María Clemencia Rodríguez de Santos: “Quisiera tener una varita mágica para solucionar los problemas de la gente”
“Sólo un favor: que no vayan a retocar las fotos ―dice María Clemencia mientras el fotógrafo dispara―. Me aterra el Photoshop; le tengo cariño a cada una de mis arrugas y me gusta que se vean como son”. Sonríe cuando le decimos que no hay problema, que puede estar tranquila, y entonces mira de nuevo a la cámara. No le gusta posar, prefiere las imágenes naturales y espontáneas; por eso ríe, pone temas y conversa mientras el fotógrafo hace su trabajo. Le espanta la idea de quedar como una de esas caricaturas de la lejana Primera Dama: esa señora divinamente vestida, que jamás sale de Palacio y nunca deja de tomar el té a las cinco de la tarde. Está lejos de llevar una vida así. Sí, podrá ser una mujer elegantísima; pero lo de ella es el trabajo duro, la búsqueda de ayudas, los viajes a los lugares de la tragedia, las reuniones para hablar de la niñez, la educación y la salud… En fin, el trabajo.
En las instalaciones de la Fundación Juan felipe Gómez Escobar, en Cartagena. (Fotografía Presidencia de la República)
Dice que no vive pendiente de si la opinión pública se entera o no de lo que ella ha venido haciendo (que ha sido mucho, por cierto). Le interesan más los resultados que la imagen. Además, apunta que los colombianos no votaron por María Clemencia Rodríguez, sino por Juan Manuel Santos. Agrega que no le molesta permanecer en un punto discreto: el empleado público, al fin de cuentas, es él, no ella (las primeras damas no tienen cargo ni sueldo). De ahí que dé pocas declaraciones a la prensa y también de ahí el cuidado que presta a los eventos a los que asiste: sólo le interesan los que tienen relación con lo cultural, lo benéfico y lo social; mejor dicho, aquellos que, de un modo u otro, están relacionados con ayudar a los demás. De plano dice que 'no' si la invitan a un acto proselitista o a una actividad meramente comercial: el lanzamiento de una campaña, el lanzamiento de un producto. Algo parecido le sucede con los medios: no le interesa contar cuál es su diseñador favorito, ni si su hija tiene novio o no, ni cómo ha redecorado el Palacio, ni mostrar su colección de zapatos. Nada de eso. Se está tomando muy en serio su labor y, además, es una mujer muy discreta: no está para nada interesada en el espectáculo que se puede generar en torno a una Primera Dama.
Discreción. Ese término bien puede definir el carácter de María Clemencia de Santos, diseñadora gráfica, exdirectora del Museo de Arte Religioso y hoy Primera Dama (aunque el título no le gusta para nada. Varias veces ha declarado: “Soy la esposa del Presidente, pero no la Primera Dama”). Es difícil conseguir declaraciones suyas sobre temas que bien sabe que pueden llegar a ser espinosos. Siempre repite que el Presidente es su esposo, no ella; que los colombianos votaron por él, no por ella. “El servidor público es Juan Manuel”, responde hasta el cansancio. Ha sido férrea en ese aspecto. En junio de 2010, cuando Santos aún era candidato, ya María Clemencia, o ‘Tutina’, como le gusta que la llamen, le decía a Margarita Vidal, quien la entrevistó para esta misma revista: “Durante 23 años he sido su compañera, su cómplice, su esposa y la mamá de sus hijos, y hoy pienso que si la decisión de los colombianos es darnos la oportunidad de servirle al país, allí estaré acompañándolo, pero quiero ser clara en el sentido de que quien gobierna es el Presidente, elegido por el pueblo. Yo no entraría a dar órdenes, ni a imponer, ni mucho menos, a ‘cogobernar’”. Se ha mantenido fiel a aquella idea.
Nació en Bucaramanga el 13 de noviembre de 1955, y tiene todas las características de una buena escorpión, el signo que la rige. Por ejemplo, es cumplida hasta el extremo. Siempre está lista quince minutos antes y espera lo mismo de la gente. Cuando tiene una cita a las diez de la mañana ―una reunión, una junta, un desayuno―, llega a las 9:45, y lo primero que hace es tomar el teléfono para preguntar dónde están todas las personas, casi extrañada de que los asistentes a ese evento no sean tan puntuales como ella. Quienes trabajan a su lado, ya se acostumbraron a su ritmo y tienen el reloj mental quince minutos, y a veces media hora, adelantado.
Se le ve contenta en Palacio. Le gusta el trabajo que hace y siente que a su esposo, por encima de las dificultades, no le está yendo mal. Asegura que antes de trastearse con su familia a la Casa de Nariño, le dijeron mil y una frases sobre las dificultades y problemas que se le vendrían encima; pero ahora, año y medio después, sigue pensando que son más mito que verdad. Ya hace un año, en una entrevista para la revista Semana, decía: “En chiste le comenté a una amiga que después de esta experiencia, uno debería escribir un libro con consejos para las esposas de los próximos presidentes, porque hay muchos mitos. El gran mito es que iba a perder totalmente mi privacidad. Ya estaba acostumbrada desde el Ministerio de Defensa a la seguridad, pero tampoco es que a uno lo invadan absolutamente. Todavía voy hasta la plaza de Paloquemao, compro flores, camino y hago mercado. Ha cambiado un poco el control de mi tiempo porque estoy dedicada a un compromiso que tengo con el país, pero he aprendido a manejarlo. Cuando uno adquiere ese compromiso, ser la esposa de un presidente es un trabajo de tiempo completo”. No ha cambiado de opinión: aún le gusta cumplir con sus labores de ama de casa común y corriente y sigue sintiendo que cumplir con el papel de Primera Dama no es en últimas tan complicado como le habían dicho.
Se ´derrite`por los niños. Aquí en una escuela en Chocó. (Fotografía Presidencia de la República)
De lo que no tenía ni idea ―comenta riendo― era de que las labores de la esposa del Presidente fueran tantas. Jamás las imaginó, y está feliz de verse a toda hora trabajando por los demás. Le encanta viajar por Colombia, le emociona el contacto con la gente. Lo que percibe es que con sólo verla, las víctimas del invierno, de la guerra, de las enfermedades, o simplemente de la pobreza, sienten que no han sido olvidadas, que el Gobierno está haciendo algo por ellas. La tocan, la miran a los ojos, la estudian, y algunos, como si ella no fuera la esposa del presidente Santos, sino una actriz o una modelo, le dicen que es mejor personalmente; que por qué, si es tan bonita, no se ve tan bien cuando sale en las revistas o en la televisión.
Ahora, cuando el invierno parece haber amainado un tanto, la loca agenda que tuvo en los últimos meses (recorrió en pocos días casi todo el país en carro, helicóptero y avión, llevando ayudas), ha tomado cierto aire de normalidad. Lo que hoy le preocupa es que Colombia consiga generar la infraestructura suficiente para que la próxima temporada de lluvias no nos coja desprevenidos; mejor dicho, que no sea tan trágica, tan destructiva, como aquella por la que acabamos de pasar. Eso sí, ya se acostumbró a sentir angustia apenas nota que empieza a llover sobre los tejados de Palacio, porque imagina lo que puede estar sucediendo en la otra Colombia, aquella que ha terminado de conocer durante la presidencia de su esposo (dice que ya la había recorrido bastante, acompañándolo durante sus ministerios).
El trabajo del fotógrafo termina. María Clemencia descansa. Posando o luciendo natural, con Photoshop o sin él, lo cierto es que a la esposa del presidente Santos no le gustan las fotos. Llega, entonces, la hora de conversar.
¿Qué ha sido lo mejor de este año y medio que lleva como Primera Dama?
-Siento que ha sido un privilegio poder recorrer el país, poder estar cerca de la gente y saber cuáles son las necesidades que tienen, para trabajar mejor por ellos. Al mismo tiempo, también ha sido maravilloso ayudar a llevar soluciones a la población vulnerable.
¿Y lo que más la ha sorprendido?
-No dejo de admirar a tantos colombianos que tienen la capacidad de sonreír en los momentos más difíciles. He visto familias que lo han perdido todo y que no dejan de tener esperanza, alegría y una palabra de agradecimiento. Eso es sorprendente y da mucha esperanza sobre el futuro.
¿Y lo peor, lo más difícil?
-No tener la capacidad de resolver de manera inmediata todos los problemas que nos cuentan.
¿Hay alguna labor que sea su consentida, su favorita?
-Todas. Mi compromiso es estar lista a servir en todo lo que sea necesario. Cada labor la hago con la mayor voluntad, y cada una de ellas me gratifica inmensamente.
¿Cómo ha sido la labor frente a los damnificados por el invierno? ¿En qué ha consistido?
-Nos hemos encargado de hacer un llamado a la comunidad internacional, a los empresarios, a las organizaciones no gubernamentales y a los colombianos de a pie, para que aporten, no sólo un granito de arena, sino todo un puñado en esta causa que se llama Colombia Humanitaria. Hemos viajado por todo el país y hemos tratado de hacer presencia en cada uno de los lugares más afectados, llevándoles ayudas humanitarias para la emergencia.
¿Y qué tanta ha sido la ayuda internacional?
-La mano amiga de la comunidad internacional ha sido parte fundamental de Colombia Humanitaria. Hemos recibido ayuda de organismos multilaterales, organizaciones no gubernamentales y varios países amigos que se han puesto la mano en el corazón y en el bolsillo para hacer importantes donaciones, que nos han permitido llegar a todos los rincones del país con ayudas para los damnificados.
Usted ha ido a todos los lugares. ¿Cómo ha percibido el problema? Más allá de que el invierno se haya calmado un tanto, ¿dónde está la verdadera solución?
-Justamente, no sólo necesitamos que escampe, también debemos concientizar a las personas para que no construyan en zonas de alto riesgo, para que no tiren basuras a los ríos, para que no atenten contra la naturaleza, que nos está pasando una gran cuenta de cobro. El Gobierno, por su parte, está en el proceso de la reubicación y reconstrucción de las zonas afectadas.
Debe ser complicado para usted ver tanta pobreza, tantas dificultades, y saber que puede dar una ayuda, pero que no puede solucionar los problemas de fondo de toda la gente. ¿Es así?
-Sí, uno a veces quisiera tener una varita mágica para solucionar de inmediato los problemas de la gente, pero la realidad es que a veces las soluciones hacen parte de una serie de procesos que toman tiempo.
Le gusta viajar por Colombia y entrar en contacto con la gente. (Fotografía Presidencia de la República)
Su labor la ha llevado a viajar por toda Colombia. ¿Le da miedo montar en helicóptero?
-No, para nada; me siento segura.
¿Cómo es un día normal suyo?
-Todos los días son distintos. Viajo a diferentes municipios, atiendo gente que solicita audiencias, participo en juntas y comités, y como cualquier persona busco espacios para estar pendiente de mi familia.
¿Tiene tiempo durante el día para verse con su esposo y conversar un rato?
-Sí, buscamos tiempo para compartir y conversar; siempre lo hemos hecho. Para nosotros, la familia tiene un lugar prioritario en cualquier circunstancia.
¿Y está contenta viviendo en Palacio? ¿Es fácil adaptarse?
-Estando en familia, vivimos tranquilos y felices en cualquier lugar.
¿Qué opina de que su hijo Esteban se haya decidido por el servicio militar? ¿Hubo discusiones, cantaleta de mamá sobreprotectora, o estuvo de acuerdo desde el comienzo?
-Es una vocación que él tiene. Le sale del alma. Como mamá no me voy a travesar en su camino. Estoy muy feliz de que haya elegido esa opción, como estoy feliz de las opciones que han escogido mis otros hijos, que son bastante diferentes.
¿Qué tanto la oye el Presidente? ¿Lo aconseja, o prefiere mantenerse aparte y que los temas de conversación entre ustedes sean más familiares y de pareja?
-Como cualquier pareja, hablamos de los temas de su trabajo, de nuestros hijos y de las noticias del día. Y si me oye o no… bueno, habría que preguntarle a él.
¿Qué siente cuando ve que Francisco Santos le da tan duro a su esposo?
-Como esposa del Presidente, lo considero gajes del oficio. Pero desde el punto de vista personal, no deja de ser doloroso que una persona de la familia, que conoce desde pequeño a su primo hermano, lo trate de esa manera tan dura, y sobre todo con argumentos tan poco válidos.
Esta bumanguesa estudió diseño gráfico, fue jefe del relaciones públicas del Banco de la República y dirigió el Museo de Arte Religioso. (Fotografía Camilo Devis)
Y en general, ¿cómo maneja usted las críticas?, ¿cómo hace para estar por encima de la lluvia de comentarios diarios a veces dolorosos que caen sobre su esposo y, en general, sobre la familia presidencial?
-Mire, Andrés: después de haber pasado por una campaña presidencial tan dura y con tantas agresiones personales que allí hubo, la lección de vida que saqué, es que las pasiones personales pasan. Duele, pero el dolor se va sanando.
¿Mantiene la misma posición de su marido: no habla mal, por nada en el mundo, del ex presidente Uribe?
-Sí. Mal no hablaré jamás. Pero tengo mi corazoncito.
¿Es muy difícil mantener esa prudencia?
-Sí.
Hace poco Martín, su hijo, escribió en Twitter, refiriéndose a Francisco Santos: “@fsantosRCN debería preocuparse por su sintonía (bajó 28%) en vez de estar comiendo fritanga y jugando al minstransporte. ¿Se ganó un regaño por eso?
-¡Para nada! A Martín, María Antonia y Esteban les respeto sus opiniones y tienen derecho a expresarlas.
¿Le preocupa que sus hijos se metan en la vida pública?
-No, sinceramente no me preocupa. Ellos han vivido la vida pública de Juan Manuel en su paso por tres ministerios y hoy como Presidente de la República, así que tienen argumentos suficientes para elegir si quieren hacer parte de ese camino o no.
Durante sus viajes por Colombia, ¿cómo ha percibido al país? ¿Qué le dice la gente?
-A donde llegamos, la gente en general está contenta con el gobierno. Es lógico que cuando las personas están bien: con trabajo y salud, se sienten conformes y agradecidas, pero quienes no lo están nos piden que trabajemos por ellos, para darles solución a sus problemas. Al final, creo que estas últimas son las opiniones que más nos deben importar, porque son las que nos indican en dónde debemos trabajar más y concentrar mejor nuestros esfuerzos.
¿Cómo prefiere que la llamen: Primera Dama, María Clemencia, doña María Clemencia, o ‘Tutina’?
-Simplemente María Clemencia o ‘Tutina’.
Algunos comentan que usted tiene algo de Jacqueline Kennedy: dicen que no sólo es inteligente sino que tiene mucho estilo. ¿Qué opina?
-Me honra ese comentario.
¿A cuál ex Primera Dama admira especialmente?
-Hemos tenido grandes primera damas. Es difícil escoger una en particular.
Y si alguien le preguntara qué significa ser Primera Dama en Colombia, ¿qué le diría? Después de un año y medio, ¿cuál sería su definición del cargo?
-Al elegir a Juan Manuel como presidente, los colombianos me dieron la maravillosa oportunidad de servirle al país de manera desinteresada.
¿Y qué es lo que más extraña de los días en los que no era la esposa del Presidente?
-Nada.
¿En serio?
-Llevo casada casi 25 años con Juan Manuel. Lo he acompañado y apoyado en las diferentes circunstancias de su vida. En este momento me siento agradecida y satisfecha del lugar en el que estoy, y va a ser igual en el futuro, cuando esté en cualquier otro lugar como esposa del expresidente.
Para 2014, ¿qué logros espera haber alcanzado en sus funciones? ¿Cuál le gustaría que fuera su balance de labores como Primera Dama?
-La esposa del presidente no tiene funciones administrativas, pero el tema de la niñez es prioritario para el Gobierno y para mí. Un objetivo principal que espero que se cumpla es que la estrategia para la atención integral de calidad para la primera infancia, 'De Cero a Siempre', llegue a todos los rincones del país y que las familias, los alcaldes y gobernadores se comprometan con ella. Como lo hemos dicho en muchas ocasiones, trabajar por la primera infancia es la mejor forma de cerrar las brechas de la desigualdad.
De cero a siempre, el programa de atención integral a la primera infancia, es una de sus pasiones. Aquí, dando un discurso sobre el tema mientras que su esposo la escuha atento. (Fotografía Presidencia de la república)
Precisamente, hace no mucho, en el Taller para alcaldes y gobernadores electos, usted dejó ver sus preocupaciones por el desarrollo de la primera infancia. ¿Qué se está haciendo desde el despacho de la Primera Dama en ese tema?
-En el tema de la primera infancia está comprometido buena parte del gobierno. He asumido su vocería porque creo profundamente en el tema. Desde la Alta Consejería de Programas Especiales se está llevando a cabo una estrategia de articulación entre todas las entidades que trabajan por esta misma causa, para lograr una mayor coordinación y, por lo tanto, resultados más eficientes. Se creó la Comisión Intersectorial en la que participan los Ministerios de Educación, Cultura y Protección Social, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, el Departamento Nacional de Planeación, el Departamento Administrativo para la Prosperidad Social y la Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema. Adicionalmente, por medio de alianzas público-privadas, recaudamos recursos para la construcción de centros de desarrollo infantil temprano, para atender con calidad a los niños en las zonas más vulnerables.
Otro aspecto importante dentro de sus labores es el relacionado con el fomento de la lectura. ¿Cómo va eso?
-Trabajamos en equipo con los Ministerios de Cultura y de Educación y hemos creado el programa 'Leer es mi cuento'. Se trata de una iniciativa que busca cofinanciar proyectos editoriales y de promoción de lectura. Se ha hecho un gran esfuerzo para dotar a la Red de Bibliotecas Públicas y a los centros y hogares de Bienestar Familiar con la Colección para la Primera Infancia que consta de 100 títulos, para un total de 500.000 ejemplares. Adicionalmente, se van a entregar alrededor de 600.000 ejemplares a través de los medios de comunicación impresos y con el apoyo de otras entidades públicas y privadas que trabajan por los niños menores de cinco años.
Bueno, ¿y qué tan comprometido ve al país con las prácticas sociales? ¿Nos gusta ayudar, o aún nos falta mucho?
-Colombia Humanitaria demostró que los colombianos tenemos un corazón inmenso. Fue una prueba inequívoca de la solidaridad y el compromiso de nuestro país. Desde las millonarias donaciones hechas por reconocidos empresarios, hasta la niña que pidió plata en su primera comunión para donarla a los damnificados del invierno.
¿Y ha vuelto a visitar el Santuario de la Virgen Milagrosa, en París?
-Fui el año pasado mientras acompañaba a Juan Manuel a la visita oficial; pero aquí en Colombia voy más seguido.
¿Y se puede saber qué le pide a la Virgen?
-Lo que más hago es agradecerle.
¿Qué fue lo primero que pensó esta mañana?
-Que tenía que salir corriendo, porque hoy ha sido un día lleno de actividades.
Si después de que su esposo deje la Presidencia, le ofrecieran a usted un cargo público relacionado con lo social, ¿lo aceptaría?
-El servidor público es Juan Manuel.
Su esposo ha mandado mensajes más bien dubitativos sobre la reelección. ¿Cree que se volverá a lanzar?
-Ante esa pregunta, respiro profundo. Faltan dos años y medio de gobierno. La decisión es estrictamente de él y le llegará el momento de tomarla. Pero, como su esposa y madre de sus hijos, soy muy clara en que estaré siempre a su lado, apoyando la decisión que él tenga que tomar. Mi opción de vida no es política, es por amor.