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Audi: por el ‘e-gas’
Fue un domingo del año pasado. El anticuario (especializado en documentos y fotografías antiguas) Julio Pérez Navarrete y su esposa, la artista contemporánea Johanna Calle, compraban unas viejas carpetas vacías en uno de los mercados de las pulgas del centro de Bogotá. “¿Les gustaron? Allá hay más”, les dijo el vendedor mientras señalaba unas bolsas de basura arrumadas contra una pared.
La tasa de cambio del peso es un precio: el de la moneda nacional con relación a la unidad de otras monedas. Como en todo mercado, ese monto se determina por la interacción de la oferta y la demanda.
¿Quiere una Semana Santa de oración?
TOMANDO BUEN CAFÉ: Hotel El Cable, en Manizales
Todopoderosos de Colombia
Planeta. 214 páginas. 2013
¿A quién se le ocurrió la idea del libro?
Los presidentes que yo conocí
Planeta. 395 páginas. 2013
¿Por qué un libro de presidencialismo?
Este es un ratón de biblioteca muy particular: no llega a devorar libros dormidos de las estanterías ni tampoco a soñar con la rígida y atractiva bibliotecaria de anteojos de carey. Prefiere los recintos vacíos, con los fantasmas de las letras en reposo, y esa fue su obsesión en los últimos cuatro años en París. Allí visitó setenta bibliotecas para realizar 250 fotografías y presentar una mirada nueva y, en muchos casos inédita.
“Antes de nacer ya estaba aburrido”:
Esa es la primera frase de las memorias que acaba de publicar Carlos José Mayolo Velasco, el cineasta caleño pionero en el arte del documental, del cineclubismo, de los filmes de ficción, de la inserción del cine en la televisión y del robo de una caja de botellas de whisky Usher´s, a los 16 años, de la rectoría de un colegio en Bogotá.
¿Qué y dónde estudió?
Soy economista, licenciado por la Universidad de Gales. En materia fotográfica no tengo ningún tipo de formación oficial, todos mis conocimientos los he ido adquiriendo a través de la observación y experimentación.
¿Qué es la fotografía en su vida?
Es el motor que hace que todos los días me levante lleno de ilusión y esperanza.
Después de 1’489.935 horas de transmisión ininterrumpida, la gente que trabajó en Radio Sutatenza quedó cansada de hablar. Al menos eso parece de primerazo, pues hay que sacarles cada palabra con tirabuzón y llegar a sostener unaconversación con ellos es toda una proeza.