas todavía consistían en la superposición de estructuras rurales y urbanas, donde las casas con techos de paja convivían con aquellas con tejas modernas y la mula compartía las vías con los pocos automóviles y las redes eléctricas.

 

Fue solamente hasta la década de 1930, cuando el tendido eléctrico se hizo más abundante y los obsoletos postes eléctricos de madera fueron reemplazados por los de concreto, que la apariencia de las ciudades empezó a tomar la forma que perdura hasta hoy en términos de las configuraciones eléctricas. El tendido de cables que cuelga de un poste a otro, de un andén a otro por encima de las cabezas de los transeúntes, se mezcló con la arquitectura moderna y se constituyó, paralelamente con el asfalto, el cemento y el acero, como un símbolo de la modernidad del siglo XX. 

 

Por otra parte, la relación entre modernidad y electricidad en Colombia también se construyó dentro del hogar. Esto fue, en buena parte, resultado de las actividades de las compañías que vendían electrodomésticos que, con ayuda de la publicidad, buscaron favorecer el ingreso de la electricidad en los hogares. Por ello, la domesticación de la electricidad en Colombia estuvo atravesada por el discurso de la modernidad y fue un proceso competitivo. Esto debido a que otras tecnologías coexistieron con la eléctrica, como el petróleo y el gas, las cuales se disputaban la categoría de lo moderno, y junto con ello, su ingreso a los hogares. La mujer también fue un actor importante en las decisiones referentes a la elección entre las distintas tecnologías y el ingreso de la electricidad a las casas. 

 

[4] Publicidad de refrigeradores y lavadoras marca Crosley 1939, impreso, Letras y encajes, Número 159 

 

Durante la década de 1920 ya había empezado a concebirse el deseo de lo moderno en el seno de las actividades domésticas, empezando a constituirse la cocina eléctrica como un referente de la modernidad hogareña. Sin embargo, no es correcto asumir que la adopción de la electricidad fue un hecho históricamente inevitable. Localmente, la modernidad se asociaba con una nueva forma de cocinar los alimentos que se oponía a los antiguos fogones de leña o carbón. Por lo tanto, la cocina eléctrica no fue la única proclamada como moderna. Esta coexistió largo tiempo con otras cocinas que igualmente se autodenominaban modernas, como la estufa de Kerosene. No obstante, durante los años treinta se afianzó la conexión entre la electricidad y lo moderno, tal como lo expresaban múltiples avisos publicitarios de equipos eléctricos para el hogar tales como el radio, la cocina, el refrigerador y la lavadora. En esa época, los vendedores de electrodomésticos buscaron identificarlos con un público moderno y elegante y presentarlos como artículos de distinción social.

 

 

[5] Publicidad de electrodomésticos marca General Electric 1939, impreso, Letras y encajes, Número 160 

[6] Publicidad de refrigeradores marca Westinghouse 1941, impreso, Letras y encajes, Número 182 

[7] Publicidad de lavadoras marca Bendix
1948, impreso, Léame. La mejor amiga de su hogar, Número

 

Las peluquerías y las lavanderías fueron los primeros espacios para mujeres que emplearon la tecnología eléctrica fuera de la casa y contribuyeron a la materialización de los ideales sobre la modernidad femenina. Sin embargo, dicha modernidad en un principio pareció estar reservada para las mujeres de la élite, como Teresita Santamaría de González y sus amigas, señoras de Medellín, quienes realizaron una “visita a la lavandería higiénica moderna”.

Allí los antiguos métodos de lavado, planchado y secado fueron reemplazados por modernos artefactos movidos por electricidad que podían trabajar incluso en la noche, gracias al “alumbrado eléctrico fluorescente, cuya luz se iguala mucho a la de día”3 (imagen 8)..

La modernidad también se palpaba en las peluquerías o “salones”, donde figuraba en las máquinas, los métodos utilizados y los peinados a la última moda. Podía afirmarse que “por sus métodos prácticos y modernos concurren al salón las damas más elegantes de nuestra sociedad”. Estos ejemplos evidencian como la modernidad femenina de las décadas de 1930 y 1940 fue un discurso elitista, el cual se fue conformando como un elemento de distinción social para la burguesía femenina colombiana.

 

   
   
   
[8] Primera página del reportaje “Una visita a la Lavandería Higiénica Moderna” 1941, impreso y fotograbado, Letras y encajes, Número 182

9] Salón de Belleza “Palacio” en Bogotá 1948, fotograbado, Léame. La mejor amiga de su hogar, Número A la derecha pueden verse las máquinas eléctricas que proporcionaban calor para realizar permanentes o tinturas

 

Así como la modernidad de la electricidad se diferenció en concordancia con las clases sociales, esta también influyó a los géneros de formas distintas. Por ejemplo, en la publicidad puede observarse una constante vinculación de lo femenino con los electrodomésticos de la cocina como la lavadora, la estufa o la nevera. En cambio, la figura masculina se relacionaba permanentemente con el progreso y aspectos tecnocientíficos de la electricidad externos al ámbito doméstico. Consecuentemente, las compañías eléctricas contribuyeron localmente a una mayor diferenciación social del trabajo: las mujeres en la cocina y los hombres en todos los demás espacios.

 

10] Westinghouse. El nombre que significa todo en electricidad 1939, impreso, Cromos, Número 1201

[11] ¿Qué es un vatio? 1939, impreso, Cromos, Número 1240 

 

La luz y las redes eléctricas transformaron el paisaje nocturno y diurno de las ciudades colombianas, dándole apariencias modernas que se alejaban cada vez más de las formas y estructuras coloniales. Durante las primeras décadas del siglo XX, las redes eléctricas coexistieron con los techos de paja, las mulas y otros elementos que dieron un aspecto híbrido a la modernidad de la ciudad colombiana de principios de siglo XX. Adicionalmente, en el ámbito privado dentro del hogar, las publicidades de los aparatos eléctricos contribuyeron a la construcción de la modernidad en relación con los géneros y las clases sociales, dividiendo los espacios, clasificando los oficios y favoreciendo las distinciones.

 

 

Bibliografía:

[1] “Varia”, Colombia Ilustrada, n.o 9 y 10 (15 de febrero de 1890): 156.

2 Cromos Vol. XIV, n.o 323 (16 de septiembre de 1922).

3 Teresa Santamaría de González et al., “Una visita a la Lavandería Higiénica Moderna”, Letras y encajes Vol. XV, n.o 182 (septiembre de 1941): 5458-5461.