27 de octubre del 2024
"La sacarina y la  sucralosa son los que más  alteran el mecanismo de acción de la insulina". Foto: Shutterstock.
"La sacarina y la sucralosa son los que más alteran el mecanismo de acción de la insulina". Foto: Shutterstock.
14 de Julio de 2023
Por:
Amira Abultaif Kadamani*

La OMS le puso tatequieto a los edulcorantes, un tipo de endulzante cuyo uso ha crecido aceleradamente en las últimas tres décadas por su atractivo más virtuoso: no generan calorías, o lo hacen muy poco, a diferencia de los azúcares.

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¿Un dulce adiós?

FRENTE AL MUNDO del dulce, William Shakespeare se ajusta como anillo al dedo: ser o no ser. El deber ser, conforme al consenso de profesionales de la salud, es que los azúcares añadidos a los alimentos no son necesarios para el organismo, sino que son calorías vacías carentes de nutrientes que hacen subir la aguja de la insulina —la hormona que regula la cantidad de glucosa en la sangre— tanto como lo permitamos. La energía que conceden es una función que los otros grupos alimenticios pueden asumir perfectamente, salvo en contadas excepciones de déficit o apoyo nutricional, por condiciones médicas especiales.

Aun así, los hemos integrado a la vida porque su sabor es fulguroso, apetitoso y seductor. De esa manera han colonizado el consumo, con emociones atadas que los ponen en el ‘curubito’ del deseo. Luego, para subsanar su insalubridad se crearon los endulzantes acalóricos o de bajo aporte calórico —coloquialmente llamados edulcorantes—, que se erigieron muy rápido como la alternativa para no desprenderse de ese universo sensorial.

Ahora, sin embargo, la Organización Mundial de Salud (OMS) los desestima, generando varios interrogantes. La entidad “desaconseja su uso para controlar el peso corporal o reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles”, refiriéndose especialmente a la obesidad, las patologías cardiacas y la diabetes. Pero eso no suena como una condena general.

“La recomendación se aplica a todas las personas, excepto a las que padecen diabetes preexistente": OMS 

Tras hacer una revisión sistemática de la evidencia disponible, aduce que sus beneficios son de corto plazo y que a la larga sus efectos podrían invertirse, pues los resultados hallados sugieren “un mayor riesgo de diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y mortalidad en adultos”. Con respecto al aspartame en particular se ha referido a su posible efecto carcinogénico. Dice también que “la recomendación se aplica a todas las personas, excepto a las que padecen diabetes preexistente e incluye todos los edulcorantes no nutritivos sintéticos y naturales o modificados” (ver recuadro). ¿Qué tan nutritivos son? A renglón seguido, la OMS establece que esta directriz es condicional y está sujeta a evaluación conforme al contexto de cada país. ¿Cuál debería ser un contexto nacional que abra espacio para su uso? Adicionalmente, en páginas internas, el informe establece que la evidencia de lo anterior es baja.

Pese a ello, las sospechas sobre la inocuidad de estos sustitutos de los azúcares estaban tendidas sobre la mesa desde hace varios años. De hecho, en Colombia, la Resolución 2492 de diciembre de 2022 determinó que a partir de junio de 2023 haya un quinto sello frontal de advertencia (además de exceso en azúcares, sodio, grasas saturadas y grasas trans) para los productos procesados que lo requieren: “Contiene edulcorantes”, independientemente del tipo o cantidad.

Y así, en medio de todo, se ciernen las dulces tentaciones, las cuales sintetizan en un plano muy mundano —pero importante para la existencia— el clásico dilema shakesperiano. Aquí, lo que piensan un par de expertos sobre el tema.


"El consumo de edulcorantes es aceptable en pacientes con diabetes preexistente. Pero en el caso de diabetes tipo 2, no remedia nada": Mulet. Foto: IStock. 

José Miguel Mulet 
Bioquímico, biólogo molecular y autor de varios libros, entre ellos Comer sin miedo y Comemos lo que somos

“Los edulcorantes son una alternativa segura para quienes no quieran renunciar al sabor dulce, pero tampoco consumir azúcares. Entre sus ventajas están que no aportan calorías, no producen caries y no aumentan la insulina. Su inconveniente es la habituación al gusto: pueden hacer que la comida sea más apetitosa e inducir a la persona a comer más y a reclamar un dulzor más intenso, con lo cual incurriría en una dieta con exceso de calorías. Tenemos un impulso innato hacia el dulce: cuanto más lo comemos, más queremos, y como los edulcorantes tienen una potencia de dulzor mucho más alta que el azúcar de mesa, hay que controlar atentamente su uso. Consumidos en exceso podrían producir problemas intestinales, como diarreas. No tienen incidencia en el tejido adiposo porque muchos no pueden digerirse, y así como se toman se desechan.

Químicamente son muy diferentes, al igual que la manera como se metabolizan. Dado que hay unos más potentes que otros, una buena forma de medir su uso sería tomar una cantidad similar al dulzor que se conseguiría con el azúcar regular; es decir, todo lo que supere el equivalente en dulzor de los 20 gramos diarios de azúcar que la OMS establece como tope quizá sea demasiado.

Quienes sufren de diabetes preexistente no producen insulina por una condición genética y por eso no pueden ingerir azúcares, de ahí que el consumo de edulcorantes sea una opción aceptable. En tanto que la mayoría de casos de diabetes tipo 2 es producida por una mala alimentación, añadir edulcorantes no remedia nada porque el problema de base es el tipo de dieta y no el tipo de endulzante: es en lo primero en lo que hay que enfocarse. Lo mismo aplica para las enfermedades cardiovasculares y la obesidad.

Lo dicho por la OMS es más pirotecnia que una directriz que vaya a subsanar un problema de salud grave. Desde el punto de vista científico me parece aberrante salir a hacer una recomendación o advertencia, para luego decir que la evidencia es baja y, además, condicional al contexto alimentario de cada país. Quizá lo ha hecho pensando en el principio de precaución, pero a mi juicio, los datos que ampararían este pronunciamiento no se derivan de las consecuencias directas de los edulcorantes, sino de una mala dieta que, emparejada con un consumo excesivo de estos, empeora el escenario.

Sobre la vinculación del aspartame y el cáncer puedo decir que las valoraciones hechas se basan en estudios in vitro (no en animales ni en estudios clínicos en humanos) y son cualitativas y no cuantitativas, por lo que dicen qué puede tener un probable efecto carcinogénico, pero no en qué cantidad. Dicho de otro modo: el plutonio y el jamón son cancerígenos, pero un gramo de plutonio no es lo mismo que un gramo de jamón”.

Mercedes Mora
Nutricionista y dietista. Docente de la Pontificia Universidad Javeriana.

“El mensaje de la OMS corrobora las sospechas que se tenían desde hace mucho tiempo del efecto nocivo de los edulcorantes no calóricos en animales y ahora en seres humanos, particularmente sobre la microbiota, que es un grupo de bacterias benéficas que habitan naturalmente en el intestino del ser humano y que cumplen funciones cruciales para la salud: fortalecen el sistema inmune, protegen de agentes patógenos y ayudan a metabolizar los alimentos; incluso se ha detectado su incidencia en la salud mental. Estos endulzantes afectan la microbiota, particularmente el mecanismo de respuesta a la insulina, y aumentan los niveles de glucemia en sangre, provocando un riesgo mayor a los diabéticos que los consumen. Además, alteran los metabolitos, que son moléculas presentes en las células y los tejidos, derivados de los alimentos, medicamentos u otras sustancias químicas.  

Todos los edulcorantes señalados por la OMS reportan riesgos, pero un estudio indica, por ejemplo, que la sacarina y la sucralosa son los que más alteran el mecanismo de acción de la insulina. Sobre el aspartame y su posible efecto cancerígeno hay que ser cauto y esperar la actualización de la evaluación que realiza la IARC y el Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios. Aún falta mucha investigación, especialmente sobre el tipo de acción que tiene cada edulcorante, pero lo que se sabe da pie a que se emita esta recomendación. Esperar más tiempo a recaudar más evidencia no es ético. Si se quiere prevenir enfermedades crónicas es mejor no tomarlos, y tampoco para controlar el peso corporal porque a largo plazo se ha evidenciado un efecto inverso. Tampoco los deben consumir diabéticos, niños ni mujeres en gestación.

"La sacarina y la sucralosa son los que más alteran el mecanismo de acción de la insulina"

Aunque en Colombia no hay cifras específicas de su consumo, sí hay datos de su uso por la industria. En un estudio realizado entre las universidades Javeriana, Nacional y Carolina del Norte, se compararon 6.700 productos empacados ofrecidos en 2016, en cinco supermercados en Bogotá, en todos los estratos sociales, versus 11.000 productos en 2018 en los mismos establecimientos, pero no solo en Bogotá, sino también en Cali, Medellín y Barranquilla. Se encontró que la cantidad de azúcar empleada en las bebidas se redujo: pasó de 9,2 gramos a 5,2 por cada 100 ml. Pero la concentración de edulcorantes aumentó de 33 % a 64 % en dos años.

Además, al comparar la Encuesta Nacional de Situación Nutricional de 2010 frente a la de 2015 (la última disponible) podemos ver que Colombia está en una transición hacia la obesidad, el sobrepeso y la diabetes. Los niveles de exceso de peso aumentaron mucho más rápidamente en Colombia que en otros países con altas prevalencias de esta condición como Chile o México. En los menores en edad escolar, por ejemplo, se pasó de 18,8 % en 2010 a 24,4 % en 2015, lo que es alarmante.

Cualquier reducción en consumo de azúcares añadidos o sus sustitutos es buena para la salud. Nuestro cuerpo no los necesita, solo basta el consumo de carbohidratos, frutas, verduras y leguminosas para obtener la glucosa necesaria para el buen funcionamiento del cerebro y el resto del organismo”.


Recuadro: 

EDULCORANTES APROBADOS COMO ADITIVOS ALIMENTARIOS

Desde la década de 1970, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, en inglés) ha aprobado seis edulcorantes como aditivos alimentarios. Estos edulcorantes son de 200 a 20.000 veces más dulces que la sacarosa (azúcar de mesa), según la composición del producto, como lo muestra la siguiente tabla en la que también están los nombres de marca de cada cual:

Además de estos seis, hay otros tres elaborados de plantas o frutas que también son aptos para el consumo humano:

• Ciertos glucósidos de esteviol (extractos purificados) de la planta de estevia (Truvia®, PureVia®, Enliten®).

• Los extractos de la fruta del monje, también conocida como fruta swingle o Luo Han Guo. (Nectresse®, Monk Fruit in the Raw®, PureLo®).

• La taumatina, proteínas aisladas del fruto del katemfe de África occidental (Talin®).


Alcoholes de azúcar:
Son otro tipo de edulcorante tan o un poco menos dulces que el azúcar, y tienen algunas calorías menos (1 gramo de azúcar de mesa tiene 4 calorías, mientras que estos oscilan entre 1,5 a 2,4 calorías por gramo). No promueven las caries ni causan un aumento repentino de la glucosa en sangre. Se utilizan principalmente en dulces, galletas y chicles. Los ejemplos incluyen sorbitol, xilitol, lactitol, manitol, eritritol y maltitol. De momento, no están cobijados por la reciente directriz de la OMS. 

*Periodista y escritora colombo-libanesa. Ha trabajado para agencias periodísticas internacionales, y como investigadora y productora de documentales para Discovery Channel, National Geographic y PBS