CIENCIA Y POLÍTICA
En 1791 el teniente coronel Domingo Esquiaqui y García (ca. 1737-1820) terminaba de levantar un Plano Geométrico de la Ciudad de Santa fé de Bogotá Capital del Nuevo Reyno de Granada. Este ingeniero artillero era uno de los responsables de los trabajos de reconstrucción de la ciudad luego del sismo acaecido en 1785. A inicios del siglo XIX, Esquiaqui, integrante de los cuerpos militares de Cartagena de Indias, poseía una colección “muy curiosa de dibujos, de modelos de máquinas y de minerales de la Nueva Granada”. Esta colección reflejaba la práctica profesional del ingeniero artillero: el dibujo constituía una parte esencial de su formación técnica, los modelos de máquinas servían como instrumentos de demostración y de investigación, y los ejemplares minerales resultaban de la prospección de los recursos naturales del territorio.
Esquiaqui también intervino para mitigar los daños ocasionados por el incendio acaecido en Santafé en 1786. Este afectó algunos inmuebles construidos en torno a la Plaza Mayor, como el Palacio de los Virreyes. Se le comisionaron planos para varias edificaciones, incluyendo la residencia particular del virrey y la Real Audiencia. Las obras fueron restringidas por motivos presupuestales, debiéndose arrendar una residencia particular sobre la Plaza Mayor para recibir al virrey Francisco Gil y Lemos (1736-1809), sucesor del arzobispo-virrey Antonio Caballero y Góngora (1723-1796). Esta casa pertenecía al abogado de la Real Audiencia, Francisco Sanz de Santamaría (n. ca. 1722), padre de Manuela Sanz de Santamaría
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Salvador Rizo Blanco (1762-1816) MUTISIA CLEMATIS L.F. 1783-1816, témpera Reg. AJB, DIV.III, 1154, Archivo del Real Jardín Botánico, csis, Madrid, @RJB - CSIC
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CARTOGRAFÍA ILUSTRADA, EL TEJIDO URBANO COMO LUGAR DE COLECCIONES
Algunas de las obras dirigidas por Esquiaqui se registraron en el Plano de 1791. Este sitúa, entre otros elementos, 35 “Casas principales y Oficinas públicas”, incluyendo el Palacio Arzobispal y el “Palacio Virreinal destruido”, afectados por el incendio de 1786. Durante esa conflagración el virrey-arzobispo Antonio Caballero y Góngora sufrió importantes pérdidas, viéndose afectadas sus colecciones de arte. Los bienes de Caballero y Góngora habían sido inventariados en 1775, cuando llegó a la Nueva España (México) para asumir el obispado de Yucatán. Entonces declaró, entre otros, 38 cajas con libros y 19 cajones y 21 baúles con elementos de culto, menaje personal, objetos suntuarios y utensilios como una “máquina eléctrica y neumática” y una “cámara oscura”. Declaró, además, 6 cajones y un rollo grande de telas contendiendo más de 89 obras de arte. Entre ellas, pinturas, pasteles, miniaturas y bronces, de temas religiosos y mitológicos, naturalezas muertas, paisajes y retratos.
Juan de Mariana (1536-1624) HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA 1761, impreso sobre papel, Archivo Histórico Universidad del Rosario / Marta Ayerbe. Francisco Javier Matís Mahecha (1763-1851). Reoj solar construido y utilizado por Francisco Javier Matías. Ca. 1790, ensamblaje, 10.5x8.2x0.5 cm Reg.860. Museo Nacional de Colombia / Samuel Monsalve.
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Aunque se desconoce cuáles de estos bienes condujo al Virreinato de la Nueva Granada, documentos de su mano relacionan objetos que poseyó en este virreinato. Estos evocan pinturas, libros, muebles, objetos suntuarios, instrumentos científicos y libros sobrevivientes al incendio. Caballero y Góngora disponía en Santafé de su biblioteca y conservaba entre sus objetos un globo terrestre, un globo celeste, una aguja de plata para medir terrenos y el mapa del arzobispado. Estaba acompañado de su monetario, de 28 retratos con vidrio y marco en caoba, 24 retratos “menores” de “los hombres más salientes de Inglaterra y América” con marcos dorados, y de una parte de las obras de arte de su colección instaladas en el Palacio Arzobispal. El contenido de su biblioteca, que legó para contribuir a la “instrucción pública” comprendía 409 obras sobre temas como teología, artes, historia, derecho, economía, agricultura, ciencias naturales, matemáticas, filosofía, educación, etc. Aunque esta biblioteca no era de carácter público cuando estaba en posesión del arzobispo-virrey, su uso era relativamente colectivo. Silva ha demostrado que había una amplia circulación de libros entre los círculos cultivados de Santafé, en particular, entre las personas próximas a José Celestino de Mutis (1732-1808) y el instituto botánico. En cuanto al uso privado de la su biblioteca, algunas de sus temáticas revelaban algunos de los sesgos eruditos propios del coleccionista anticuario. La somera descripción del monetario enumera piezas romanas, árabes, medievales y españolas.
Se han identificado una treintena de pinturas importadas por Caballero y Góngora, confirmando la existencia en Santafé de esta colección de arte español, italiano y flamenco. Figuraban entre ellas obras de Luis de Morales (1509-1586), Peter-Paul Rubens (1577-1640), Alonso Cano de Almansa (1601-1667), Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), Juan de Toledo (1618-1665), Mateo Cerezo (1637-1666) y Francisco Antolínez y Sarabia (1644-1700). Colección que se vio incrementada por encargos a pintores locales, como Pablo Antonio García del Campo (1744-1814), primer pintor en la Expedición Botánica, nombrado en 1784 por el arzobispo-virrey como su Pintor de Cámara. Los vínculos estrechos de su Pintor de Cámara con el instituto botánico y su Oficina de Pintores, permiten especular sobre una sociabilidad, aunque limitada, de esta colección de arte y sobre su incidencia en el gusto y estética entre las élites del virreinato.
EDIFICAIONES ‘PUBLICAS Y PRINCIPALES’, COLECCIONES DE HISTORIA NATURAL CON SEDE PROPIA
Para 1791, cuando Esquiaqui había levantado su Plano Geométrico, Caballero y Góngora había partido hacía dos años. Al final de la lista que identificaba los emplazamientos situados en el Plano, se registró un único ítem bajo el título de Nota: “Casa Botánica”. Esta era la sede de la Real Expedición Botánica, instalada allí en 1791 luego de sendas refacciones. Esta había sido trasladada desde Mariquita con herbarios, láminas botánicas, biblioteca y Oficina de Pintura. En la Casa Botánica se conservó un herbario con veinte mil plantas, más de cinco mil muestras minerales, un semillero, una colección de maderas preciosas, objetos marinos, reptiles, insectos disecados, aves e imágenes al óleo con representaciones de indígenas pintadas del natural. Una decena de años más tarde, Mutis mandaría construir un observatorio astronómico contiguo a la Casa, para cuyo funcionamiento se reunieron instrumentos de medición, cartografías y publicaciones científicas.
Los historiadores han evidenciado la especialización de la vasta biblioteca de Mutis, la pasión por su incremento y el impacto de su recepción y uso entre las élites letradas del virreinato. Esta biblioteca complementaba las prácticas de terreno y de gabinete implementadas por el personal de la Expedición Botánica y, en el ámbito de formación informal, contribuía a una dinámica de préstamos entre las élites de la capital. El acervo de colecciones conservadas, analizadas, dibujadas y clasificadas en la Casa Botánica, reflejó algunas de las prácticas científicas y culturales más importantes del virreinato.
Eloy Valenzuela y Mantilla (1756-1834) Herbario de gramineas. S. XVIII, manuscrito y plantas secas sobre papel. Reg. 007, código de inventario c-36 Casa Museo Francisco José de Caldas / Marta Ayerbe.
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RESIDENCIAS PRIVADAS, LA SOCIALIZACIÓN MUNDANA DE LAS COLECCIONES
Humboldt evocó las colecciones de Mutis y Esquiaqui, y, más brevemente, mencionó la existencia en Santafé de otra de carácter privado que reflejaba la disposición manifiesta de las élites santafereñas hacia el coleccionismo sistemático de “objetos naturales”. Manuela Sanz Santamaría era propietaria de un gabinete de historia natural, cuyas colecciones organizaba y clasificaba ella misma. Poseedora de una biblioteca y conocedora del latín, italiano y francés, era la anfitriona de la Tertulia del Buen Gusto. Más allá de la evocación de su célebre encuentro con Humboldt, la mención de la existencia de este gabinete, y las alusiones a su agencia en la actividad literaria privada de Santafé, son desconocidas las prácticas eruditas desarrolladas en torno a su colección.
Contrariamente, están mejor registrados los alcances de su tertulia y la concurrencia que convocaba. Doña Manuela ocupaba una posición social privilegiada entre las élites. Sus nexos familiares conjugaban la influencia de las esferas políticas y financieras de la capital. Predios principalísimos alrededor de la Plaza Mayor propiedad de su familia fueron representados por Esquiaqui en su Plano Geométrico. Durante la última década del siglo XVIII estos acogieron a los más altos dignatarios eclesiásticos y civiles del virreinato, y albergaron algunas de las colecciones ilustradas más significativas de la ciudad.
CONCLUSIÓN
Las colecciones del ingeniero artillero Esquiaqui, del naturalista Mutis y del arzobispo-virrey Caballero y Góngora, fueron colecciones Ilustradas concebidas para la utilidad pública. Ciencia, política y moral subyacieron en esos conjuntos de objetos sustraídos del mundo natural y connotados con valores culturales. Así como las colecciones de historia natural formaban parte de los proyectos eruditos de inventario de los recursos naturales del Imperio español, los libros e instrumental científico eran elementos consustanciales de las prácticas de construcción del conocimiento. Incluso la colección de arte y antigüedades del arzobispo-virrey estaba imbuida de propósitos útiles. Desde la perspectiva Ilustrada y más allá de satisfacer criterios estéticos, las obras de arte debían “ilustrar temas morales, moralizantes, excitar al heroísmo, a la virtud, a la compasión, a la emulación y al servicio de la humanidad”. La colección de historia natural de Manuela Sanz Santamaría reflejaba un espectro de coleccionismo cuyos ámbitos de acción y recepción se diferenciaban de aquellos públicos y estatales.
Las colecciones aquí discutidas, imbuidas de un espíritu ilustrado que preconizaba preceptos de progreso y bien común, daban cuenta de valores identificatorios e intelectuales compartidos. Dimanaban de la vida cultural de una sociedad que se hallaba en plena mutación y que pronto enfrentaría los conflictos políticos conducentes a la emancipación e Independencia durante las primeras décadas del siglo XIX.
Bibliografía:
1 Alexander von Humboldt, Voyage aux Régions Équinoxiales du Nouveau Continent,, t. XII (París: J. Smith Libraire y Gide Fils Libraire, 1826), 353.
2 Ernesto Restrepo Tirado, De Gonzalo Ximenez de Quesada a Pablo Morillo. Documentos inéditos sobre la Historia de la Nueva Granada (París: Imprenta Le Moil & Pascaly, 1928), 42-52.
3 Renán Silva, Los ilustrados de Nueva Granada, 1760-1808: genealogía de una comunidad de interpretación, Banco de la República (Medellín: Fondo Editorial EAFIT-Banco de la República, 2002), 297-301.
4 Restrepo Tirado, De Gonzalo Ximenez, 46-49.
5 José Manuel Groot, Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, t. II, (Bogotá: Imprenta u estereotipia de Medardo Rivas, 1869), 39 y 110.
6 José Antonio Amaya, Apôtre de Linné en Nouvelle-Grenade. Histoire de la Botanique dans la vice-royauté de la Nouvelle-Grenade, 1760-1783 (Barcelona : Institut Botànic de Barcelona, 1999) y Silva, Los ilustrados, 2002.
7 Dominique Poulot, Les Lumières (París: PUF, 2000), 338 y 348-357.