Series
LUEGO de la crisis financiera del año 2008 en Estados Unidos, Hollywood se enfocó en la codicia despiadada de algunos inversionistas y en el colapso del sistema hipotecario. Así como el efecto dominó afectó sucesivamente a varios rubros de la economía, las series de televisión se vieron impulsadas por el cine y terminaron cayendo en esta temática.
UNA DE LAS avenidas más importantes del norte de Teherán se llama Bulevar Simón Bolívar. Lo mismo ocurre con una calle de El Cairo, bautizada en honor al prócer. ¿Cómo pronunciarán ese nombre los iraníes y los egipcios? Una estación del metro de París también se llama así. Y un parque en Budapest. Y una plaza belga –la Bolivarplaats de Amberes–, así como la Piazza Simone Bolivar, en Milán. Doce poblados en los Estados Unidos –muchos de cuyos habitantes desconocen la razón– se llaman Bolivar, así, sin tilde. ¿Aeropuertos? Por lo menos tres en Latinoamérica.
El contenido de Canal Sony se compone tradicionalmente por producciones que corresponden a géneros como drama, comedia, música, realities, producciones originales y películas. Así pues, entre sus estrenos para el próximo año se encuentran:
The Fix
La serie estadounidense de drama criminológico envolverá a los fanáticos en una nueva historia que los dejará atónitos.
Por décadas, la televisión colombiana ha mirado hacia Estados Unidos como el lugar de los modelos ideales de producción, y tratado de parecérsele en sus formas y contenidos. En particular, desde que aparecieron cadenas como HBO, que se convirtieron en ‘el nuevo cine’, el espacio que acogió a los realizadores más talentosos de Hollywood con ganas de experimentar.
En la versión de Netflix a la que se tiene acceso desde Colombia, el contenido de películas es realmente pobre. La sección de “Clásicos” es particularmente flaca, y también lo es la de películas producidas en el último par de décadas. La cartelera de Netflix en Colombia está llena de comedias y filmes de terror de tercer nivel, y la diferencia de contenidos con respecto a Norteamérica es realmente apabullante.
En las recién pasadas vacaciones traté de ver algunas de las nuevas series de Netflix. De la mayoría no pasé del primer episodio y, aunque sé que la parte no es suficiente para juzgar el todo, tal vez la primera entrega sí sea suficiente para descartar un producto que aspira a enganchar a sus consumidores. No pude con los diálogos acartonados de Mind Hunters ni con su pretenciosidad previsible. La serie francesa La Mantis tiene un guion inverosímil, y giros argumentales a la vez torpes y traídos de los cabellos.
Si el monarca contiene a todos los súbditos de una monarquía, el concepto se vuelve más interesante cuando el monarca es una mujer, que no solo contiene por ser reina, sino por la particularidad de su sexo. Si el monarca es, además, ejemplo y parangón para todos sus súbditos, el concepto se vuelve más interesante cuando el monarca es una mujer ─y no especialmente maternal─ en una sociedad patriarcal.
Tal vez nadie entienda muy bien cuáles son las pretensiones ni cuál es la peculiaridad de los hipsters. Sin embargo, todo el público parece reconocer el calificativo, y casi todos los que parecen corresponder a él lo niegan. Los hipsters no tienen una agenda política concreta, ni una filosofía ni una ideología, que se sepa, pero sí tienen una apariencia distinguible. Son vagamente liberales, vagamente artísticos; se visten con una moda sarcástica, con la que evocan aquellos lugares donde no están: otra época y un entorno rural.
En este año de nuestro desengaño con respecto a la democracia, ha sido oportuno el lanzamiento de The Crown (Netflix), una serie que tiene un cariz tan ensayístico como dramático. The Crown cuenta la historia del reinado de Isabel II de Inglaterra y de la familia Windsor, pero sobre todo se ocupa de mostrar en qué consiste la monarquía. Su primera temporada, de diez episodios, relata acontecimientos de entre 1947 y 1955; va desde el matrimonio de Isabel hasta la decisión sobre el compromiso matrimonial de su hermana Margarita.