Pamela Anderson: "las mujeres pueden ser muy crueles entre sí"
A PAMELA ANDERSON (Columbia Británica, 1967) no le cuesta mucho decidir si apagar el televisor o quedarse enganchada en caso de toparse con un capítulo de Baywatch. Verse a sí misma como C.J. Parker en alguna de las cinco temporadas que tuvo la serie en los años noventa, es improbable: Anderson casi no ve la televisión.
La actriz de la pantalla chica y playmate, que luego pasaría al cine en películas poco memorables, hace mucho tiempo colgó el traje de baño rojo, aquella suerte de uniforme que usaba para salvar vidas en las frías aguas del Pacífico. Nada menos que esa era la misión ficcional que la catapultó como uno de los íconos absolutos e inolvidables de la cultura pop.
Pese a los embates de la fama, Pamela no ve ninguna necesidad de arrepentirse de ciertas decisiones del pasado, exceptuando, eso sí, haber abandonado las clases de actuación. “Eché mi vida a la basura, pero todo pasó volando: algunas veces fue una cuestión de supervivencia, de mantener las luces encendidas, por así decirlo, para hacer que las cosas funcionaran”, afirmó la actriz en esta entrevista realizada durante el Festival Internacional de Cine de San Sebastián (España).
Con más de 30 años de carrera artística, mucha agua ha corrido bajo el puente. Hoy en día, Pamela, eximida de “relaciones tormentosas, de la crianza” y de ciertos lastres, se considera una mujer diferente y liberada, que si bien mantiene el interés en la actuación, le profesa pasión a la jardinería, a la vida tranquila y al apartarse del mundanal ruido acompañada de sus perros, de la naturaleza y de su familia.
“Ha sido halagador ser parte de la cultura pop, pero a la vez ha sido limitante”, confiesa mirando a través de unos lentes de montura negra, con el cabello recogido, ataviada en blanco y negro. “Liberarme de mi imagen en ese traje de baño rojo fue un desafío y me llevó tiempo. Quiero probar cosas nuevas, y lo que estoy viviendo ahora no es una segunda oportunidad, sino un nuevo capítulo en mi vida que se siente como el comienzo de mi carrera”.
La contundente afirmación viene a propósito de su rol protagónico en The Last Showgirl, muy alabado por la crítica y el público. En esta película, dirigida por Gia Coppola y basada en la obra de teatro Body of Work (de Kate Gersten), Pamela encarna a Shelly, una bailarina de larga trayectoria y primera figura en un espectáculo en Las Vegas. Prácticamente, Shelly ha vivido para ese show que es cancelado después de tres décadas de funciones ininterrumpidas. Ante el inminente final, y a sus 50 y tantos, intenta reanudar el hilo afectivo con una hija adulta que le reclama abandono. Al mismo tiempo, se encara a la incertidumbre del futuro y a la precariedad de su profesión que le impone una fecha de caducidad sin seguro social ni indemnización.
Pamela brilla en The Last Showgirl junto a Jamie Lee Curtis, Kiernan Shipka y Brenda Song. Y a causa de su arrebatadora interpretación, Anderson se ha convertido en una seria candidata a figurar en la repartición de premios, incluyendo el Óscar. Al escuchar esto, la canadiense se ríe cerrando los ojos como invocando un deseo en medio de su incredulidad, pero saboreando las dulces mieles del reconocimiento.
“No existe una manera perfecta de ser madre, como tampoco existe la madre perfecta”.
Es inevitable establecer paralelismos entre su personaje en The Last Showgirl y su propia carrera. ¿También usted lo ve así?
¡Por supuesto! Siento que me he estado preparando toda mi vida para interpretar a este personaje, por eso estoy agradecida y emocionada. Ha sido muy interesante usar mi experiencia de vida: me ha permitido interpretar a Shelly de una manera bastante auténtica.
A través de Shelly, además, se pone sobre el tapete que a las madres no se les permite tener ambiciones profesionales...
No te imaginas cuánto hablamos entre nosotras de ese tema durante el rodaje. ¿Sabes qué? Nunca es suficiente lo que hagas, nunca está bien, no importa qué ni cómo. ¡Créeme! No existe una manera perfecta de ser madre como tampoco existe la madre perfecta. Aunque llevemos con nosotras todo el bagaje generacional, como madres, quién sabe por qué tomamos ciertas decisiones.
Siempre hay problemas que estamos tratando de superar mientras criamos a los niños, y esas son las conversaciones que tienes luego con tus hijos adultos. Siempre digo que en algún momento le pediremos perdón a nuestros hijos porque nada es perfecto, pero todos hemos pasado por eso.
En la película también se abordan las alianzas femeninas, algo muy propio de las nuevas generaciones. ¿Cómo ha sido, en su caso, el apoyo de su género?
Las mujeres pueden ser muy crueles mutuamente. De hecho, pese a que la gente siempre quiso hablar de lo mal que me trataron ciertos hombres, los momentos más amargos que he vivido han sido por culpa de mujeres.
Al mismo tiempo, su apoyo es siempre bienvenido. He tenido la suerte de tener una muy buena amiga, y es que cuando puedes contar con una persona con la que tienes una fuerte amistad, es como un salvavidas. Mi amiga Alexis [Vogel, maquilladora], que falleció de cáncer de mama [en 2019], era una de esas personas. Jamie Lee Curtis es otro caso, y cuando encuentras personas así, lo mejor que puedes hacer es aferrarte a ellas porque te van a ayudar a superar todo. Estar rodeada de todas esas mujeres en esta película fue una experiencia maravillosa: genuinamente, demostraron solidaridad.
¿A qué cree usted que se debió esa actitud tan negativa de algunas mujeres en su pasado?
Estoy pensando en mi madre, que es una mujer de otra época. Ella le daba mucha importancia a la belleza: “Mientras más bonita, más poderosa”, decía. Las decisiones que tomé y las cosas que sucedieron no me definen, pero siempre hay gente que, una y otra vez, quiere volver a mi pasado con la intención de juzgarme. Tampoco me define lo que me hicieron otras personas. Más bien, lo que hago. No sé por qué las personas tratan así a los demás, pero las mujeres somos criaturas complejas. Por mi parte, me siento feliz de estar aquí, ahora, y es- pero poder sacar provecho de todo esto.
¿Asistimos a una suerte de redefinición de sí misma, entonces?
Aún sigo aprendiendo, eso me encanta. Hasta hace poco, pensaba que nunca más tendría la oportunidad de hacer una película en mi vida, pero no ha sido así. Voy a darlo todo, voy a ir a por todas porque sencillamente no tengo nada que perder, por eso siempre digo que hacer esta película ha sido como una ʻpurgaʼ.
Ahora mismo, usted figura como una de las posibles aspirantes al Óscar. ¿Ve eso como una “dulce venganza” o como un reconocimiento?
(Se ríe) Que sea lo que sea. Es más bien la prueba de que se han equivocado o algo parecido, no sé... La verdad es que lo que me está pasando ahora mismo es surrealista, todavía estoy tratando de procesarlo, pero estoy muy contenta. Está siendo bastan- te abrumador constatar el entusiasmo y el apoyo de la audiencia, siento que esta historia está resonando y entonces es cuan- do me digo que todo valió la pena, ¡todo!
¿Qué espera que se lleven consigo las mujeres de 50 años que vean esta película?
Ser una mujer de 50 años es de por sí inspirador. En mi caso poder estar aquí, tener a Dios de mi lado, haber podido vivir toda esa montaña rusa de emociones durante las últimas décadas, a pesar de que apenas recuerdo aquella época. Sin embargo, aquí estoy con toda la experiencia adquirida, y teniendo la suerte de trabajar en una película que expresa muy bien todas esas emociones que he tenido a lo largo del tiempo, por eso fue sanador y emocionante.