¿Qué es el COVID prolongado?
EN 2006, el divulgador científico David Quammen, autor del célebre libro Contagio, se sentó a la mesa con el médico y epidemiólogo Ali Khan, del Centro Nacional de Enfermedades Emergentes y Zoonóticas (NCEZID, por sus siglas en inglés) transmitidas por vectores, de Estados Unidos. Estaban comiendo sushi y charlando sobre virus —su tema favorito—, cuando Khan le dijo a Quammen que si tuviera que elegir entre todos los conocidos se quedaría con el SARS “porque era muy contagioso y muy letal; tuvimos mucha suerte al tenerlo”.
Para un mortal cualquiera, la pavorosa afirmación colinda con la infamia, pero es apenas natural en el círculo científico de sabuesos que, con ánimo febril de conocimiento, control y prevención, le siguen el rastro a cuanto organismo se atraviese por ahí generando una enfermedad en los humanos. En ese momento, Khan se refería al Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS) que en 2003 brotó
en el sur de China y llegó hasta Canadá, Singapur y otros países causando múltiples infectados y muertes. Catorce años después, en los albores de 2020, Quammen comprendió que aquel patógeno —rebautizado por la OMS como SARS-CoV-1― había sido “la bala que pasó rozando el oído de la humanidad”, pero que, a la luz de la nueva pandemia, el nuevo coronavirus —el SARS-CoV-2— se metió, literal y figuradamente, hasta la médula.
Aún hay mucho desconocimiento de la sintomatología, y por eso se minimiza. Esta es la única enfermedad viral respiratoria que se prolonga, es una enfermedad distinta, y como la estamos viviendo, aún no la entendemos del todo”. Carlos Álvarez, coordinador para Colombia de estudios sobre COVID-19 de la OMS.
El 5 de mayo de 2023, la OMS declaró el fin de la emergencia sanitaria por el COVID-19, pero no el fin del virus ni de las enfermedades que desata. Los síntomas clásicos que provoca el patógeno que emergió de Wuhan se entreveran con los de una gripa fuerte: dolor de garganta y pecho, dificultad para respirar, tos, malestar general, fiebre, agotamiento, palpitaciones, pérdidad de gusto y olfato, y diarrea, principalmente. No obstante, hay casos en los que esta sintomatología persiste y provoca otra serie de padecimientos. A eso se le llama COVID prolongado o síndrome posCOVID. Aquí presentamos la radiografía de este mal hetereogéneo cuando no se quiere ir, con el apoyo del infectólogo Carlos Álvarez, coordinador para Colombia de estudios sobre COVID-19 de la OMS, y el inmunólogo y reumatólogo Juan Manuel Anaya.
CIFRAS
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Las cepas del coronavirus que actualmente circulan en Colombia, y predominantemente en el mundo, son JN.1, XBB1.5 y XBB1.6, que son subvariantes de ómicron.
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En Colombia se han aplicado 90,5 millones de vacunas. 70 % de la población tiene el esquema completo y 40 % cuenta con dosis de refuerzo; aún queda 20 % que no se ha vacunado.
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En lo corrido de este año, con corte al 20 de abril, el Instituto Nacional de Salud registró 17.292 casos de COVID-19 y 163 muertes, lo que significa un promedio de 25 fallecidos por semana.
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El COVID en niños ha ido en aumento, especialmente entre los 0-5 años. En enero, esta franja de población representó 15,72 % de los casos, y en abril, ese porcentaje subió a 35,2 %
TIEMPO
Hay discrepancias en el tiempo mínimo que debe durar la enfermedad para considerar que una persona padece COVID prolongado, bien porque los síntomas continúan, total o parcialmente, o porque pasada la fase aguda del malestar se generan unos nuevos. Para la OMS y el National Institute for Health and Care Excellence del Reino Unido es de tres meses; para los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos y el Imperial College de Londres, entre otros, es un mes. Una de las características que lo hacen diferente de otros síndromes posvirales es su duración que, en la mayoría de los casos, es mayor a los 6 meses.
SÍNTOMAS
Además de los síntomas generales ya descritos, pueden surgir muchos otros. Una publicación de Nature de abril destaca una encuesta realizada por una organización de pacientes llamada PLRC, que recogió datos de unas 3.800 personas de 56 países con COVID prolongado, y según esta, se reportaron hasta 200 síntomas distintos que involucran 10 órganos del cuerpo. Entre ellos, los más comunes son: fatiga crónica, malestar tras realizar un esfuerzo y disfunción cognitiva, particularmente, dificultad para pensar con claridad, memorizar o concentrarse, lo que se ha denominado como niebla mental. En los niños, los síntomas son iguales. Otros estudios resaltan, además, dolor de cabeza, de articulaciones o muscular, insomnio, depresión, ansiedad, disfunción eréctil e irregularidades en el ciclo menstrual.
Muchos pacientes reclaman que algunos médicos creen que el síndrome posCOVID es psicosomático. Aunque en ciertas circunstancias esa puede ser una posibilidad, especialmente cuando una persona tiene otras enfermedades de base, Álvarez asegura que “aún hay mucho desconocimiento de la sintomatología, y por eso se minimiza. Esta es la única enfermedad viral respiratoria que se prolonga, es una enfermedad distinta, y como la estamos viviendo, aún no la entendemos del todo”.
SECUELAS
Las consecuencias también son variadas. Conforme lo señala un artículo de Science publicado en abril, los virus de RNA como el SARS disparan una reacción inmunológica que incluye inflamación crónica o anormalidades en las células de defensa del cuerpo, lo que termina siendo un círculo vicioso porque el mal funcionamiento del sistema inmune hace que sea más difícil para el organismo deshacerse del virus. La secuela más prominente es la artritis inflamatoria, incluyendo la variante reumatoide, entre otras condiciones autoinmunes. Una evaluación retrospectiva de más de 3,8 millones de personas en Taiwán, de las cuales unos 888.000 tuvieron COVID-19, determinó que el riesgo de sufrir artritis reumatoide fue 2,98 mayor en el grupo contagiado. Otra investigación del mismo tipo, con 4,1 millones de individuos en Hong Kong, de los cuales cerca de un millón fueron diagnosticados con el coronavirus, halló un riesgo aumentado de 1,29. Entretanto, un estudio colombiano realizado por Coosalud EPS, dirigido por Anaya, analizó a más de 3,3 millones de individuos entre 2020 y 2022, y encontró que la tasa de incidencia de esta patología se duplicó. El mayor riesgo se identificó en las mujeres de más de 50 años, y la mayoría de los casos aparecieron antes de cumplir un año desde el contagio con el virus.
Además de ello, también se ha registrado un incremento del riesgo de lupus, diabetes tipo 1, enfermedad del tejido conectivo, espondilitis anquilosante, psoriasis, esclerosis múltiple, síndrome de Sjögren, polimialgia reumática, vasculitis y enfermedad de Behcet, entre otros.
Las vacunas contra el COVID previenen el desarrollo del síndrome posCOVID o lo atenúan, incluyendo las enfermedades autoinmunes por esta causa. Así lo sostiene Juan Manuel Anaya, inmunólogo y reumatólogo.
DETECCIÓN
La no presencia del SARS-CoV-2 en la sangre no es un indicador fiable, pues por razones desconocidas algunas personas no afectadas también tienen signos de virus persistente. En otras palabras, si no se identifica en la sangre no quiere decir que no exista, porque puede estar en diferentes tejidos y replicarse allí. Los reservorios más comunes son los intestinos y el sistema nervioso central, es decir, el cerebro y la médula espinal.
También puede ocurrir que haya vestigios de un virus fantasma, que son pedazos de virus (antígenos) desplegados en el cuerpo sin capacidad de reproducirse, lo cual es significativo teniendo en cuenta que los virus de RNA se replican muchísimo más rápido pero con mayor torpeza que los de DNA. Ahora bien, hay otra diferencia entre estos dos: en ocasiones, los virus de RNA que persisten en el organismo resultan benéficos porque actúan como una suerte de vacuna, conforme ha ocurrido con el sarampión. Es decir, en ciertos casos se comportan como un factor protector, y en otros, derivan en una infección sintomática, como ha ocurrido con el SARS-CoV-2 y el COVID.
¿Habrá posibilidad de que en algún punto este microorganismo siga el ejemplo del sarampión como factor protector? Anaya considera que es muy temprano para afirmarlo, y aunque Álvarez no descarta esa hipótesis, se inclina a pensar que lo que ocurre con esas partículas residuales es que el organismo no ha sido capaz de eliminarlas y eso provoca una tolerancia al patógeno que genera una inflamación latente en el cuerpo.
TRATAMIENTO
En Colombia no hay terapias antivirales para el COVID-19, y las existentes en el mundo tampoco han demostrado gran efectividad, a juicio de Álvarez. Tampoco hay medicamentos que estimulen el sistema inmune contra esta patología. Por ello, el manejo que se hace hoy de la enfermedad apunta a mejorar los síntomas, no las causas. Cuando hay COVID prolongado se realizan, de manera complementaria, tratamientos específicos para las condiciones o secuelas que se presenten, como terapias de neuropsicología, rehabilitación cardiopulmonar, fármacos propios para tratar enfermedades autoinmunes, adecuación dietaria, etcétera.
Hasta la fecha, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) ha autorizado cinco fármacos para el abordaje de esta patología: remdesivir (Veklury®), nirmatrelir/ritonavir (Paxlovid®), tocilizumab (Actemra®), baricitinib (Olumiant®) y molnupiravir (Lagevrio®); los dos primeros son antivirales; el tercero y el cuarto son usados para la artritis reumatoide y su efecto es ayudar a reducir la inflamación, y el quinto es también un antiviral, pero su uso se restringe solo a casos de emergencia. Otras opciones farmacológicas están en fase experimental.
VACUNAS
Los estudios demuestran que las vacunas contra el COVID previenen el desarrollo del síndrome posCOVID o lo atenúan, incluyendo las enfermedades autoinmunes por esta causa, sostiene Anaya. Las que hoy están disponibles en el país son la monovalente Comirnaty Omicron XBB1.5 (Pfizer/BioNTech), Sinovac, la bivalente Spikevax y la monovalente Spikevax XBB1.5 (estas dos últimas de Moderna). Aunque en el país hay tres iniciativas de fabricación local de biológicos, por el momento, los existentes son importados.
En abril, el Ministerio de Salud actualizó las recomendaciones de vacunación contra el COVID-19 para quienes no se han inmunizado nunca —incluidos los niños de 6 meses a 4 años— y quienes requieren un refuerzo según los grupos de riesgo: personal de la salud, gestantes, mayores de 60 años, población con comorbilidades y personas inmunodeprimidas.
Para Álvarez es claro que en este momento las vacunas más efectivas son las monovalentes, dado que se enfocan en contrarrestar las variantes del virus que circula más recientemente.
FACTORES DE RIESGO
Hay individuos que son más susceptibles de desarrollar COVID prolongado, a saber: ser mujer, tener un índice de masa corporal alto (indicativo de sobrepeso u obesi- dad), fumar, padecer asma o diabetes y haber tenido una hospitalización por COVID.
*Periodista y escritora colombo-libanesa. Ha trabajado para Discovery Channel, National Geographic y PBS