22 de octubre del 2024
Ilustración: iStock
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10 de Octubre de 2024
Por:
Melba Escobar

La mayoría de seres humanos la "padecemos", tal como si fuera una enfermedad. ¿Cómo reconciliarse con el presente, cuando se vive bajo la sombra protectora de un pasado añorado?

La peligrosa belleza de la nostalgia

DE LAS COSAS BONITAS de ser escritor: que un editor de revista nos invite a escribir sobre la nostalgia. Más exactamente, a “contar cómo haces las paces con la nostalgia”. Entonces, lo primero en lo que pienso es en lo mucho que me gusta mi profesión.

Más allá del rebusque, de estar siempre atento a otro texto para otra revista, otra charla, otro taller literario para contribuir a la canasta familiar, ser escritor es estar siempre soñando. Soñando terminar la novela que uno está escribiendo; luego, soñando que alguien quiera publicarla, después, que no falte quien la compre y, por supuesto, que además de comprarla la lea y, como si eso fuera poco, que le parezca buena. Como siempre, me voy por las ramas. Acaso por eso me hice escritora, porque tengo una facilidad para divagar, para dejarme llevar a otro tiempo, a otra época, a otra emoción de la vida. Y es que el ser humano es un animal que añora, lo dijo Nietzsche y lo confirmo yo, como confirmo también que “conocer es recordar”, tal como dijo Platón.

La nostalgia, me digo, mientras me pregunto a qué hora escribiré este texto para la revista, entre las vacaciones de los niños y la visita de la cuñada, es esa mirada cálida que enfoca escenas del pasado con un afecto que parece conectarnos al centro de nosotros mismos. En la Madrid en donde vivo ahora me derrito de calor. El viejo ventilador oxidado ‘traquea’ mientras me seco una gota de sudor de la frente y mi hija pregunta: "¿Qué vamos a almorzar?" Almorcemos nostalgia, me digo a mí misma, y por un momento añoro la lluvia feroz, el frío entre los huesos, la neblina en las madrugadas bogotanas, los vendedores de semáforo, el cariño de un “sumercé” a la vuelta de una plaza en pleno centro. Mientras el calor sofoca el aire, mis pies parecen haberse sembrado en un andén de la séptima, con una sombrilla destartalada intentando dominar el ventarrón y el olor a exhosto cortándome el aliento.

ESA VIEJA ENFERMEDAD

Preparo una pasta boloñesa mientras leo en mi teléfono que en 1688 un médico acuñó por primera vez en Suiza el término ‘nostalgia’. Lo hizo para referirse a una enfermedad. Una muy grave, incurable, decían. Un mal que causaba alteraciones psicológicas, letargo, depresión y confusión. La enfermedad de la nostalgia causaba palpitaciones del corazón, trastornos del sueño, llagas, trastornos alimentarios, incluso delirios. Como fue descubierta en Suiza, se pensó que era un padecimiento localizado, asociado a la belleza de los Alpes y a la pena que causaba a sus nativos alejarse de este paisaje. Pero los años pasaron, y poco a poco fueron identificando casos de nostalgia en otros países.

Primero, no muy lejos de Suiza, en Austria y Alemania, hasta esparcirse por toda Europa como una terrible pandemia. Al viajar a los Estados Unidos, se consideró que la nostalgia fue la principal causa de muerte de los veteranos de la Guerra Civil. El último registro de decesos por esta razón figura en un caso que data de 1917. Y después de eso, poco a poco, todo comenzó a cambiar. En el siglo XX, la nostalgia iba a pasar a ser una emoción más. ¿O no?

 

EL JARDÍN DE LA NOSTALGIA

Le sirvo a mi hija el almuerzo mientras pienso: nostalgia es saber que algo se fue para siempre, nostalgia es mirar con ojos de cariño, nostalgia es recordar la monotonía de la lluvia sobre los cristales del salón de segundo de primaria, nostalgia es comprender algo con los huesos más que con la razón, nostalgia es sentir el pasado en la piel con los pies anclados al presente, nostalgia es saber quiénes somos con cálida tristeza, con ternura agridulce, nostalgia es sentido de pertenencia, es recordar con los sentidos, caminar hacia adentro, volver la vista atrás y dar un salto hacia delante.

Nostalgia es que a uno le guste el agua de panela con queso. Nostalgia es añorar ver Sábados felices tumbada junto a mi papá que se desternillaba de risa. Nostalgia es la enfermedad de quienes hemos perdido a quienes amamos, de quienes vivimos lejos del país donde nacimos. La nostalgia es la dolencia del migrante, la congoja del que está en duelo, el día a día del anciano, también el jardín de la esperanza. Porque si en tiempos tristes, si en tiempos duros, podemos recordar otras épocas en las que fuimos felices, a personas que nos quisieron, a la inocencia, la bonhomía y el afecto, entonces sabremos que el momento presente pasará, que los tiempos felices existen en algún lugar remoto y así como se fueron, volverán.

"¿Será eso que llamamos nostalgia el filtro que maquilla y da brillo a nuestras memorias?"

NOSTALGIA DIGITAL

Matilde se come dos terceras partes de su plato. Me pregunta si podemos ver Barbie. La hemos visto dos veces. La primera vez la vimos con fascinación y asombro. Nos pareció ingeniosa. La segunda nos resultó medio pendeja, aunque nos volvió a hacer reír. Ahora que la veríamos por tercera vez me daba curiosidad saber cómo sería. Prendo la tele, acerco el ventilador y traigo dos paletas de fruta que aquí se llaman 'polos'. Apenas está comenzando la película cuando me asalta el recuerdo de estar jugando con las Barbies en mi cuarto. Mis papás todavía no se habían separado. Me gustaba poner al Ken y la Barbie a besarse y después a tener bebés de plástico iguales a ellos. Me gustaba el carro rosa de ella, sus dientes blancos como la sal, su sonrisa exagerada. Me gustaba su pelo siempre brillante. No me gustaba que no pudiera doblar las rodillas. Pero en la película, la Barbie habla, y piensa, y siente, y tiene ideas y luego cambia de ideas. Es la misma pero no es igual, tal como pasa con la nostalgia. Las cosas se revisten de colores distintos, cambian de forma, se ponen máscaras, nos engañan.

Esto me lleva a pensar en el negocio de la nostalgia. Porque hay un negocio, un gran negocio de la nostalgia. La nostalgia vende pasados idílicos, como el que inventa Trump con su fantasía de una América grandiosa. La nostalgia mueve la economía, la máquina partidista, las elecciones democráticas, las taquillas de cine, los álbumes musicales, las emociones, los amores, los odios, las necesidades, los deseos, individuales y colectivos. Porque la nostalgia palpita en el corazón de lo que somos.

LOS PELIGROS

Entonces la nostalgia es frontera, es vacío, es confirmación de la pérdida, pero es también punto de encuentro, refugio. Porque en la nostalgia de un país que fue idílico se encuentran algunos a llorar por su pasado mejor, como en la nostalgia de algo que no iba bien y solo tiende a empeorar se encuentran otros a descansar, a compartir su tristeza o a imaginar otra realidad. La narrativa de la nostalgia vende series y películas, pero también proyectos de nación. Y mientras me distraigo mirando la pantalla sin verla, mientras veo con extrañamiento a esta Barbie queriendo ser una mujer que piensa, me digo que esta escena algún día será, quizá, una más en el álbum de la nostalgia de mi hija. “Aquella vez en Madrid, mientras el ventilador ‘traqueaba’ y mamá y yo nos comíamos una paleta de limón (¿o dirá 'polo'?) y veíamos una película”. Eso. Nada más. La idealización de un momento de apariencia inocente.

¿Pero no hay una trampa acaso cuando esa transparencia solo puede percibirse a través del velo del tiempo? ¿No es el tiempo el que tiñe de rosa los recuerdos? ¿Será eso que llamamos nostalgia el filtro que maquilla y da brillo a nuestras memorias? Nostalgia moviliza a las masas, empuja a los migrantes, desvela a los mayores. Nostalgia es agria y es dulce, es cálida como una isla en el Caribe y gélida como el polo norte. Nostalgia está en el centro de aquello que nos enferma y nos deprime, pero también de aquello que nos define y nos da sentido de pertenencia. La nostalgia hace parte de nosotros. Camina hacia adentro, a nuestro lado.

No hay manera de hacer las paces con ella, tampoco la guerra, simplemente porque la nostalgia está donde estamos, no importa qué tan lejos nos vayamos o qué tan cerca permanezcamos al pasado que llevamos dentro.

Somos nostalgia.