De las ferrerías a la siderurgia
Por muchos años se consideró que el primer alto horno construido para ferrería en Suramérica, era el de las inmediaciones de la población de Pacho, Cundinamarca, pero fue en Ipanema, Brasil, el 1° de noviembre de 1818, que se logró producir la primera fundición fluida de hierro, de la
cual se conserva aún una de sus primeras figuras: un crucifijo.
Antecedentes
Por los años próximos al grito de independencia sabemos que Antonio Nariño alcanzó a convencer a sus contemporáneos que la persona apropiada para dirigir los intereses de Cundinamarca era precisamente él, desbancando, si me permiten la expresión, al presidente electo y en ejercicio, Jorge Tadeo Lozano, después de haberlo atacado de manera incisiva en las páginas de su periódico. Estaba convencido Nariño de que la conservación de la libertad no se podía sostener, dejando trascurrir la vida nacional sin el apropiado control del territorio y la adopción de serias medidas dirigidas a organizar el país, bajo un gobierno central, de manera que se pudiera establecer el dominio real del territorio con posibilidades de defensa de eventuales enemigos.
Pero el principal interés del Precursor era contar principalmente con abastecimientos propios de plomo, indispensable en toda lucha armada, como poco tiempo después se pudo apreciar por la sociedad neogranadina, al sufrir el proceso doloroso de la reconquista, con todas sus amargas consecuencias. Para satisfacer esa previsible necesidad hizo bien en encargar al mineralogista alemán Jacobo Benjamín Wiesner, radicado por entonces en Zipaquirá, para que emprendiera la búsqueda de ese importante mineral, puesto que deseaba comenzar una campaña contra los realistas que rodeaban a Cundinamarca, sobre todo los situados al sur del país. Jacobo Benjamín inició la búsqueda por los alrededores de Pacho y encontró minas de ese mineral, pero adicionalmente halló valiosas formaciones de mineral de hierro, para lo cual construyó una forja de medianas dimensiones con piedra donde realizó sus primeros ensayos con las muestras de los minerales que había encontrado. Esa primera forja, de rancia tradición medieval, es del tipo de la denominada forja catalana, la cual aún subsiste totalmente abandonada y sin que amerite ningún interés para su adecuada conservación.
Así que para después de la derrota de Nariño en Pasto, por 1814, cuando ya había construido la pequeña forja catalana, pudo obtener algunas muestras de hierro que fueron remitidas a Santafé, donde pudo conocerlas la sociedad de la época.
“Sabéis que las fundiciones de hierro son las que han formado la base del engrandecimiento de todas las naciones del globo como agentes indispensables en la obra de la producción”.
José Eusebio Otálora, presidente de
Boyacá, 1880.
La Ferrería de Pacho Quienes fueron conocedores de los buenos resultados obtenidos por Wiesner, resolvieron proponer la explotación y producción de hierro en las inmediaciones de la población de Pacho, conformando el grupo franco colombiano Egea, Daste y Compañía, para favorecer la cual el Congreso expidió el Decreto del 21 de agosto de 1827. Poco después la empresa se transformó en la Granadina con el aporte de nuevos socios. El desarrollo de esta empresa puede seguirse en la tesis de grado de la economista de la Universidad Nacional, Tatiana Maechler, dirigida por Salomón Kalmanovitz1. Carecían de un gerente, es decir, de una dirección técnica y administrativa apropiada, por lo cual otro nuevo socio, Roberto H. Bunch, jamaiquino, resolvió proponer la toma en arrendamiento de tierras, yacimientos, instalaciones e insumos que existían como activos de la empresa.
Puede recordarse que para “1740 había en la Gran Bretaña, 59 altos hornos que funcionaban exclusivamente con leña y donde la producción anual se situaba en 17.350 toneladas de fundición: con 294 toneladas por horno y por año, o sea 5 y 1/8 de toneladas por semana”2. Es interesante señalar que ya no se hablaba de forjas catalanas sino de altos hornos, para indicar un proceso evolutivo y de desarrollo de la técnica al incrementar la altura de la forja para aumentar la temperatura alcanzada. Más adelante, para 1747, el reverendo Mason visita las minas de Coalbrook Dale y dice haber asistido a los primeros ensayos de fabricación de hierro con la ayuda de combustible mineral, otro paso importantísimo, que se logra de manera casi simultánea, y sobre el cual ofrece una importante información sobre el desarrollo de las técnicas en ese campo cuando dice: “Es en Cookson recientemente adquirido en propiedad por Whitehill, en Yorkshire, que se atribuye la construcción en 1745 del primer alto horno que funcionaba con Coke, en el norte de Inglaterra…”
Por muchos años se consideró que el primer alto horno en Suramérica era precisamente el construido en Pacho para la ferrería, pero la consulta de la revista Mineração Metalurgia, en la cual el ingeniero e historiador Jesuino Felicíssimo Júnior presenta la historia detallada del alto horno de Ipanema y señala, con claridad, que el día 1° de noviembre de 1818 logró producir la primera fundición fluida de hierro, de la cual se conserva aún una de sus primeras figuras: un crucifijo. También anota que los técnicos fueron en general suecos y alemanes, países con los cuales mantenía Portugal buenas relaciones3.
En nuestro caso la presencia del cónsul de Francia entre los accionistas de la empresa, hace el ofrecimiento de lograr financiación y el apoyo técnico. Así, poco después viaja a Francia y contrata un técnico de la región de Grenoble, un rincón situado cerca de la frontera con Italia. Estos hechos le permiten, al regresar el 31 de diciembre de 1834, llegar en compañía del señor Cipriano Medardo Merlín, un técnico metalúrgico experto en la construcción de altos hornos según los modelos franceses, junto con unos pocos operarios.
Para 1837, fecha en la cual se vinculó a la empresa el señor Roberto H. Bunch, el alto horno pudo empezar la producción de hierro fundido. Las permanentes discrepancias de pareceres entre los accionistas de la empresa, dieron lugar a que Bunch presentara una propuesta, que resultó positiva para los accionistas, puesto que se encontraba dispuesto a salvarla de la precaria situación económica, asumiendo el pago de un arriendo por todos los bienes que comprendían la ferrería, situación que le permitía deshacerse del parecer de cada uno de los accionistas y poder tomar las riendas del manejo de la empresa. Para mediados de la década de los años 40, Bunch viajó a Inglaterra y al llegar a ella se dirigió precisamente al epicentro de la producción metalúrgica del país, en las cercanías de Wolverhampton, donde queda el primer puente de hierro que se hizo en el mundo, exactamente el llamado de Coalbrookdale, y en esa región contrató siete técnicos, expertos en diversas fases de la producción de hierro y de acero, junto con sus familias.
El grupo llegó para 1847, y la relación de sus nombres se registra en 1853 en un memorial dirigido a la cancillería colombiana, ellos fueron: James Bruce, escocés, con su señora y 12 hijos, para trabajar como superintendente o director de la producción; Martín Perry, inglés, con su esposa y 4 hijos; Edmond Edward Corradine, natural de Inglaterra, con esposa y 3 hijos; John James, inglés, con señora y 5 niños; William Witingham, inglés, con esposa y 2 hijos; Samuel Kinsey, inglés, con esposa y 1 hijo; Thomas Jones, inglés, soltero y William Tyacke, inglés. Los salarios mensuales de los técnicos contratados oscilaban entre 140 y 24 pesos. Debía reconocer los salarios y sueldos al personal técnico traído de Inglaterra. Un alto horno debía apagarse siguiendo un procedimiento especial que implicaba varios días de labor, de otra manera quedaba para reconstrucción total su recubrimiento interior.
Como en las forjas difícilmente se lograban alcanzar los 1.000°, puesto que de esa manera solo se obtiene una simple masa plástica impregnada de escoria, resulta básico el incremento de la altura de la forja, para situarlo en algo más de los 5.0 metros, cuando es posible lograr la más rápida formación de esas masas, y al incrementar la altura hasta los 10 metros es posible llegar a los 1.200° necesarios para fundir el mineral y lograr, en forma simultánea, que la escoria flote sobre el mineral fluido.
Para obtener acero es necesario recurrir a una segunda fundición del primer material, empleando los denominados hornos de reverbero. Ese acero es de calidad variable y exige, por lo general, mucha mano de obra. La gran importancia que logra la Ferrería de Pacho se centra en la producción de herramientas para el trabajo del campo, tal como se puede ver en los diversos avisos publicitarios aparecidos en los periódicos de la época. Azadones, palas y otros elementos más complejos como las masas para trapiches de moler caña dulce, tal como lo hicieron todas las siderúrgicas posteriores.
La temprana muerte de don Roberto H. Bunch en 1857, implicó la pérdida de orientación y de gerencia, que condujo progresivamente a la decadencia de la empresa y a la rápida diáspora de los técnicos vinculados a ella. La dirección correspondió a su joven hijo Jorge Bunch, quien luchó por todos los medios para mantener a flote la industria. Él, como director, viajó al exterior para conocer las mejores reformas que podían hacerse al alto horno. Así volvió a producir hierro colado en 1870, pero no quiso acoger las sugerencias técnicas de Edmond Corradine, de manera que la producción se terminó en 1879, y luego se vendieron los terrenos e instalaciones al general Aníbal Currea, quien lo hizo producir por última vez en 1888, para cerrar definitivamente al año siguiente.
Con el horno de la Ferrería de Pacho ya silenciado, la empresa no pudo entrar en liquidación, al no existir accionistas vivos, o al menos los tenedores de los títulos no se pudieron localizar para 1915.
La Pradera
Inició su primera etapa de la mano de tres empresarios extranjeros en 1858: Jhon James, retirado de Pacho, Rafael Forest y Samuel Sayer. James construyó un alto horno para funcionar con carbón vegetal, pero muy pronto el párroco de Subachoque amenazó con sanciones religiosas a los obreros que trabajaran con protestantes, con lo cual se precipitó la quiebra de la empresa. En 1877 se asociaron dos nuevos empresarios: Carlos Manrique y Tomás Agnew y luego Lorenzo Codazzi y Julio Barriga. Agnew trajo diseños y obreros norteamericanos, pero no siguió los planos y tuvo un fracaso inicial, pero usando carbón vegetal logró obtener hierro fundido en 1880.
Para 1885 la empresa quedó en cabeza de Pablo Barriga quien modernizó las instalaciones construyendo hornos para producir coque, dado que el suministro de leña comenzó a fallar. La situación mejoró, pero le faltaba un horno Bessemer para optimizar la producción. Buena parte de los rieles del tranvía de Bogotá fueron producidos en La Pradera, además de las columnas de hierro fundido necesarias para la construcción del Teatro Colón y otros edificios de Bogotá.
Para esta época ya se encontraba trabajando en esta nueva empresa el joven Tomás Corradine Banks, quien viajó a Europa para adquirir la maquinaria que ordenaban los propietarios, pero ante los criterios de los técnicos envió un cable indicando la conveniencia para reducir los costos de producción y mejorar la calidad de los productos, empleando un convertidor Bessemer. La respuesta lacónica no se hizo esperar: “siga las instrucciones”. Al regreso, luego de un sinnúmero de éxitos y fracasos, los rieles producidos no duraban el tiempo presumido por su rápido desgaste. El acero obtenido no alcanzaba las mismas especificaciones de los importados.
No obstante, lograron producir gran cantidad de trapiches para caña de azúcar y otras herramientas de campo que se distribuyeron por Cundinamarca, Boyacá y Santander, hasta cuando se obtuvo el respaldo del gobierno del general Rafael Reyes, durante el quinquenio de 1904-1909, con grandes encargos para producir rieles de ferrocarril. El nuevo gobierno no mantuvo los contratos para esos suministros, ni pagó las deudas ya contraídas, así que para 1911 la siderúrgica entró en plena decadencia y en 1916 cerró sus labores definitivamente.
Siderúrgica de Samacá
Martín Perry, luego de la muerte de Roberto H. Bunch, se trasladó a Samacá y emprendió con sus medios la construcción de un alto horno, en esa localidad boyacense. William Wittingham, también su compañero en Pacho, lo acompañó. Al haber empleado todo su capital en la empresa, el presidente del Estado soberano, doctor Otálora, consideró importante apoyar el esfuerzo y amplió la inversión con dineros estatales. La deficiente prospección de los recursos minerales llevó a la quiebra prematura de la empresa siderúrgica.
Así, en algunas publicaciones de principios del siglo XX, se ofrecían fotografías de estas obras que no funcionaban. No obstante, debe reconocerse que con solo 20 años de funcionamiento productivo, ellas significaron el comienzo de la industria siderúrgica en Colombia.
Ferrería de Amagá
En 1865 los señores Eugenio Uribe, Javier Echeverri y Juan Santamaría, fundaron una empresa cuyo objetivo fue la construcción de un alto horno en el sitio de Amagá, rodeado de grandes bosques, pero con lento suministro de carbón vegetal, razón por la cual debieron afrontar muchas dificultades, como la prolongación de los períodos de fundición de 18 a 30 horas. No obstante, para 1888 la administración decía que había producido miles de pistones para moler material en las minas de oro, y fabricado cientos de trapiches de moler caña dulce, pese a haber superado una crisis en 1885 y encontrarse en buenas condiciones económicas en 1890.
Para 1904, superado el período de la guerra de los mil días, ingresaron nuevos accionistas, con lo cual se incrementó sensiblemente la capacidad del alto horno que les permitió alcanzar una producción de más de 700 toneladas anuales, hasta llegar a 1931 cuando la gran crisis obligó al cierre definitivo.
La Siderúrgica Corradine
En el mundo de la industria privada se debió esperar hasta el nuevo intento emprendido en 1933 y que alcanzó a coronar con éxito, el 26 de abril de 1942, Enrique Corradine Wiesner, bisnieto del maestro Edmond Corradine fallecido 70 años antes. En la población de Pacho emprendió la construcción de un alto horno capaz de producir hasta cinco toneladas diarias. En él produjo grandes cantidades de tapas de medidores de agua y tapas para redes subterráneas que se distribuyeron por todo el país y aun por Centro América. La última operación del alto horno se realizó el 13 de marzo de 1958. Posteriormente solo se trabajó con chatarra en un pequeño horno.
En 1970 dejó la dirección Enrique Corradine Wiesner y asumió su hijo Enrique Corradine Moncada quien la administró por unos 20 años. Luego de lo cual quebró por problemas de administración y deudas acumuladas, entrando en liquidación y posterior desmantelamiento por parte de sus antiguos trabajadores.
Paz de Río
El descubrimiento de las ricas formaciones de mineral de hierro realizada por el ingeniero Olimpo Gallo en la década del 30, sumado a su lucha porque se contemplara la creación de una siderúrgica de gran envergadura, llevó al ministro de minas y petróleos a ordenar, en 1941, la iniciación de los estudios necesarios para estimar claramente la riqueza del mineral y la magnitud de los yacimientos, así como la factibilidad de utilizarlos en gran escala. Tras largos años de estudios, asesorías y consultas, finalmente el gobierno nacional, el 17 de septiembre de 1947, expidió el Decreto 3123 por medio del cual se creó la Empresa Siderúrgica Paz de Río S.A.
En 1954 se inauguró la mayor empresa siderúrgica del país, con la producción significativa de hierros para construcción, alambres, láminas del tipo Cold Roll, etc., en cantidad y calidad adecuadas para satisfacer gran parte de la demanda nacional.
A partir de 1961 aparecieron muchas otras industrias similares y exitosas en diversas partes del país, dirigidas a atender mercados especiales con aceros también especiales.
Bibliografía básica
- Ojeda Gallo, Hernán E. “La industria siderúrgica en Colombia”, Tesis de grado para economía, Bogotá, 1949.
- Anónimo. La industria del acero en Colombia, Bogotá, Cámara de Fedemetal, 2006.
- García de Corradine, Ana. Algo sobre la industria del hierro en Colombia y sus pioneros, Bogotá, 1972.
- Aguilar, Federico C. Excursión de tres días a la Pradera, Bogotá, Imprenta Ignacio Borda, 1886.
- Amaya Rojas, Agustín. “La industria siderúrgica en Colombia”, en Anales de Economía y Estadística, dic. 1947, Nos. 35-36.
- J. Percy. Traité complete de metallurgie, París, 1967, 5 volúmenes [Los datos presentados pertenecen al volumen I, capítulos LX y LXI].
- De la Pedraja, Rene. Fedemetal y la industrialización en Colombia, Bogotá, 1986.
imagenes
- Vestigio del horno de la Ferrería de Pacho, 2009. Alcaldía Municipal de Pacho, Cundinamarca.
- Disposiciones generales de los talleres de hierro y acero. Jorda. Cours de métallurgie. París, École Centrale des Arts et Manufactures, ca. 1850.
- Antiguas instalaciones de La Pradera, 1898.
- Roberto Bunch, 1872. Óleo de Ramón Torres Méndez. Colección Museo Nacional de Colombia. Reg. 502.
- Antiguo alto horno de Coque. Jorda. Cours de métallurgie. París,
-
Buitrón y respiradero, Ferrería de La Pradera.
École Centrale des Arts et Manufactures, ca. 1850. - Sam Sayer, 1846. Acuarela de Mark Edward Walhouse. Colección Biblioteca Luis Ángel Arango.
- La Pradera. Buitrón utilizado como succionador para el alto horno.
- Julio Barriga, ca. 1880. Fotografía de P. A. Guzmán.