21 de diciembre del 2024
 
FOTO ANTONIO MARÍA HIDALGO DAVID, 2019.
Febrero de 2020
Por :
Cindia Arango López Historiadora, Universidad Nacional de Colombia-Medellín. Magíster en Geografía, Universidad de los Andes, Bogotá. Especialista en Medio Ambiente y Geoinformática, Universidad de Antioquia.

BURITICÁ

Los depósitos auríferos de Buriticá se encuentran en filones montañosos y elevadas colinas andinas que están entre los 1.600 y los 1.700 metros sobre el nivel del mar. De hecho, la actual cabecera urbana es conocida por los habitantes como la montaña de oro.​

 

Una de las actividades económicas de mayor importancia durante el periodo colonial español en América fue la minería, principalmente la extracción de metales preciosos, como la plata, en los actuales países de México y Perú y, también, la explotación de oro en lo que hoy es Colombia. Aunque en este contexto la minería del oro no fue representativa para las arcas del imperio español, fue significativa para algunos poblados del actual territorio colombiano, pues definió su vocación económica y el rumbo de sus habitantes, como fue el caso de Buriticá.

 

En la margen occidental del río Cauca, entre las cordilleras Central y Occidental, que atraviesan el Departamento de Antioquia, se encuentra ubicado el municipio de Buriticá, cuyos pobladores de han dedicado desde tiempos prehispánicos a la agricultura y a la minería, principalmente de veta. Los depósitos auríferos de Buriticá se encuentran en filones montañosos y elevadas colinas andinas que están entre los 1.600 y los 1.700 metros sobre el nivel del mar. De hecho, la actual cabecera urbana es conocida por los habitantes como la montaña de oro. Además, la riqueza hídrica de la zona, atravesada por el río Cauca y otros como el Remango, el Tabacal y el Naranjal, favorece la agricultura de café, maíz, fríjol, plátano y hortalizas.

 

Asentamiento en la provincia de Antioquia en el siglo XVI e inicios del siglo XVII. Mapa elaborado por la autora, 2019.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En documentos y crónicas del período colonial se señala que, cuando llegaron los españoles al actual territorio de Antioquia, existían grupos de población indígena numerosa. Además, los hallazgos arqueológicos de sepulturas prehispánicas y terrenos cultivados han permitido constatar que, en efecto, la zona estaba densamente poblada. En un comienzo, los grupos indígenas de esta región occidental de Antioquia fueron clasificados como caribes. Durante las incursiones de conquistadores como Francisco César y Juan de Badillo, a mediados del siglo XVI, en la actual región de Buriticá, los españoles hallaron grupos indígenas identificados como catíos, que estaban bajo el mando del cacique Tatepe (o Buriticá), quienes opusieron una resistencia prolongada a los europeos.

 

Croquis. Minas de Buriticá / J.H White, 1889 Biblioteca Nacional de Colombia.

 

 

La incursión de Juan de Badillo sentó las bases para la creación del poblado de Buriticá. Badillo salió de San Sebastián de Urabá el 23 de enero de 1538 y se internó en las selvas de la actual región de Urabá. Iban con Badillo unos 150 españoles, entre los cuales viajaban cuatro sacerdotes. Además, cien negros esclavizados, muchos indios de servicio y más de cien caballos. Caminando día tras día atravesaron la Serranía de Abibe y encontraron a su paso lo que más adelante se convertiría en la provincia de Antioquia. Posteriormente hallaron el cerro de Buriticá, en donde Badillo decidió fundar una población y, enseguida, continuar sus incursiones por los Andes colombianos.

 

 

 

Se tiene registro de que la explotación del oro antioqueño bajo el régimen español inició justamente en Buriticá desde 1541, después de que la parte norte de la Cordillera Occidental quedara bajo el control de los españoles, quienes después de muchos esfuerzos abatieron a los indígenas catíos. En ese contexto, los españoles fundaron la villa de Santafé de Antioquia en 1546, entre otros fines, para controlar las minas de veta de Buriticá y administrar el trabajo de los indígenas en esos yacimientos.

 

La riqueza aurífera de Buriticá había sido aprovechada por los indígenas siglos atrás. Los españoles quedaron impresionados ante la evidencia de los laboreos mineros que aún existían cuando llegaron a explotar los yacimientos de la zona en el siglo XVI. Sin embargo, la escasez de agua para lavar el mineral pulverizado fue uno de los principales factores que limitaron el desarrollo de la minería de Buriticá, debido a que se requerían acueductos de hasta 14 kilómetros para alcanzar la cima de algunas de las minas. En ese entonces, los nativos eran la principal mano de obra en el proceso de extracción del oro. A ellos congregaban al amparo de la encomienda, sistema que permitía a los españoles obtener tributos de los indígenas.

 

Indio e India de Buriticá, provincia de Antioquia.  Henry Price, 1852 Comisión Corográfica. Biblioteca Nacional de Colombia. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La empresa minera no era sencilla y resultaba costosa para su mantenimiento, sobre todo por la construcción de túneles y socavones. Así las cosas, el esplendor de las minas de veta de Buriticá en el periodo colonial no tardó en desvanecerse. La producción aurífera empezó su declive en la década de 1590 y, a comienzos del siglo XVIII, las minas estaban casi despobladas. Según Robert West, la decadencia de Buriticá coincidió quizás con el agotamiento del oro de fácil extracción localizado en la zona superficial, en la que los minerales se encuentran meteorizados o desintegrados. El poco valor del oro encontrado en las venas profundas, las constantes inundaciones de los pozos por agua procedente del suelo y las dificultades de procesar en los morteros de piedra de la época los cuarzos auríferos fueron factores que contribuyeron a la decadencia de la minería. Lo que profundizó la disminución extractiva del oro fue la caída de la mano de obra indígena y el poco capital para conseguir esclavos que las trabajaran.

 

A principios del siglo XVII tuvo lugar la visita del licenciado Francisco Herrera Campuzano, visitador de la Audiencia de Santa Fe. Durante su visita a Antioquia, entre 1614 y 1616, Herrera “castigó a los encomenderos, estimuló la explotación de las minas, reglamentó el trabajo asalariado […]”. No obstante, lo más relevante de esta visita fue el traslado de población indígena desde los asentamientos en los que se encontraban a la fecha hacia los nuevos pueblos que el funcionario fundó, entre ellos, San Antonio de Buriticá. Allí, en 1616, había aproximadamente 109 indígenas tributarios, hombres que estaban entre los 17 y los 50 años. Es decir, si se tiene en cuenta que varios de los tributarios tenían familia, la población del asentamiento pudo haber sido numerosa.

 

Así las cosas, la actividad minera declinó en Buriticá y se consolidó como pueblo de indios centrado en la agricultura. Posteriormente, durante el siglo XVIII se presentaron en Buriticá fuertes pleitos con las personas libres (mestizos, antiguos esclavos y otros individuos que no pagaban tributo) que ocuparon tierras de resguardo entregadas a los indígenas desde la visita de Herrera Campuzano. Los indígenas de Buriticá llegaron a ser tan reducidos con el pasar de las décadas, que, en más de una ocasión, las autoridades coloniales intentaron integrarlos con los indios del pueblo de Sopetrán, en tanto que su reducido número de indios ya no alcanzaba ni para pagar los servicios del cura.

 

Durante el siglo XVIII hubo algunos intentos por reactivar las vetas del cerro de Buriticá. En 1776, el gobernador de la provincia de Antioquia, Francisco Silvestre, señalaba en su Relación de la provincia de Antioquia que, aunque la riqueza aurífera de Buriticá no se podía comparar con la producción de plata de Mariquita, se debían realizar los esfuerzos para vencer las dificultades y explotar el oro. Así fue como Silvestre formó una compañía con varias personas de Medellín, juntó un grupo de 70 esclavos y contrató al experto Luis Laneret para la instrucción en la explotación del oro de veta que tan esquiva había sido a las generaciones pasadas de españoles. Sin embargo, la empresa tuvo un fracaso rotundo, no sólo por la muerte del asesor Laneret, sino también por las dificultades que tuvieron para transportar provisiones hasta el lugar de la explotación.

 

Parque principal de Buriticá. FOTO ANTONIO MARÍA HIDALGO DAVID, 2019.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Solo a finales del siglo XX y los inicios del siglo XXI, la minería de veta fue nuevamente explotada de manera intensiva por la empresa Continental Gold, que con los años tuvo la mayor adjudicación de licencias mineras para la explotación aurífera en el actual municipio. La puesta en marcha de estas licencias mineras incrementó la explotación del oro y atrajo la llegada masiva de mineros informales de otras zonas del país, lo cual ha propiciado que el poblado recobre su vocación minera de épocas anteriores.

 

Interior del templo parroquial San Antonio de Buriticá. FOTO ANTONIO MARÍA HIDALGO DAVID, 2019.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Biografía:

[1] Robert West, La minería de aluvión en Colombia durante el periodo colonial, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2000 [1972], p. 45.

2 James Parsons, La colonización antioqueña en el occidente de Colombia, Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1979 [1950], p. 52.

3 William Jaramillo Mejía, Antioquia bajo los Austrias, Instituto de Cultura Hispánica, Bogotá, 1998, p. 153.

4 Juan David Montoya Guzmán y José Manuel González Jaramillo, Indios, poblamiento y trabajo en la provincia de Antioquia, siglos XVI y XVII, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, 2010, p. 56.

5 Robert West. La minería de aluvión, pp. 47-48.

6 Juan David Montoya Guzmán, José Manuel González Jaramillo (transcripción y estudio), Visita a la provincia de Antioquia por Francisco Herrera Campuzano 1614-1616, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, 2010, p. 26.

7 Francisco Silvestre, Relación de la provincia de Antioquia (trascripción, introducción y notas de David J. Robinson), Secretaria de Educación y Cultura de Antioquia, Medellín, 1988, p. 118.