19 de noviembre del 2024
 
Fotografía tomada de Álbum IV Centenario. Foto Ewert, Tunja, 1939.
Julio de 2012
Por :
Juana Salamanca Uribe Periodista, Universidad Jorge Tadeo Lozano

INÉS DE HINOJOSA: EL PRIMER ESCÁNDALO DE TUNJA

Escudo de armas de la ciudad de Tunja.En las calles empinadas de Tunja, el gélido viento que se encañona entre las construcciones coloniales, lleva y trae los lamentos del fantasma de doña Inés de Hinojosa y los aullidos del perro negro que la acompañó hasta que los chulos acabaron con el cuerpo. Algunos de quienes se aventuran a caminar a altas horas de la noche por la ‘calle del árbol’, dicen haber visto el espectro, colgado de un arrayán, con el pelo negro al viento y advierten la presencia de fuegos fatuos en el lugar.

Han pasado casi cinco siglos desde el día en que la más hermosa mestiza venida de tierras venezolanas, recibió todo el peso de la justicia al ser ahorcada por sus delitos. La dimensión del escándalo se puede medir por el hecho de que el presidente de la Real Audiencia de Santafé, don Andrés Díaz Venero de Leiva, la más alta autoridad del Virreinato, haya viajado a Tunja a encargarse personalmente del caso criminal.
Creada en 1550, la Real Audiencia de Santafé fue el instrumento establecido por la corona española para institucionalizar el régimen colonial en el Nuevo Reino. Como cuerpo colegiado, se encargó de funciones de justicia y gobierno.

El colgado de Arbeláez. Grabado de Édouard André, diseño de É. Riou. En América pintoresca, 1869.

 

Doña Inés del alma mía

Doña Inés no había sido propiamente una ‘pera en dulce’: una maga de la simulación y del engaño, que participó en la planeación del asesinato de sus dos esposos, ejecutados por sus dos amantes.Una vida salpicada de adulterios, gravísimo delito para entonces, más aún si era cometido por una mujer, y para colmo de males, mestiza.Claustro del Palacio de Justicia. Fotografía tomada de Álbum IV Centenario. Foto Ewert, Tunja, 1939.La sinopsis de la ‘película’ narrada por primera vez por Juan Rodríguez Freile, en El Carnero, la obra que pintó con colores brillantes la vida colonial, es como sigue:

Inés de Hinojosa, oriunda de Barquisimeto, Venezuela, se casó en Carora con el español Pedro de Ávila, borracho, parrandero y jugador. Vivían con Juanita, hermana media de doña Inés. Llegó a la ciudad un tal Jorge Voto, apuesto sevillano, seductor y vividor, profesor de música y danza que se vendía a sí mismo como maestro de las costumbres de la corte española. Francamente irresistible para doña Inés, que cayó en sus brazos. Entre ambos urdieron el asesinato del marido, a quien una noche Voto dejó “como un colador” a punta de estocadas.

La pareja, en compañía de Juanita, se radicó transitoriamente en Pamplona, donde contrajo matrimonio y vino a parar a la antigua capital de los Zaques, enclave colonial de primera línea que emulaba con Santafé en cuanto al número y nobleza de los españoles que allí habían echado raíces. El más importante es Pedro Bravo de Rivera, el encomendero de Chivatá, quien de inmediato reparó en Inés y ¡cómo no! comenzó un tormentoso romance, con pasadizo secreto incluido.

Pistola de chispa que perteneció a Andrés Díaz Venero de Leiva, siglo XVI. Colección Museo Nacional de Colombia. Reg. 46

Jorge Voto montó su academia de danza y estableció sucursal –en principio, de la escuela– en la capital del Virreinato; se ausentaba de Tunja y ofrecía la oportunidad perfecta para los amoríos de Inés y el encomendero.

Una vez más es preciso derrumbar los obstáculos para el amor; entre ambos planearon la muerte del bailarín, quien apareció una mañana muerto, en el fondo de una quebrada. Esta vez, sin embargo, los asesinos fueron descubiertos y se impartió una justicia adecuada a la alcurnia de los inculpados: mientras que el encomendero, dueño de vidas y haciendas, fue condenado a ser degollado, Inés recibió el castigo de la horca, junto con Hernán Bravo de Rivera hermano mestizo de don Pedro y cómplice en el asesinato de Jorge Voto.

Primera página del manuscrito de El Carnero, escrito por Juan Rodríguez Freyle entre 1636 y 1638. Colección Biblioteca Nacional de Colombia.Historia y leyenda

A partir de unas pocas páginas escritas por el cronista colonial, en las que se combinan aspectos de la vida pública y privada y donde el chisme, la conseja, la burla y la ironía tienen cabida, otras obras literarias, entre ellas Los tres Pedros en la red de Inés de Hinojosa escrita por Temístocles Avella, a mediados del siglo XIX, y Los pecados de doña Inés de Hinojosa, de Próspero Morales Pradilla, una novela de más de 500 páginas, publicada a finales del XX y convertida en exitosa serie de televisión, aderezan la historia con toda clase de hechos, circunstancias y enfoques.

Juan Rodríguez Freile, Ca. 1936. Óleo de Miguel Díaz Vargas. Colección Academia Colombiana de Historia.La leyenda y la historia se confunden de manera inevitable, aunque algunos estudiosos hacen esfuerzos de precisión, como Ulises Rojas, quien con base en documentos del Archivo de Indias, indica que el verdadero nombre del personaje fue Inés Manrique y que no fue precisamente el encomendero de Chivatá el protagonista de los amoríos con la mestiza sino su hijo, Pedro Bravo de Guzmán.

Habían pasado sólo 25 años desde el día en que los indígenas vieron, incrédulos, la llegada del hombre blanco a este enclave importantísimo del imperio chibcha; las tejas españolas rojizas sobre las nuevas construcciones estaban desprovistas aún de los líquenes cuyo crecimiento favorecen la humedad y el tiempo, y hacían contraste con los techos de paja de las chozas de los indios; las torres de las iglesias, inconclusas, pronto acogieron a nuevos miembros de la iglesia; artesanos propios y foráneos habían tallado las piedras que se colocan en los portones de las casas para no dejar duda de la nobleza de sus habitantes. Los blancos con sus armaduras y cascos, barbas puntiagudas y lanzas; los nativos, descalzos, con sus cabelleras lacias y largas, se cubren con mantas.

Primera edición impresa de El Carnero, Bogotá, Ed. Pizano i Pérez, 1859. Colección particular.Escenas de sexo y violencia

Entre todos los relatos sobre doña Inés, la novela de Morales Pradilla es la que permite comprender con mayor claridad la violencia feroz que constituye el telón de fondo del momento histórico. Para comenzar, señala a la protagonista como el producto de la violación de don Fernando de Hinojosa a una india llamada Flor. El matrimonio de la mestiza con Pedro de Ávila sucedió como resultado de un juego de dados en el que Hinojosa perdió a su hija en favor del futuro marido. En la noche de bodas confluyeron la expectativa de la novia, apasionada y ávida, que se diluye ante el sadismo salvaje de él.

Felipe II, ca. 1750. Colección Museo Nacional de Colombia. Reg. 526. ©Museo Nacional de Colombia/Juan Camilo SeguraEl erotismo es el otro aspecto de la historia: la liviandad y la sangre caliente de Inés, el deseo sexual intenso, chocaron en apariencia con el ambiente de la helada Tunja a su llegada; pero sólo en apariencia, porque lo que allí encuentran los recién llegados es una actividad intensa en una especie de juego de “todos con todos”, para que el que no eran problema ni el frío del altiplano, ni las estrictas leyes sobre el adulterio, ni los sermones de los curas sobre la fornicación. Ni siquiera una circunstancia tan grave como la falta de agua constituía obstáculo para el amor… Un amor muy a la tunjana, de puertas para adentro, siempre guardando las apariencias en un ambiente en el que mencionar la palabra fornicación se consideraba peor que el acto en sí.

Así lo ha señalado el historiador Pablo Rodríguez, en estudios como Seducción, amancebamiento y abandono en la Colonia, en los que destacó la presencia permanente de la ilegitimidad en una sociedad de doble moral en la que no todos los adulterios eran iguales, pues si intervenían indias o prostitutas el hombre era disculpado.

La tierra: siempre en conflicto

Cuando el hijo del encomendero de Chivatá –si nos atenemos a la versión de Ulises Rojas– fue condenado a muerte por el asesinato de Jorge Voto, las tierras y los indios que integraban la encomienda pasaron a la corona española por orden del presidente Venero de Leiva. El hecho reveló el conflicto surgido entre la corona y los conquistadores, posesionados luego de las encomiendas, que impusieron en sus dominios una realidad violenta y un sistema feudal que se fueron ‘saliendo de madre’, y que burlaron la tutela de la metrópoli favorecidos por las distancias. Los encomenderos reclamaban el dominio absoluto sobre la tierra y los indios –mano de obra fundamental para el cultivo de las turmas y cereales como el trigo y para la realización de toda clase de trabajos– como una suerte de recompensa por las penalidades de la conquista, mientras que la corona vio reducida su influencia sobre la totalidad del territorio y en el comportamiento de estos nuevos señores feudales americanos encontró inconvenientes para la supervivencia e institucionalización del sistema colonial.

El conflicto se hizo evidente en Santafé cuando el oidor, Diego de Villafañe, miembro de la Real Audiencia, expidió un edicto el 28 de octubre de 1564, que imponía limitaciones en el sistema de la encomienda, con respecto a los indios “sobre que no los cargasen, agraviasen o maltratasen…. so pena de doscientos azotes”, según relata Juan Rodríguez Freile.

La disposición generó airada reacción de los encomenderos quienes, según el mismo relato, se amotinaron y apoyaron las expresiones de uno de ellos, el capitán Zorro: “¡voto a Dios, señores capitanes, que estamos azotados! Pues este bellaco, ladrón, ¿ganó por ventura la tierra? ¡Síganme caballeros que lo he de hacer pedazos!” Según el mismo cronista, el alboroto fue neutralizado, a puerta cerrada, por la esposa del presidente doña María de Hondegardo.

En fin, son estas unas pequeñas aproximaciones a los primeros años de la actual capital boyacense como ciudad colonial, donde ocurre la historia-leyenda de doña Inés, que es patrimonio de los boyacenses –a pesar de su origen venezolano– y se convierte en un vehículo sin igual para darle una mirada a esos lejanos y misteriosos primeros tiempos de asombro.

Bibliografía

  • Aguilera Peña, Mario. “Andrés Díaz Venero de Leiva. Primer presidente y organizador del Nuevo Reino de Granada”. Credencial Historia, No. 32.
  • Aristizábal, Luis H. “La Tunja de Inés de Hinojosa y de Juan de Castellanos”. Boletín Cultural y Bibliográfico, No. 13. Biblioteca Luis Ángel Arango, 1987.
  • Avella Mendoza, Temístocles. Los tres Pedros en la red de Inés de Hinojosa. Prólogo de Vicente Pérez Silva. Bogotá, Tercer Mundo, 1987.
  • Gómez Jaime de Abadía, Herminia. Leyendas. Notas históricas. Bogotá, Imprenta Nacional, 1907, p. 79, “Doña Inés de Hinojosa”.
  • Rodríguez Freile, Juan. El Carnero. Biblioteca de Bogotá. Villegas Editores, 1988.
  • Rodríguez Vergara, Isabel (editora). Historia de una transgresora. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia. Otraparte, 1999.