Ilustraciones: Shutterstock
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28 de Agosto de 2024
Por:
Amira Abultaif Kadamani

Aunque se origina en el sistema reproductivo, la menopausia es un periodo psicológico, enraizado en la biología, en el que el cerebro enfrenta cambios significativos. Estos causan deficiencia cognitiva en, al menos, 60 % de las mujeres. 

El cerebro menopáusico: una observación detallada

BIEN ES SABIDO que el cuerpo humano es una máquina perfectamente interconectada, pero hay un vínculo que había sido poco explorado hasta ahora: el existente entre la cesación de la posibilidad de fertilidad y el cerebro. El sistema que conecta ambas partes se llama neuroendocrino, el cual es activado en la pubertad, sobreexcitado en el embarazo, parcialmente apagado durante el posparto y desmantelado en la transición menopáusica.

En los últimos 30 años, la neurociencia ha ido detectando y comprendiendo esos lazos, y hoy ampara lo que por décadas se ha atestiguado en la práctica clínica: que la menopausia se vive no solo en los ovarios —que dejan de producir estrógeno y progesterona—, el sistema cardiovascular, el metabolismo, el compendio óseo muscular y la vejiga, sino, sobre todo, en el comando central del organismo: el cerebro. ¿Cómo? A través de cambios en su volumen, energía y estructura que alteran la forma como venía funcionando hasta el momento. Por ello, conforme lo explica la neurocientífica Lisa Mosconi en su libro El cerebro menopáusico, publicado en marzo pasado, esta etapa de la vida de la mujer es un proyecto de renovación cerebral.

Cuando los estrógenos están altos, es decir, en pleno auge de la actividad ovárica de una mujer, hay una mayor irrigación sanguínea en el cerebro, por lo que este órgano recibe más oxígeno y nutrientes, y eso estimula las ramificaciones neuronales y su conexión, así como la secreción de ciertos neurotransmisores; además, está más protegido inmunológicamente y más fortalecida su plasticidad.

Pero las cosas cambian cuando esa capacidad reproductora ya no marcha a todo vapor y empieza a decaer (perimenopausia) hasta que culmina por completo (menopausia) y transcurren los primeros años después desde ese cese definitivo (posmenopausia temprana). A todo ese periodo se le conoce como climaterio, y es en esta transición —que naturalmente inicia hacia los 45 años y termina alrededor de los 65, en promedio— cuando el cerebro puede perder hasta un 30 % de su energía, según advierte Mosconi gracias a sus investigaciones en medicina nuclear, una rama de la radiología que usa imágenes diagnósticas para estudiar la fisiología cerebral, su bioquímica, estructura y cambio, en diferentes etapas de la vida y ante diversos estímulos.

 

La deficiencia o deprivación de estrógeno hace que, aunque las neuronas accedan a la glucosa proveniente de los alimentos, no la quemen tan rápido ni eficientemente como solían hacerlo, y de ahí la reducción energética, que se traduce en fatiga mental: disminuyen la memoria verbal, la rapidez memorística y la atención, y se ralentiza el procesamiento de la información. No detectar con facilidad las palabras precisas para lo que se quiere decir, el famoso “lo tengo en la punta de la lengua” o la dificultad para estructurar las ideas o concentrarse hacen parte de esa niebla mental, como científicamente se caracteriza este estado. Es como si el cerebro no se encendiera del todo y, por ende, no pudiera estar tan vivaz como de costumbre. A la par de la carencia de estrógeno, que predispone a la depresión, está la de progesterona, cuyo efecto es sedante, relajante y ansiolítico. Por ello, también puede haber predisposición a sentir angustia, ansiedad e irritabilidad. Durante el climaterio, la ansiedad y la depresión aumentan entre el 20 y 30 %.

Estos cambios no se manifiestan a rajatabla en todas las mujeres; en algunas se viven de manera severa o moderada y otras apenas los notan.

Ante este escenario, los receptores hormonales en el organismo se van apagando, incluidos los cerebrales, y eso provoca un encogimiento y reducción de la materia gris y un recableado. Sumado a los sofocos, el sudor nocturno, la variación del ánimo y el insomnio durante este periodo, las mujeres tienen una mayor vulnerabilidad de sufrir alzhéimer y otro tipo de demencias, versus hombres de la misma edad. Valga recordar que es durante el sueño profundo cuando el cerebro puede sacar la basura, es decir, eliminar residuos de procesos orgánicos para evitar que se vuelvan neurotóxicos, y ante las alteraciones del sueño esta acción se hace a medias. No por nada, en imágenes cerebrales de mujeres climatéricas, los científicos han visto placas de desechos acumulados de las proteínas tau y betaamiloide, asociadas al desarrollo de enfermedades neurodegenerativas.

DESPUÉS DE LA TEMPESTAD...

¡Que no cunda el pánico! Pese a que el panorama parece muy sombrío y aterrador, hay que precisar tres cosas fundamentales: 1) estos cambios no se manifiestan a rajatabla en todas las mujeres; en algunas se viven de manera severa o moderada y otras apenas los notan, 2) según lo revela Mosconi, los efectos cerebrales asociados a la menopausia se revierten en su mayoría y el organismo recupera en buena medida su equilibrio hasta bien establecida la posmenopausia, el periodo de mayor felicidad de la mujeres, y 3) no hay que olvidar, ni por un segundo, que el cuerpo siempre tiene ‘ases’ bajo la manga.

Hay varios tipos de estrógeno. El estradiol es el más poderoso y el secretado por los ovarios. Cuando estos dejan de funcionar, la estrona, producida por las glándulas suprarrenales y el tejido graso del organismo, se convierte en la protagonista. Pese a que no es tan potente, es un mecanismo importante de respaldo estrogénico.

Los efectos cerebrales asociados a la menopausia se revierten en su mayoría.

Adicionalmente, hay alternativas para aliviar signos y síntomas climatéricos y prevenir o manejar los trastornos crónicos que pueden desencadenarse por el envejecimiento. Entre las opciones no farmacológicas están la psicoterapia y la hipnoterapia (sesiones de relajación profunda). Y en la baraja alopática, hay antidepresivos en dosis bajas, medicamentos usados para aliviar los sofocos que fueron aprobados para las convulsiones, la presión arterial y la regulación de la temperatura corporal (en su orden: Gabapentina, Clonidina o Fezolinetant) y drogas para la osteoporosis.

Sin embargo, la que suele llevar la batuta es la terapia de reemplazo hormonal (TRH), en la cual se emplea estrógeno, progesterona o ambas. “Tradicionalmente en Norteamérica se utilizan, desde 1963, los estrógenos de equinos conjugados, productos derivados de estrógenos de yeguas embarazadas de cuya orina se sintetizan muchos compuestos estrogénicos. Mientras que en el centro y norte de Europa el estrógeno más utilizado es el valerato de estradiol, cuyo principio activo es el 17b-estradiol, un compuesto sintético que química y biológicamente imita al estradiol humano”, afirma el ginecoobstetra Camilo Rueda, expresidente de la Asociación Colombiana de Menopausia.

Según él, las hormonas bioidénticas, es decir, iguales al estrógeno y la progesterona ováricas, constituyen las terapias de reemplazo hormonal más avanzadas. Están vigentes desde hace más de dos décadas, permiten tener una mejor tolerancia del tratamiento, dosis más bajas y adaptables a las necesidades de cada paciente y pueden darse por vía oral, transdérmica —bien sea en geles o parches— o vaginal —a través de un anillo—.

Rueda, exsecretario general del Consejo de Asociaciones Mundiales de Menopausia, adscritas al International Menopause Society, defiende la TRH y resalta sus beneficios para abordar los sofocos, las alteraciones genitourinarias, la atrofia vulvo- vaginal, la insuficiencia ovárica prematura y los trastornos afectivos, así como para prevenir la osteoporosis, el alzhéimer y la enfermedad cardiovascular. La clave, previa evaluación de las contraindicaciones y los factores de riesgo de cada caso, es que su administración se dé antes de la menopausia
y hasta 10 años después de su ocurrencia.

De hecho, va un paso más adelante: tras liderar una revisión sistemática de la literatura, Rueda concluye, en un artículo científico publicado en junio en la revista Climateric, que la iniciación anticipada de la TRH en mujeres sanas tiene, al parecer, un efecto protector para el cerebro cuando comienza el climaterio.

Para Mosconi es claro que la TRH no es primordialmente una terapia suplementaria, sino reguladora de los niveles hormonales en la perimenopausia y la posmenopausia temprana. Sin embargo, no es una solución mágica que aborda cada síntoma ni funciona igual para todo el mundo. Lo importante es que, con base en la evidencia, las mujeres puedan decidir cómo afrontar de la mejor forma esta etapa de la vida.

En ello coincide la ginecóloga funcional Susana Bueno, para quien cualquier estrategia de TRH funciona “si uno tiene limpia la casa y abona el terreno”. En otras palabras, si la persona no construye hábitos de vida saludable (actividad física constante, prioriza el descanso, gestiona adecuadamente las emociones y lleva una dieta rica en verduras, frutas, leguminosas, antioxidantes y ácidos grasos esenciales) la terapia, por más sofisticada que sea, no va a ayudar a compensar esos cambios porque el cuerpo no la va a asimilar tan bien. “La menopausia nos invita a hacer una pausa, a mirar hacia dentro y poner prioridades”, destaca ella.

La naturaleza no deja signos de interrogación abiertos, ni respuestas inconclusas ni azarosas. La evolución tiene perfectos ‘porqués’. ¿Por qué ocurre la menopausia? Desde la biología evolutiva, el célebre Jared Diamond apunta que “la menopausia y el sexo recreativo fueron tan importantes para nuestro desarrollo del fuego, el lenguaje, el arte y la escritura como lo fueron nuestra posición erguida y nuestros cerebros grandes”. Está entre los rasgos biológicos que nos hacen distintivamente humanos; una rareza en el mundo animal compartida por unas pocas especies, como los calderones (un tipo de ballena), gorilas, babuinos, jirafas y elefantes. Su propósito se pliega a la lógica de hacer más haciendo menos: como estrategia evolutiva que sopesa la incompetencia de procrear frente a la capacidad de lograr que quienes llevan mis genes sobrevivan más, a través de la dedicación al cuidado de los hijos existentes, los nietos potenciales y otros parientes.

Y desde un punto de vista ontológico, tal vez existe para recordarnos que la fragilidad humana también hace parte de su belleza; para constatar, como lo escribió Irene Vallejo, que nuestro cuerpo es un libro en el que “el tiempo va escribiendo poco a poco su historia” y que la única posibilidad de infinito no es solo la reproducción física sino, sobre todo, la fecundidad del sentido de la vida.

DATOS CLAVE

Una mujer sabe que entró en la menopausia cuando han trascurrido 12 meses consecutivos sin menstruación. En promedio, eso ocurre alrededor de los 51 años. Puede ser espontánea o inducida por razones médicas (a través de tratamientos como la quimioterapia o radioterapia), quirúrgica (extracción de los ovarios) o por insuficiencia ovárica prematura.

El ejercicio cardiovascular parece ser especialmente benéfico para los sofocos y la niebla mental; el yoga, los pilates, el taichi y los ejercicios de flexibilidad ayudan mucho en la reducción del estrés y la higiene del sueño, y el entrenamiento de fuerza estimula la actividad metabólica, los músculos, los huesos y el estado de ánimo. Los mayores beneficios se obtienen con ejercicio aeróbico en un nivel moderado o lo que se conoce como entrenamiento en zona 2.

Otros síntomas no cerebrales durante el climaterio son: resequedad vaginal, ganancia de peso, vejiga hiperactiva (ganas repentinas de orinar o expulsión incontrolada de un poco de orina), bajo o lento metabolismo, tensión muscular y calambres, afinamiento del pelo, piel seca, pérdida de volumen de los senos y tinitus (percepción de un silbido o zumbido constante o intermitente que no procede de una fuente externa).

  Los ejercicios de flexibilidad ayudan mucho en la reducción del estrés y la higiene del sueño, y el entrenamiento de fuerza estimula la actividad metabólica, los músculos, los huesos y el estado de ánimo. Los mayores beneficios se obtienen con ejercicio aeróbico en un nivel moderado o lo que se conoce como entrenamiento en zona 2.

El alcohol es un disparador de algunos de los síntomas de la menopausia (como migrañas, mareos, desenfoque visual o niebla mental), por cuenta de que es una sustancia que deshidrata muy fácilmente y el 80 % del cerebro es agua, de ahí que sea tan sensible a la deshidratación y la importancia del consumo de agua con minerales y electrolitos.

Una dieta rica en legumbres y pescado graso se correlaciona con un retraso de la menopausia de hasta tres años, mientras que una dieta basada en ultraprocesados
y alto consumo de azúcar está ligada a un adelanto de entre tres y cuatro años de la menopausia.

Fumar también acelera su aparición.

La menopausia quirúrgica (extracción de los ovarios) genera unos efectos mucho más severos que la menopausia derivada del proceso de envejecimiento y está ligada a un incremento del riesgo de demencia, decaimiento cognitivo, párkinson, infarto, depresión y ansiedad.