Televisión
EL NOMBRE de Robert Downey Jr. siempre atrae todas las miradas. Su vida disipada, su actitud desafiante y sus méritos como actor convocan a una audiencia masiva para cual- quier proyecto en el que participa.
Este fenómeno que ha llegado a su fin dejando un sin sabor en algunos de sus más fervientes espectadores, ha traído consigo un cúmulo de elementos que han partido la historia de las series en dos. En REVISTA CREDENCIAL nos pusimos a la tarea de identificar algunas cifras que trascendieron, no solo en la industria creativa sino en la del turismo y del consumo en general, y esto fue lo que encontramos:
Déjala morir, la Niña Emilia es una pequeña telenovela, y también es un conjunto de sketches cómicos y actos musicales, y es también un experimento sofisticado con distintos grados de distanciamiento dramático. Relata la vida de Emilia Herrera (1932-1993), cantante caribeña de bullerengue (y de vallenato y otros ritmos), pero más que una obra biográfica es una secuencia de homenajes que construye una amistad entre el personaje y sus autores, sus intérpretes y sus espectadores.
En la versión de Netflix a la que se tiene acceso desde Colombia, el contenido de películas es realmente pobre. La sección de “Clásicos” es particularmente flaca, y también lo es la de películas producidas en el último par de décadas. La cartelera de Netflix en Colombia está llena de comedias y filmes de terror de tercer nivel, y la diferencia de contenidos con respecto a Norteamérica es realmente apabullante.
Cualquiera que haya sido estudiante universitario tiene que sentir desconcierto al ver las fórmulas que predominan en las escenas televisivas en las que se reproduce una clase universitaria: el profesor es a la vez solemne y despistado, atiborra el tablero de palabras, emite grandes sentencias sobre el sentido de la vida, y mira entre curioso y enfadado a la estudiante que llega tarde.
Se ríe y luego hace una pausa antes de responder. ‘El Gordo’ Benjumea es meticuloso con sus palabras. Intenta escoger las adecuadas al recordar cada segundo de los miles que lo convirtieron en uno de los comediantes más queridos de Colombia.
Parece que una gran parte de la televisión que vemos apela a nuestro deseo de saber quiénes son las mujeres jóvenes y nos dice, una y otra vez, que las respuestas que buscamos –o las preguntas que queremos hacer al respecto– se encuentran en la muerte violenta de la mujer joven.
Hay una heroína reciente, o que en todo caso ha venido perfilándose más y más en los últimos años, en series policiacas de televisión: la detective solitaria. A veces trabaja junto a un hombre, en una relación con cierta tensión sexual, como la investigadora de las series de los años ochenta. Sin embargo, a diferencia de esta, nuestra nueva detective es más fuerte que su compañero; es la jefa, la permanente, la irreemplazable. Su don para la detección y la persecución es extraordinario, único. Es recia y obstinada, quizás obsesiva. Vive sola. Es soltera.
Tenía 19 años cuando lo vi por primera vez, en las instalaciones de RTVC. En ese primer encuentro y en los que tuvimos en los meses siguientes se portó justo como lo esperaba: como un abuelo cariñoso con la periodista principiante. Este 11 de enero, dos años después de conocerlo, Carlos no sobrevivió a una hernia hiatal que le afectó los pulmones y el estómago. Su muerte me recordó la amabilidad de su carácter, la rigurosidad en su profesión y esa ternura, que como a miles de televidentes, me conquistó cuando incluí la historia de su vida en mi tesis de grado.
El video de un bebé que se desespera porque cree que una revista de papel es un Ipad que no funciona, se volvió viral hace meses en Internet. La revista no reacciona cuando la niña le da órdenes con sus dedos, tampoco logra agrandar ni reducir imágenes cuando se lo indica. Esta generación no está acostumbrada a la dificultad, o se acostumbró a dificultades de otro tipo.