Mosquitos de exportación
EN 2023, ochenta países vivieron una epidemia por dengue que causó 5.000 muertes y cinco millones de casos. De ellos, 4,2 millones fueron en el continente americano, según la Organización Mundial de la Salud (OMS): un aumento de 57 % con respecto al 2022 y 115 % más que el promedio del último lustro.
Los cuatro serotipos del virus circulan en nueve naciones latinoamericanas, incluida Colombia. En el país, en 2023 se registraron 131.784 casos, 44 % de ellos con signos de alarma —es decir, que ameritan hospitalización—.
Pero hay un rincón del país, y uno de los poquísimos del mundo, donde la historia fue otra: en Medellín, Bello e Itagüí, el número de casos bajó tanto (95 % en las primeras dos locaciones y 97 % en la tercera) que la incidencia de la enfermedad allí es la menor en 20 años, un logro sustantivo de salud pública explicado con detalle en un artículo publicado en noviembre pasado en PLOS Neglected Tropical Diseases, una revista científica de alto impacto.
Su autor principal es el médico y parasitólogo Iván Darío Vélez, quien hace una década puso en marcha en Colombia un proyecto que lo enamoró a primera vista: el del World Mosquito Program (WMP), creado por el entomólogo australiano Scott O’Neill y financiado, principalmente, por la fundación Bill & Melinda Gates. Su objetivo es prevenir las enfermedades transmitidas por la criatura más letal de todo el reino animal, que pesa cerca de 5 miligramos y mide unos 7 milímetros: su señoría, el mosquito. Una especie en particular, el Aedes aegypti, es transmisora de los arbovirus causantes del dengue —el más prevalente, por un amplio margen—, el zika, el chikunguña, la fiebre amarilla y el virus Mayaro.
¿Y cuál es el espada de defensa de ese noble propósito? Una bacteria muy común: la Wolbachia, presente en al menos 50 % de las especies de insectos e inocua para los humanos. Este microorganismo compite contra los arbovirus por comida, y como es más grande, les gana. Con ese principio, O’Neill logró transferir la Wolbachia al Aedes aegypti, donde consume la proteína con que se alimentan los virus, evitando así su reproducción dentro del mosquito, es decir, que al picar no los transmite y por lo tanto, no desata todas esas enfermedades.
En 2013, O’Neill llegó hasta el laboratorio de Vélez en Medellín, donde este dirigía el Programa de Estudios y Control de Enfermedades Tropicales (PECET) de la Universidad de Antioquia, para explicarle sus hallazgos y animarlo a desarrollar el programa en Colombia por ser una zona foco de contagio de estas patologías. Para ello, debía cultivar mosquitos con Wolbachia, liberarlos en las áreas de interés, hacerles monitoreo y estudiar los casos de infección reportados. Hoy, esa ejecución brilla por sus resultados y se erige como ejemplo para el mundo: el PECET ha apoyado el programa en otras ciudades, y desde la biofábrica, que hoy pertenece al WMP, es capaz de criar 30 millones de mosquitos por semana. Los exporta, siendo Honduras y El Salvador los primeros destinos internacionales.
¿Por qué ha tenido tanto impacto la implementación del programa en nuestro país?
Porque es la más grande que se ha hecho en el mundo. El programa está activo en 14 países, pero es aquí donde ha impactado, con una altísima tasa de éxito, al mayor número de personas: 3,5 millones de habitantes entre Medellín, Bello e Itagüí. En Cairns y Townsville, Australia, donde en 2011 comenzaron las liberaciones de mosquitos, el dengue está prácticamente eliminado, pero son poblaciones pequeñas que albergan unas 330.000 personas. En Yogyakarta, Indonesia, se ha logrado una reducción de 77 % de los casos de dengue, impactando a 330.000 individuos; y en Niterói, Brasil, un 69 %, cobijando a 520.000 residentes. Hay otras zonas brasileras donde se está implementando, como en Río de Janeiro, pero allí, particularmente, han tenido muchas dificultades para entrar a las favelas por problemas de seguridad.
¿Y usted cómo lo logró aquí? Porque la idea de que llegue alguien a soltar mosquitos en la casa no es muy atractiva.
Cuando llegábamos, los habitantes de las comunas y de toda la ciudad reconocían a la Universidad de Antioquia como un actor aliado de la gente. De hecho, cuando Yanhass hacía encuestas sobre el proyecto, había zonas donde el porcentaje de gente que aceptaba que se liberaran mosquitos era mayor al de gente que decía que conocía el proyecto. ¿Cómo así que no lo conocen y lo aceptan? La respuesta era que, si venían de parte de la universidad, la cosa era buena. Nadie pensaba que esa institución haría algo que fuera a perjudicar a la comunidad. Y en Itagüí y Bello los porcentajes de aceptación eran enormes porque nos tomamos el tiempo de explicar y socializar mucho qué estábamos haciendo y por qué.
Aunque desde el 2022 se jubiló de la Universidad de Antioquia y ya no dirige PECET, Vélez, a sus 71 años, sigue impulsando febrilmente la implementación de la estrategia con Wolbachia para erradicar el dengue y otras enfermedades infecciosas provocadas por arbovirus.
No fue el único reto que tuvo que superar. Obtener permisos, capotear las campañas de fumigación...
Así es. Primero se me fue todo un año pidiéndole permisos a todo el mundo: comités de ética, MinSalud, secretarías de Salud, ICA... A muchos. Había gente, incluyendo academia y entidades, a la que le daba miedo y decía: “Uy, ¿van a soltar una bacteria?, ¿qué va a pasar?”. Pero teníamos respuesta para todo, y a todos les respondimos. Por exigencia del ministerio, en 2015 hicimos una prueba piloto en el barrio París, en Bello. Nos fue muy bien, y después empezamos a hacer liberaciones en el resto del municipio, en Medellín e Itagüí. Liberamos mosquitos entre 2015 y 2022, durante 20 semanas en cada comuna, pero hubo periodos en que tuvimos dificultades porque, aunque teníamos el apoyo del ministerio en calidad de investigación experimental, en Medellín, aunque no hubiera brote de dengue, seguían fumigando los moquitos que liberábamos. Fue tenaz, pero continuamos sin desfallecer y finalmente lo logramos.
Suena increíble que el mismo mosquito transmisor de las enfermedades termine siendo el salvador.
Esa es la naturaleza y la ciencia capaz de revelar sus misterios. Cuando el profesor O’Neill vino, yo no tenía ni idea qué era la Wolbachia, para qué servía y que se estaba usando en Australia. Él me explicó todo el fundamento y el protocolo de este mecanismo de control biológico y me fascinó. Desde entonces, el compromiso de hacer una evaluación científica de su eficacia fue una obsesión y gracias a un equipo humano multidisciplinario tenemos estos resultados, los más importantes en el control de una enfermedad transmitida por vectores en el país, en muchas décadas.
¿Cuánto tiempo permanece la Wolbachia en los mosquitos?
Toda la vida del mosquito, que dura 30 días. Y en esos 30 días, cada semana va poniendo huevos, unos 200 por postura, todos con Wolbachia; de ahí nacen adultos que se aparean y siguen reproduciendo la bacteria en su organismo. Es un mecanismo autosostenible. La última liberación en el barrio París, en Bello, fue en diciembre de 2015, y aún hoy 100 % de los mosquitos bellanitas tienen Wolbachia, mientras que en Medellín la tienen 70 %, según las últimas mediciones. Y así seguirán durante muchos años, por lo menos 80.
¿Qué prevalencia mínima de mosquitos con Wolbachia debe tener una ciudad para que la medida sea efectiva?
Hay que alcanzar tasas de infección de al menos 50 % para que se mantenga ella solita reproduciéndose; cuando es menor, hay tendencia de que mosquitos de otras áreas invadan y empiecen a reducir la población con Wolbachia.
Un artículo de The Lancet señala que la homogenización de los mosquitos para que tengan Wolbachia podría ser una espada de doble filo porque generaría mayor competencia de vectores, menor susceptibilidad a los insecticidas o un comportamiento más ávido de búsqueda y mordedura de huéspedes. ¿Qué piensa al respecto?
Estas preocupaciones ya fueron respondidas científicamente. Se demostró que el tener Wolbachia no solo no aumenta la capacidad vectorial, sino al contrario, la disminuye, puesto que, al no poderse reproducir los virus en el insecto, estos no son transmitidos a otras personas. No hay menor susceptibilidad a los insecticidas porque los mosquitos que se liberan provienen de colonias de mosquitos locales, que tienen la misma susceptibilidad que los mosquitos silvestres, y tampoco cambia el comportamiento de las hembras del Aedes aegypti que, con y sin Wolbachia, son antropofílicas —que se alimentan fundamentalmente de sangre humana—. Otros parámetros relacionados con la picadura, tamaño de la ingesta de sangre, número de huevos en cada postura, tamaño de los ejemplares, longevidad, etcétera, no cambian por el hecho de estar infectados con Wolbachia.
¿Es la Wolbachia el mejor mecanismo para controlar y quizá erradicar el dengue, el chikunguña, el zika y la fiebre amarilla?
Sí. Hasta hoy es del único método exitoso, sostenible y de altísima eficacia de control de la transmisión de arbovirus; contrario a lo que ocurre con técnicas que buscan reducir o acabar la población de vectores, desde los mosquitos transgénicos —que producen hijos infértiles— hasta la eliminación de criaderos, pasando por la esterilización por radiación, larvicidas e insecticidas; estas últimas, además, con afectaciones ambientales muy altas no solo por su toxicidad, sino porque terminan atacando especies polinizadoras. Y la vacuna es complementaria a la Wolbachia, porque protege a la persona si viaja a zonas donde no hay ningún control biológico.
Entre 2010 y 2012, en el PECET hicimos los estudios de fase 1 y 2 de la vacuna que hoy es de la farmacéutica Takeda, la cual ya tuvo aprobación del Invima; su eficacia es de 80 % y protege solo contra el dengue.
La OPS ya considera la intervención con Wolbachia como una opción de manejo integral contra estos virus, que incluye el control de criaderos, la provisión de agua, las medidas de protección personal y la consulta ante signos de alarma. Para su uso masivo, se espera la guía de la OPS y los conceptos de las autoridades ambientales nacionales”. Franklyn Prieto, director de Vigilancia y Análisis de Riesgo en Salud Pública del Instituto Nacional de Salud.
¿Y cuáles son los costos de la intervención de la Wolbachia frente a otros mecanismos?
La implementación en el Valle de Aburrá costó 2,20 USD por habitante, suma que realmente es mucho menor si tenemos en cuenta que también acoge a visitantes y a personas de varias generaciones, porque la protección perdura en el tiempo. La vacuna de Takeda cuesta cerca de 60 USD por dosis (son dos) y solo es por una enfermedad, mientras que los mosquitos transgénicos y la fumigación son mucho más costosos. Un estudio de la Universidad Brandeis determinó que la inversión con Wolbaquia en Colombia se recupera en 5 años, solo comparada con costos médicos directos, pero fuera de eso están los costos indirectos, como las incapacidades laborales. Esta estrategia tiene la mejor relación de costo beneficio: 5,61 a 10 años y 9,49 a 20 años.
¿Y ahora qué sigue?
Tratar de convencer al Ministerio de Salud de que lo adopte oficialmente como mecanismo de control biológico; toda la evidencia —estudios económicos y de costo beneficio, clínicos, de seguridad y eficacia y protocolos intervención— están desde hace rato y todo lo tiene el ministerio. Lo que falta es que quiera aplicarlo en todas las zonas endémicas de estas enfermedades en Colombia, en las que viven unos 17 millones de personas.