21 de noviembre del 2024
 
La república. Acuarela de Débora Arango, ca. 1953. Museo de Arte Moderno, Medellín
Noviembre de 2016
Por :
LUIS VILLAR BORDA

CORRUPCIÓN: UNA CONSTANTE HISTÓRICA

La corrupción en sus diversas manifestaciones afecta a la mayoría de los países, pero sin duda sus efectos sociales y económicos son devastadores y su amplitud incomparablemente más grande en aquellos que por su menor grado de desarrollo están gobernados por Estados débiles y élites rapaces. Entre las consecuencias, y no las menos graves se cuentan la desmoralización generalizada y la pérdida de legitimidad del sistema político.

La Colombia de hoy es por desgracia un ejemplo que ilustra la anterior afirmación. Por diversos factores: la prolongación del conflicto armado, la presencia del narcotráfico, un aumento súbito de las fortunas, el crecimiento del aparto estatal y los presupuestos públicos sin adecuados sistemas de control. Estos factores han contribuido a fortalecer las formas tradicionales de corrupción, tipificadas como cohecho, peculado y nepotismo, o sea la compra de funcionarios para favorecer determinados fines, la aprobación de bienes y fondos públicos, y la designación en empleos o el otorgamiento de contratos a parientes de manera directa o por interpuesta persona, respectivamente.

Para todos es evidente que en materia de corrupción se ha producido en las dos últimas décadas un asalto de grandes proporciones. Basta leer la prensa diaria para enterarse del despojo y ruina de empresas de servicios públicos, institutos, administraciones regionales y locales, bancos estatales, en cantidades que ascienden a billones de pesos, según los informes de entidades oficiales, comenzando por la Contraloría General de la Nación.

El papel que por su lado juegan las compañías multinacionales como elemento de corrupción ha sido analizada por numerosos autores, desde la obra pionera de Gunnar Myrdal, el eminente economista sueco.
Si bien el fenómeno no se ha agudizado terriblemente en los últimos años, no estuvo ausente a todo lo largo del siglo XX, próximo a expirar. Entró en escena en 1903 con el "affaire" Panamá, en el que fueron sobornados no pocos funcionarios oficiales, con la dolorosa pérdida de ese territorio patrio. En la dictadura de Rafael Reyes, se manifestó a través de concesiones y contratos a los validos del régimen. En los años veinte vino la "danza de los millones", en buena parte con la indemnización de los Estados Unidos por Panamá, precio de la reconciliación. Eran los atisbos de un capitalismo endeble y dependiente.
En torno a las compañías petroleras se tejió desde entonces la más intrincada red de intereses. Ya en 1905 Reyes había entregado los terrenos petrolíferos de Barrancabermeja a Roberto Mares, su ahijado de matrimonio.

La res pública.  Grabado en metal de Carlos Correa, 1953. Colección Banco de la República, Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotá

 

Los desfalcos, abusos de poder y tráficos de influencias hicieron noticia y fueron motivo de sonados debates en el Congreso durante la primera mitad del siglo, pero puede decirse que eran más bien excepciones, y los empleados públicos en general se consideraban honorables, mal remunerados y salían pobres de sus cargos.

La corrupción fue encubierta a partir de entonces, es decir, en la segunda mitad del siglo, por los gobiernos autoritarios y dictatoriales, que no permiten ningún control y el sistema de reparto burocrático del Frente Nacional, que garantizó la complicidad de los partidos en el poder y limitó la oposición a espacios marginales. La tarea de denuncia y función crítica se desplazó por ello a la prensa, cuyas limitaciones son también conocidas.

Sólo un reordenamiento del país, la recreación del estado, el fortalecimiento de la participación ciudadana y el surgimiento de una nueva dirigencia con sentido de nación y propósitos claros y desinteresados, permitirá sacar al país del impase al que lo han llevado la corrupción y la violencia.