SANDONÁ
Durante la guerra de Independencia, la ubicación estratégica de Sandoná, debido a los caminos, a sus recursos y a su vecindad a Bomboná, en donde se desarrolló la batalla del mismo nombre el 22 de abril de 1822, hizo que fuera un espacio político importante tomado y retomado por militantes realistas e independentistas
Sandoná se encuentra localizada en el municipio del mismo nombre, en el Departamento de Nariño. Ubicada a 48 kilómetros de Pasto, en la meseta de Paltapamaba, tiene una temperatura media de 18ºC y está regada por varias corrientes de agua, algunas de las cuales nacen en el volcán Galeras. Es un territorio fértil gracias a sus suelos volcánicos. En la actualidad, limita al occidente con el río Guáitara, al norte con los municipios de El Tambo y La Florida, al sur con el municipio de Consacá, al oriente con el municipio de La Florida y al occidente con los municipios de Linares y Ancuya. Si bien Sandoná existe como población formal desde mediados del siglo XIX, el lugar ha estado habitado desde tiempos prehispánicos.
En la época prehispánica fue habitada por los quillacingas, quienes plasmaron parte de sus creencias en numerosas piedras volcánicas, sobre las que representaron, entre otros, monos y figuras geométricas como espirales y líneas, que se encuentran repartidos en un amplio espacio que abarca varias fincas, pero que no han sido objeto de un estudio arqueológico riguroso. También se destacan las lajas prehispánicas que se encuentran junto al salado del río Yambinoy, lo que permite concluir que, desde antes de la llegada de los europeos, hubo un comercio de sal, actividad que se conservó a través del tiempo y que permitió cubrir el suministro del mineral en el entorno cercano.
En el siglo XVI, los españoles pedían a la Corona tierras e indios en encomienda. Entre los solicitantes estaba Sebastián de Belalcázar, hijo del famoso conquistador, quien, en febrero de 1575, pidió al cabildo de Pasto una estancia de una legua en el pueblo de Sandoná, en El Ingenio, para formalizar una posesión de hecho. Es posible que Sandoná fuera un pueblo fundado por las autoridades para impartir doctrina a los indígenas y recolectar sus tributos, si bien no existe suficiente información sobre asentamientos creados por los españoles en las tierras de Sandoná, aparte de las estancias. El interés en ese paraje se debió a su fertilidad, ya que allí se cultivaban alimentos de tierra templada como yuca, piña, ají y aguacate, además de haber sido un espacio en donde se adaptaron bien los productos traídos por los españoles, entre ellos el plátano y la caña de azúcar. Los pobladores europeos establecieron trapiches, de donde obtuvieron miel de caña, base para preparar panela, azúcar, guarapo y aguardiente. Otra de las ventajas fue que resultó ser un entorno apto para la ganadería y que era relativamente cercano a Pasto. Debido a esas características, en los primeros años del siglo XVII y en otras zonas relativamente cercanas como Consacá y El Ingenio, descendientes de españoles continuaron solicitando estancias, a las cuales dieron el mismo fin económico. En ese periodo hubo muchos interesados en recibir tierras, entre ellos, el presbítero Diego Bermúdez, quien, en 1609, junto con otras personas, alegó que no ocasionaban perjuicio a los naturales.
La importancia de Sandoná también radicó en su ubicación estratégica: se encontraba en la vía para llegar a la población de Ancuya, mercado intrarregional desde la época prehispánica, en donde, en el siglo XVI, se extraía oro. Al mismo tiempo, cerca de Sandoná se encontraba el camino que conducía a Popayán y que pasaba por Chaguarbamba (actual municipio de Nariño), Mombuco (municipio de La Florida), el río Chaguayaco, Yambinoy, El Peñol, Tambo Pintado (El Tambo) y el río Juanambú.
Entre 1593 y 1861, la historia de Sandoná está unida al monasterio de las monjas conceptas de Pasto, comunidad religiosa que adquirió una gran hacienda que posteriormente amplió con la compra de terrenos aledaños. Durante 268 años, las religiosas, con ayuda de sus administradores y mayordomos, controlaron a los nativos de la población local a quienes tuvieron sujetos a través del concertaje. Incluso, en la propiedad hubo un cepo (artefacto usado para inmovilizar, por lo general, los pies y las manos) que servía para castigar a los indios que se rebelaban contra la autoridad. Las monjas aprovecharon numerosos productos de ese territorio para su subsistencia y empleaban una parte para pagar en especie a algunas de las personas que ayudaban en el convento (el capellán, al administrador de temporalidades y los músicos de la capilla), así como para alimentar a las criadas que allí trabajaban.
Interior de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario. FOTO FOTOCOLOMBIA/LUIS PONCE, 2018 |
Durante la guerra de Independencia, la ubicación estratégica de Sandoná, debido a los caminos, a sus recursos y a su vecindad a Bomboná, en donde se desarrolló la batalla del mismo nombre el 22 de abril de 1822, hizo que fuera un espacio político importante tomado y retomado por militantes realistas e independentistas, en parte, porque las conceptas fueron defensoras del realismo y, a lo largo de la contienda por la Independencia, ofrecieron asilo y abastecimientos tanto en el convento de Pasto como en Sandoná a los defensores de esa postura política. Además, la hacienda fue sitio de aprovisionamiento de alimentos y animales de carga para uno y otro bando, muchas veces obtenidos con violencia. Posteriormente, en la década de 1830, en esa propiedad rural se plantó café. Esta es una de las noticias más antiguas acerca de la siembra del grano en el actual territorio del Departamento de Nariño. El nuevo cultivo se adaptó bien al lugar.
Sin embargo, en 1861, a causa del decreto de manumisión de manos muertas, expedido durante la presidencia de Tomás Cipriano de Mosquera, el gobierno nacional se apropió de la hacienda de las conceptas. A partir de esa fecha, comenzó un nuevo capítulo en la historia de la población: los moradores, indígenas y funcionarios de Pasto y de Popayán iniciaron los trámites en procura de conformar un poblado. La solicitud llegó a manos del presidente Tomás Cipriano de Mosquera, quien la aceptó el 24 de noviembre de 1866. La comunicación publicada en El Diario Oficial decía: “Adjudicase a los indígenas de Sandoná cuarenta y nueve hectáreas de tierra en el terreno desamortizado de la hacienda del mismo nombre, para área de población en el lote ‘Paltapamba’”.
Las autoridades del Estado del Cauca bautizaron el nuevo asentamiento como distrito de Mosquera, el cual fue separado de la vecina población de Consacá, y distribuyeron el espacio para establecer el vecindario con el propósito de responder a las diferentes necesidades de los moradores y de las instituciones de gobierno: plaza, calles, alcaldía, cárcel, matadero, escuela, entre otros. También, a cada familia le dieron un lote que correspondía a un cuarto de hectárea. El proceso de fortalecimiento de la localidad tomó mayor forma el 30 de junio de 1868, cuando se inauguró la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, su patrona. En 1878, y a consecuencia de los cambios en el gobierno nacional y el triunfo de los conservadores, el poblado retomó el nombre ancestral de Sandoná.
Poco a poco llegaban nuevos moradores atraídos por la riqueza agrícola y por la fabricación de sombreros y otros accesorios de paja toquilla, que se convirtieron en una fuente de ingresos para las mujeres campesinas. Esas actividades fueron fomentadas por el sacerdote Néstor María Ordóñez, párroco de la población entre 1907 y 1909, y recibieron el respaldo de comerciantes europeos y nariñenses, quienes vendieron los productos en Panamá para los obreros del Canal, así como en diferentes lugares de Colombia y de Europa.
A lo largo del siglo XX, las casas de tapia fueron reemplazadas por construcciones de ladrillos y cemento, que cambiaron el aspecto de la población. Se edificó un nuevo templo para la parroquia (1946-1968) de estilo neogótico, gracias al generoso apoyo económico y laboral de sus habitantes. La obra se llevó a cabo con piedra volcánica sillar que los moradores recogieron de las zonas rurales cercanas o que sacaron del río El Ingenio, o que extrajeron de una construcción prehispánica que el paso del tiempo cubrió de tierra y vegetación. El principal atractivo del interior del templo lo constituye un Cristo tallado en madera, obra del reconocido escultor nariñense Alfonso Zambrano. Otro logro importante fue la edificación del Hospital Clarita Santos (1946), adelantada por el gobierno nacional. Además, las fundaciones de la Caja Agraria (1952) y del Banco Cafetero (1966) aportaron con créditos para fomentar los cultivos agrícolas.
Iglesia de Nuestra Señora del Rosario. FOTO ROSA ISABEL ZARAMA RINCÓN, 2019 |
De otro lado, el interés musical ha estado presente desde la época prehispánica, si se piensa en que en las guacas se encontraron numerosas ocarinas, tradición que continuó con el paso del tiempo, lo cual refleja que su población es alegre e inclinada a la música. Entre los compositores se destacan Víctor Hugo Domínguez Riaño y el reconocido trompetista ya difunto Jorge Rodríguez Mideros, conocido como “El pote Mideros”. En la actualidad, hay numerosos grupos musicales que hacen las delicias en las celebraciones religiosas y en otro tipo de fiestas.
Tierra de gente laboriosa, hoy en día las autoridades y sus residentes tienen como reto lograr precios sustentables para el café, la caña de azúcar y los derivados de este producto. Asimismo, las artesanas que trabajan la paja toquilla afrontan numerosos desafíos para continuar innovado y posicionando sus productos en el comercio nacional. Todos ellos deben buscar que cada vez un mayor número de residentes se beneficien de la seguridad social.
En 1942 se inició la construcción de la carretera Circunvalar, que atraviesa las diversas poblaciones alrededor del volcán Galeras, con mingas de pico y pala. Posteriormente, los gobiernos locales y nacionales apoyaron esa iniciativa. La construcción de esa carretera concluyó luego de 77 años de trabajo y fue inaugurada en mayo de 2019, hecho que constituyó una alegría para sus habitantes y sus usuarios, pues enlaza a las poblaciones asentadas en torno al volcán Galeras, conecta los municipios vecinos y une la carretera Pasto-Ipiales, que hace parte de la Panamericana. La conclusión de esta carretera es un motivo de optimismo para sus gentes, que ya perciben un dinamismo económico, en parte, con el incremento del turismo.
Cristo en el altar de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario/ Alfonzo Zambrano. FOTO ROSA ISABEL ZARAMA RINCÓN, 2019 |
Bibliografia:
- Emiliano Díaz del Castillo Zarama, Cabildos de San Juan de Pasto, 1573-1579, Academia Colombiana de Historia, Bogotá, 1995, p. 177.
- Sergio Elías Ortiz, “Baldíos de Sandoná”, Boletín de Estudios Históricos, n.º 7 (1928), Pasto, p. 209.
- Rosa Isabel Zarama Rincón, Pasto: cotidianidad en tiempos convulsionados, 1824-1842, 2 vols., Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, t. 2, p. 86.
- Víctor Manuel González, Avatares y esperanzas de un pueblo. Sandoná, 120 años. 1868-1988, Editorial Kelly, Bogotá, 1988, p. 15.
- Gerardo Maya, Sandoná, símbolo y cultura, Impresos Comerciales, Sandoná, 2003, p. 58.