LA CASA REPUBLICANA EN CALDAS, QUINDÍO Y RISARALDA
GENERALIDADES
En las primeras décadas del siglo XX, las ciudades colombianas empezaron a experimentar una serie de transformaciones, en especial el aumento poblacional debido a las migraciones del campo a la ciudad, una primera consolidación de la industria existente y la presencia cada vez mayor de una clase trabajadora obrera, factores que incidieron sobre el crecimiento de las zonas periféricas y los centros tradicionales.
Izq.: Casa en Manizales, Caldas. Foto Villegas Editores. Der.: Casa en Medellín, Antioquia. Foto Villegas Editores.
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Estas se volvieron más complejas, el número de carros aumentó aunque las vías seguían siendo angostas, se incrementó la demanda de nuevos servicios y espacios administrativos, comerciales, financieros y culturales. Las ideologías llegadas con la modernidad fomentaron actividades sociales más representativas y cambiaron gustos estéticos y comportamientos, que influyeron en los espacios urbanos y de la vivienda. También se buscó una escenografía acorde con los tiempos, derivada del contacto con el mundo, sobre todo con los inventos, materiales, tendencias y avances en Europa y Estados Unidos, uno de ellos fue el jamás olvidado “día eterno que propiciaron las bombillas eléctricas” en la Feria Internacional de Bogotá en 1909.
Esta transformación también coincidió con la llegada al país de ingenieros, arquitectos, artistas y otros artífices extranjeros o nacionales educados en el exterior, que instalaron sus oficinas y talleres y atendieron las demandas de cambios y nuevas espacialidades, obras de autor, especialmente viviendas, que serían firmadas y reconocidas.
En ciudades como Medellín, Cali, Manizales, Pereira y Armenia, este eco del neoclasicismo, lo ecléctico o, por extensión, lo republicano, llegó fortalecido y fue casi simultáneo al posicionamiento, a nivel nacional, de sus clases dirigentes en lo político, esto, apoyado por una próspera economía basada en la producción de café que permitió ampliaciones o “ensanches” de las calles; algunas veces estas transformaciones fueron propiciadas por situaciones singulares, como los grandes incendios en Manizales[1]. Fueron cambios en el urbanismo y la arquitectura, producto ya consolidado del fin de la colonización antioqueña, con los cuales se reconfiguró el paisaje urbano y se empezaron a insinuar tanto las nuevas características y lenguajes en la arquitectura institucional como de la vivienda, primeros pasos hacia lo republicano.
TECNOLOGÍAS
La presencia de los nuevos profesionales y el uso consecutivo y permanente de materiales y técnicas fueron inseparables para la creación del estilo republicano: el hierro junto con el cemento formaron una dupla de oro que permitió que la estructura estuviera conformada por vigas y columnas en ferro/concreto[2]; lo práctico y maleable del cemento permitió, mediante molduras, vaciados para construir todo tipo de formas geométricas y orgánicas. La adherencia del mortero a las superficies se logró mediante el uso de la esterilla de guadua, láminas metálicas Kirry o mallas de alambre, técnica que se aplicó sobre todo en la fachada, así esta se protegió de las inclemencias del sol y la lluvia e, igualmente, se enlució como parte del proceso de fachadización en muchos edificios de viviendas.
Muchas viviendas combinaron lo moderno con lo tradicional pues solo en casos excepcionales estas técnicas nuevas se aplicaron en forma integral; las casas se volvieron “de fachada o material”, y empezaron a ser denominadas por su aspecto y el nombre y apellido del propietario, por ejemplo, palacio egipcio o edificio moderno de: Estanislao Estrada, Manuel Sanz, Vicente Giraldo G. Vigig, Vélez Marulanda.Ante la ausencia de la piedra, la técnica del bahareque encementado se ajustó para simular elementos estructurales y portantes y convertirlos en meramente decorativos; también fue posible copiar y repetir sobre las fachadas todo tipo de ornamentaciones historicistas o neoclásicas –columnas, pilastras, capiteles, arcos, florones, lazos, guirnaldas, estatuas, escudos, emblemas o heráldicas recientemente adquiridas–; las familias contrataban profesionales de renombre, nacionales o extranjeros, para construir sus nuevas casas o edificios, estos fueron artífices que, con un gran sentido de lo práctico, no tuvieron empacho en utilizar esta variedad de formas en las construcciones tradicionales, con una profusión casi igual al lenguaje retórico y rimbombante greco-quimbaya[3], también surgido por la época, como cosecha singular de estas tierras andinas tropicales.
Esta ingeniosa mezcla de nuevas tecnologías en vidrio, cemento, hierro o metal, etc., con el bahareque, aparentemente regresivo, fue un aporte creativo que ofreció ahorro y fomentó una ola renovadora constructiva. Su presencia en muchos edificios republicanos de la región[4] actualmente es identificada como valor patrimonial.
LA CASA-QUINTA
El centro tradicional, al ser más dinámico por su diversidad de usos, comercial, vehicular y aglomeración de gentes, dio oportunidad para que, en la búsqueda de mayor privacidad y comodidad, algunos de los sectores sociales más representativos iniciaran una migración extra-centro, es decir, hacia los bordes urbanos, que estaban provistos de paseos arborizados y espacios con mejores condiciones ambientales.
La casa-quinta, como capítulo diferente de la vivienda, creó un nuevo paisaje urbano; la casa estaba aislada o exenta en medio de un predio grande, esto le permitía obtener iluminación y ventilación natural y tener vistas por todos los costados o fachadas, estaba rodeada de una estructura verde con jardines; el acceso estaba remarcado por escalinatas, columnas y balaustradas que conforman el porche de entrada.
La distribución en el primer piso giraba en torno al vestíbulo o hall, que distribuía a las zonas sociales –salas, biblioteca, chimenea, etc.– y al área de servicios –cocina, repostería, ropas, alcoba del servicio–, y por primera vez se incluyó el garaje; en el segundo piso el área privada contaba con estares, costurero, terrazas con miradores. La volumetría se fragmentó al remarcar las escaleras y por las pendientes de los tejados.A estas villas verdes y suburbanas se llegaba por paseos o alamedas, entre los cuales sobresalen La Playa o Prado en Medellín; el Paseo Bolívar a Versalles y Granada en Cali; avenidas Cervantes y Versalles en Manizales; la Circunvalar y Los Alpes en Pereira o las avenidas Bolívar y El Alcázar en Armenia. Sin duda una escenografía internacional, es decir, moderna.
Izq.: Vivienda centro histórico Manizales, Caldas. Foto C. F. H. Giraldo M. Der.: Antiguo Hotel Reina/Regina diseñado por el bogotano Arq. Benjamín Dussan Canals, 1927. Cra. 22 entre calles 19 y 20, Manizales, Caldas. Foto C. F. H. Giraldo M.
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VIVIENDA EN EL CENTRO TRADICIONAL
Los centros tradicionales se transformaron rápidamente por varias acciones en su espacio público; desaparecieron los aleros tradicionales y se reemplazaron por los áticos; la paramentación de las cuadras mantuvo la imagen de ciudad continua, esta unidad se logró dentro de la diversidad al enriquecer con un lenguaje ornamentado y profuso las superficies de fachada, la cual aumentó su altura y dio una calidad inusitada a la calle, que se convirtió en sala urbana.
La altura de la vivienda permaneció entre dos y tres pisos; el uso del primero o zócalo urbano se dedicó exclusivamente al comercio, y el subsuelo algunas veces se aprovechó para bodegas; los niveles superiores eran para la vivienda; desapareció el “patio de adelante” abierto para dar paso al vestíbulo con marquesina rodeado por la sala, el comedor y las alcobas; también aparecieron costureros, oratorios, estares, estudios/bibliotecas, la sala de baño, la alcoba de empleadas; al fondo se ubicaron los servicios con un pequeño “patio de atrás”, sin solar, dado que la extensión de los predios fue más angosta y alargada, los centros verdes de manzana disminuyeron en forma notoria, o desaparecieron; en general la manzana se densificó.
Las esquinas adquirieron una valoración importante respecto a la casa misma y la ciudad; mediante la volumetría estas se enfatizaron y se estructuraron al ser recortadas en ángulo o esquina, es decir, ochavadas, con lo cual se formaba una especie de plazoletas en el cruce de las calles que daba una mayor amplitud al espacio público; estos ochavados se destacaban con altas torres coronadas por “minaretes” que se convertían en miradores de las terrazas adaptadas en forma audaz para fines sociales.
Es indudable que la calle ganó en calidad, y en especial los centros tradicionales con la construcción de palacios gubernamentales y eclesiásticos, entre los que se incluyen templos, bancos, hoteles, cafés y tertuliaderos, teatros, clubes. Estaciones del tren, parques, luminarias públicas, y hasta el “ruido de los autos” conformaron una escenografía moderna a lo europeo, que incluía un comportamiento social y el gusto por sitios exclusivos dedicados a nuevos divertimentos; esto, en una visión muy amplia por cierto, se presentó entre 1900 y los inicios de la década de los años cuarenta en esta zona central de Colombia, que en la época republicana tuvo como nuevo marco urbano a la vivienda.
[1] En Manizales fueron destruidas casi 40 manzanas de su centro tradicional con los incendios de 1925 y 1926, las cuales fueron reconstruidas con el estilo republicano casi en su totalidad en menos de una década.
[2] Ferro-concreto: [2] mezcla de hierro –varillas, mallas–, cemento, agua y arena como nueva técnica y uso en estructuras portantes de los edificios.
[3] Greco-quimbaya es una escuela literaria que se inició en Manizales, cuyos principales representantes pertenecían al partido Conservador; recibió tal nombre en razón de que introdujo gran cantidad de referencias clásicas en sus trabajos literarios.
[4] El Centro Histórico de Manizales debe su carácter de Bien Cultural Patrimonial del Ámbito Nacional y su declaratoria al Acuerdo 2178 del 6 de diciembre de 1996, este se refiere a “el conjunto de edificios pertenecientes a la Época Republicana y de Transición” y al componente tecnológico del bahareque encementado, entre otras razones.